La Voz de Galicia.- Un insulto en la calle, no poder alquilar una vivienda, crear una cuenta de banco o acceder al servicio de salud por tu nacionalidad o raza. La xenofobia y el racismo tienen muchos rostros, así lo demuestra el último informe de la asociación sin ánimo de lucro SOS Racismo Galicia. Durante el 2020, se presentaron 98 incidentes de discriminación en la provincia de A Coruña. En la comarca se documentaron el 64 % de los casos registrados en la comunidad, el documento recoge 154 en total.
A Coruña encabeza la lista de provincias en la comunidad en donde se documentaron más casos de racismo y xenofobia, seguida de Pontevedra y Lugo. En 2019, se registraron 135 incidentes en Galicia, de los cuales, 104 sucedieron en la comarca. La asociación asegura que el incremento «é debido á consolidación das Oficinas de Información e Denuncia (OID) en todo o territorio galego. O aumento na recollida de vulneracións non significa necesariamente que o racismo e a xenofobia teñan variado na mesma proporción».
En relación al origen de las personas denunciantes, el 60 % del total vienen de América Latina, el 17 % de África Subsahariana, el 13 % de Magreb y el 8 % de España. La oenegé resaltó que la situación administrativa es muy importante a la hora de evaluar los casos de discriminación, la irregularidad, por ejemplo, ubica a los migrantes en una posición vulnerable. El 55 % de los denunciantes se encuentran en una situación irregular.
La causa principal en los casos de discriminación es la denegación de acceso a servicios privados, el 33 % de las denuncias son por este motivo, el 27 % por racismo institucional, el 17 % por denegación de acceso a servicios públicos y el 11 % por discriminación laboral. Las demás denuncias se dieron por discurso de odio, conflictos y agresiones racistas en espacios públicos.
«Falta mucho por hacer. Nos dimos cuenta el año pasado que hay un crecimiento del discurso público tanto de medios de comunicación como redes sociales que alimenta el odio hacia las personas extranjeras y fortalece estereotipos sobre ellas», asegura Esther Lora, abogada de la OID de la organización.
«SIENTO QUE POR SER DE COLOMBIA ME DISCRIMINAN EN LA CIUDAD, NO PENSÉ QUE SER EXTRANJERA FUERA TAN DIFÍCIL»
Isabel iba con una amiga por Calle Real. Eran las 12 del mediodía , buscaban un lugar para tomar unas cañas hasta que un señor barbudo, alto y de tez blanca se acercó a ellas con un perro pequeño. «¿Van a hacer el Camino a Santiago?», les preguntó. «No», respondió, Isabel. El hombre se les acercó un poco, comenzó a preguntarles de dónde venían. Habló en inglés, italiano, gallego, y español.
«El señor empezó a decirnos varios países de América Latina y comenzó a imitar acentos, pensamos que era una broma, nosotras seguimos el juego», cuenta Isabel. Cuando el hombre supo que las jóvenes eran colombianas, dijo una y otra vez «coca, reguetón, balas, Maluma, Pablo Escobar. Las mujeres de Colombia son unas machorras, les gusta que les den duro, por eso les gusta esa música», se acercaba más a las chicas y alzaba la voz. Isabel imaginó lo peor, su amiga la miró preocupada, aprovecharon que el perro paró para hacer sus necesidades en una columna, aceleraron el paso, llegaron a la plaza María Pita y giraron a la izquierda. «Recójalo, chao», le dijo Isabel al señor, quien respondió «recójanlo ustedes, sudacas».
Las jóvenes caminaron más rápido, el señor las persiguó al grito de: «¡Sudacas! ¡Colombianas!». Corrieron hasta llegar al mercado de San Agustín, donde vieron a un policía y se percataron de que el señor ya no estaba. Podían respirar. «Menos mal no pasó a mayores pero fue una experiencia muy desagradable para nosotras. No sabía que había sufrido xenofobia hasta que le conté a otras personas lo que me pasó, llegué a normalizarlo e incluso a sentirme culpable por haberle dado confianza al señor» dice.