El Mundo.- El número de seres humanos que huyeron de la guerra y la persecución superó los 82 millones en 2020, una tendencia que lleva diez años en alza y que el Covid-19 no ha detenido.
El número de personas huyendo de la guerra, la violencia, la persecución y los abusos contra los derechos humanos alcanzó los 82,4 millones en 2020, según el recién publicado informe anual del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR). La cifra supone un aumento del 4% con respecto a 2019, cuando se alcanzó un máximo histórico, con 79,5 millones.
Aunque el impacto del Covid-19 en las tendencias de refugio más allá del propio país y de desplazamientos internos tiene aún que ser estudiado con perspectiva suficiente, el informe del ACNUR muestra que el número de nuevos refugiados y solicitantes de asilo descendió en la mayoría de las regiones del planeta. La agencia de Naciones Unidas estima que sin la pandemia habrían sido 1,5 millones más las personas que habrían cruzado fronteras para encontrar refugio. «El dato refleja cuántos seres humanos no han podido buscar protección internacional durante 2020», señala el documento.
«Asimismo, la ONU estima que la pandemia ha podido reducir el número de migrantes internacionales en alrededor de dos millones globalmente durante los primeros seis meses del año. Esto corresponde a una disminución de un 27% en el esperado número de migrantes a nivel internacional desde julio de 2019 a junio de 2020», añade el texto.
En el pico de la pandemia, durante 2020, ACNUR recuerda que más de 160 países cerraron sus fronteras y de ellos, 99 Estados no hicieron excepciones para admitir a las personas refugiadas. Este impedimento para huir fuera de las fronteras del propio país puede estar detrás del aumento del número de personas desplazadas internas, que creció en más de 2,3 millones. Las crisis de Etiopía, Sudán, el Sahel, Mozambique, Yemen, Afganistán y Colombia se vieron afectados por este flujo.
La gran mayoría de los refugiados del planeta, casi nueve de cada 10, se encuentran acogidos en países vecinos y en países con recursos medios y bajos, destaca ACNUR. «Los países menos desarrollados proporcionan asilo al 27% del total» de refugiados.
Este domingo se conmemora el Día Mundial de las Personas Refugiadas para llamar la atención sobre su situación y urgir a los líderes mundiales a aumentar sus esfuerzos para «prevenir y resolver los conflictos y garantizar el respeto por los derechos humanos», en palabras del alto comisionado para los Refugiados, Filippo Grandi.
Pese al coronavirus, la tendencia de la última década es de un aumento continuado en el mundo de las situaciones de refugio y desplazamiento interno a causa de la violencia y la persecución. Hoy, el 1% de la población mundial está desplazada. En 2012, el ACNUR cuantificó 45 millones de personas que habían tenido que huir de sus hogares por la fuerza en todo el mundo. Casi 10 años después, la cifra casi se ha multiplicado por dos. «Basándonos en esta trayectoria, la pregunta ya no es si los desplazados forzosos excederán los 100 millones de personas, sino más bien cuándo», llama la atención el informe.
Más de dos tercios de todos los refugiados en el mundo provienen de cinco países: Siria (6,7 millones), Venezuela (cuatro millones), Afganistán (2,6 millones), Sudán del Sur (2,2 millones) y Birmania (1,1 millones). Cuando se consideran las cifras de refugiados y de desplazados internos, Siria y Venezuela vuelven a copar la lista aunque por realidades distintas. La nación árabe arrastra diez años de brutal conflicto armado mientras que el país latinoamericano está inmerso en una grave crisis política, social y humanitaria.
Las estadísticas del ACNUR no incluyen a los más de 5,7 millones de refugiados palestinos, que dependen de otra agencia de la ONU, la UNRWA, pero que representan casi la cuarta parte de la población refugiada del mundo, además de ser el grupo de población que más tiempo lleva en situación de exilio forzoso.
«Detrás de cada número hay una persona forzada a dejar su hogar y una historia de desplazamiento, desarraigo y sufrimiento. Merecen nuestra atención y apoyo, no solo mediante la ayuda humanitaria, sino también con la búsqueda de soluciones a su difícil situación», reseña Filippo Grandi.