El Periódico.– “Después del asesinato de Walter Lübcke y el atentado a la sinagoga de Halle, el de Hanau fue el tercer atentado del terrorismo ultraderechista en pocos meses. Ello demuestra lo que vengo diciendo desde el inicio de mi mandato: que el extremismo de ultraderecha es la mayor amenaza para la seguridad de nuestro país”. El ministro de Interior de Alemania, el socialcristiano Horst Seehofer, no se anduvo con rodeos este martes en la presentación de las estadísticas de crímenes de corte político correspondientes al año 2020.
El informe elaborado por la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA, por sus siglas en alemán) sirve de termómetro de la violencia con trasfondo político y, especialmente, del terrorismo neonazi, el que más víctimas ha dejado en el país desde su reunificación en 1990 –más de 200, según estadísticas de la Fundación Amadeu Antonio–.
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La cifra de delitos de corte político alcanzó el año pasado su récord máximo desde que comenzaron los registros en 2001: un total de 44.692, lo que supone un aumento del más del 5% con respecto al 2019. Más de la mitad de todos los delitos (23.640) fueron obra de grupos o individuos de la ultraderecha o del neonazismo militante. En segundo lugar aparecen los delitos atribuidos a la extrema izquierda (10.971), en tercer lugar, los de ideologías de origen extranjero, y en cuarto, los delitos de corte religioso. Hay además más de 8.000 casos que las autoridades alemanas han sido incapaces de atribuir a un grupo o ideología en concreto.
Creciente antisemitismo
El informe apunta un preocupante dato sobre el antisemitismo: según la BKA, la cifra de delitos de odio o ataques contra comunidades judías y sinagogas (2.351) aumentó más de un 15% con respecto al 2019. De todos ellos, 57 fueron agresiones físicas. Alrededor del 70% del conjunto de delitos con trasfondo religioso son antisemitas, mientras que la segunda comunidad religiosa más agredida de Alemania es la musulmana.
El Consejo Central de los Judíos de Alemania calificó las cifras de “absolutamente alarmantes”. En la memoria todavía están frescas las imágenes del atentado fallido contra una sinagoga de la ciudad de Halle a finales de 2019: el terrorista, un lobo solitario armado con armas de fuego y granadas, no pudo derribar la puerta del centro religioso, lo que evitó un baño de sangre.
El 2020 también estuvo evidentemente marcado por las protestas contras las restricciones por la pandemia del coronavirus: aunque en las diferentes marchas convocadas por los autodenominados ‘Querdenker’ (“pensadores transversales”) ha participado un público muy diverso y heterogéneo, la presencia de ultraderechistas, neonazis y miembros de los llamados ‘Reichsbürger’ –ciudadanos alemanes que niega la legalidad de la República Federal de Alemania y aseguran que el Imperio alemán nunca llegó a desaparecer– ha sido destacada.
“Hay una clara tendencia de embrutecimiento en nuestro país”, dijo el ministro Seehofer en referencia a esa difícilmente alianza entre negacionistas de la pandemia, opositores a las vacunas, militantes de lo esotérico, defensores de las más diversas teorías de la conspiración, ciudadanos descontentos con la gestión del Gobierno y círculos ultraderechistas. El secretario general de la Fundación Amadeu Antonio va un paso más allá en su análisis: “Es sólo una cuestión de tiempo para que se formen células terroristas en las filas de los negacionistas del coronavirus o para que de ellas surjan agresores solitarios que cometan actos de violencia”. Los servicios secretos alemanes anunciaron recientemente que ya están vigilando a algunos sectores del movimiento ‘Querdenker’.
Violencia estructural
La célula terrorista NSU –un grupo de tres neonazis que atentó contra extranjeros y atracó bancos durante más de una década sin que las autoridades fueran incapaces de descubrirlo– y el más reciente atentado de Hanau –un lobo solitario que mató a 9 ciudadanos alemanes de origen extranjero en febrero del 2020– son los dos casos más paradigmáticos de la violencia racista y xenófoba estructural en la historia reciente de Alemania.
Las autoridades saben que esa violencia estructural sigue sin estar resuelta, como apuntan las cifras de la BKA presentadas este martes. En el aire queda el temor sobre cuándo y cómo llegará el siguiente atentado.