Noticias de Navarra.- El asesinato a cuchilladas de una agente de policía ha provocado que el Gobierno francés prepare un nuevo proyecto de ley que frene al reciente perfil de terrorista islamista: hombres que actúan en solitario, no pertenecen a una organización concreta y se radicalizan por internet.
En una entrevista publicada ayer por el Jornal de Dimanche, el ministro del Interior de Francia, Gérald Darmanin, anunció que presentará en Consejo de Ministro del 28 de abril una nueva ley, que se une a las ya en vigor de 2015 y 2017, promulgadas en plena oleada terrorista.
Nos enfrentamos a «individuos aislados, cada vez más jóvenes, fuera del radar de los servicios secretos y sin obligatoriamente estar en contacto con redes islamistas ya constituidas, usan internet y las redes sociales de manera sistemática», alertó Darmanin. A ese retrato robot de «lobo solitario», parecido al del joven checheno que decapitó al profesor Samuel Paty en octubre de 2020, responde Jamel G., el tunecino de 36 años que acuchilló el viernes pasado en la comisaría de Rambouillet a Stéphanie, la policía destinada a tareas administrativas que tenía 49 años y dos hijas.
Entre las nuevas medidas el proyecto de ley, destaca la instauración de visitas domiciliarias por parte de las autoridades por el criterio de «amenaza grave»; un estrecho seguimiento de las personas radicalizadas, a las que se las podrá derivar a servicios psiquiátricos; y la captación de conversaciones vía satélite.
Además del trámite parlamentario, la ley también puede pasar por el cribo de la Justicia, ya que algunos especialistas ponen en duda la constitucionalidad de algunas medidas.
La muerte de la agente policial conmocionó a un país habituado a los atentados islamistas. Desde 2012, ya son 269 las víctimas mortales de atentados inspirados en el integrismo islámico.
En una rueda de prensa celebrada ayer, el fiscal nacional antiterrorista, Jean-Francois Ricard, anunció que una quinta persona había sido arrestado ayer por su relación con Jamel G. En total, dos primos, el padre y una pareja amiga han sido puestos bajo custodia policial desde el viernes para conocer mejor las motivaciones del asesino.
Ricard contó que Jamel G. se había radicalizado en los últimos meses, adoptando una práctica más rigurosa del islam en pleno confinamiento, y había presentado problemas de depresión en febrero pasado, de acuerdo con el testimonio del progenitor del terrorista. «Continuamos investigando para identificar cómplices, coautores o personas que le hayan inspirado a cometer el acto terrorista», señaló el fiscal, quien indicó que trabajan «estrechamente» con las autoridades de Túnez, país de origen del atacante.
El fiscal explicó que hallaron claros indicios de un ataque islamista: gritó «Alá es grande» cuando acuchilló a Stephánie en la entrada de la comisaría y escuchó cánticos que inspiran a los yihadistas justo antes de perpetrar el ataque en el que él mismo falleció tras dos disparos de la policía.
TALÓN DE AQUILES DE MACRON Repartidor y residente en la apacible Rambouillet en un estudio que compartía con su padre, Jamel G. tenía un visado temporal de trabajo. Había logrado regularizarse después de 10 sin papeles. El hecho de haber entrado a Francia sin permiso legal encendió a los conservadores y la ultraderecha, que acusaron al Gobierno de Emmanuel Macron de ser «laxo» frente a la «inmigración ilegal».
A un año de las presidenciales, los electores franceses están especialmente preocupados por la seguridad y el combate al terrorismo, una cuestión que queda solo por detrás de la salud, la lucha contra la pandemia y la educación. Un 86% de los votantes tendrán en cuenta las políticas de lucha contra el terrorismo y la inseguridad que proponga cada candidato, según una encuesta publicada ayer.