La dictadura de Teodoro Obiang persigue con leyes y policías a los homosexuales
ALBERTO ROJAS. EL MUNDO.- El teniente Santos Edú Edú, instructor de la Academia de Musola no presume de sus dudosos logros militares, sino de agredir a mujeres para desincentivarlas y hacer que abandonen el ejército guineano: «Odio a las lesbianas, las mataré a todas», ha llegado a decir. Edú Edú es el principal instigador de la brutal tortura recibida por una soldado de su fuerza terrestre que la mantuvo tres meses en un hospital.
La militar sufrió un consejo de guerra por «cometer actos deshonestos con individuos del mismo sexo», mientras que dos de los cuatro hombres que la agredieron fueron absueltos y otros dos recibieron penas mínimas, incluyendo el propio Santos Edú Edú.
El caso de esta mujer, cuyo nombre se mantiene en el anonimato, no es una excepción en Guinea Ecuatorial. Y no es que la población sufra brotes de homofobia, es que la homofobia forma parte de las leyes del Estado. El informe Homofobia de Estado en Guinea Ecuatorial, del Colectivo Somos Parte del Mundo, revela no sólo discriminación por parte de las instituciones de este país hacia las personas de la comunidad LGBTQ, sino abierta persecución por su condición sexual.
En todos los foros nacionales e internacionales el Gobierno de Teodoro Obiang, el dictador más longevo del mundo, declara que en Guinea Ecuatorial «no existen homosexuales», como decía el humorista Joaquín Reyes en aquella imitación sublime del iraní Mahmud Ahmadineyad. Pero la dramática realidad no tiene nada de humorística. El Gobierno, mediante este decreto 94/2019, define oficialmente la homosexualidad como «una enfermedad, una práctica delictiva, una amenaza para la paz social y la moral pública, un peligro para la sociedad«.
Para el poder político guineano, la homosexualidad es una «patología propia de extranjeros», nada que ver con la historia y la esencia de los africanos. La ley 16/1970, de herencia colonial franquista, sigue aplicándose al margen de su extinta vigencia. Esta norma clasifica a determinados individuos o grupos sociales como peligrosos y antisociales y no hace excepciones con los toxicómanos, los vagos, maleantes, traficantes, proxenetas… ni con los homosexuales. Las autoridades aplican castigos físicos y tortura a varios niveles.
El primero se ejecuta a un nivel familiar. Según el citado informe de la única asociación LGBTQ de Guinea Ecuatorial, el primer toque de atención al sospechoso de ser homosexual lo da la familia o los vecinos en forma de repudio público, paliza e incluso violación. Puede participar cualquiera que lo considere oportuno y pueden usar palos para propinar golpes. Durante esas golpizas se toman fotografías para que circulen como material ejemplarizantes. A veces los propios medios de comunicación exhiben a estas personas en sus informativos, como demuestra el caso de cuatro acusados de homosexualidad que aparecieron en la televisión Asonga de Malabo.
Pero es sólo la primera fase. Después son detenidos por la policía, donde llega la segunda paliza. Según denuncia este colectivo, «muchos alegan enajenación mental transitoria, posesión de espíritus malignos o pérdida del conocimiento» para librarse de los golpes.
La pena puede distar de unas horas de prisión hasta varios meses. A algunas personas se les ofrece conmutar su pena por 50 golpes de porra en los glúteos. Las familias pueden solicitar entonces la firma de documentos en los que las víctimas «se comprometen a abandonar voluntariamente la homosexualidad». En el caso de las mujeres, «la promesa habitual es la búsqueda de un hombre de pareja, encargado de mantenerlas a ellas y a las familias, más la descendencia reproducida mediante maternidad forzada«.
Al final muchas familias renuncian a hacerse cargo de ellos por culpa del estigma comunitario y son sus propios compañeros de comunidad los que se ocupan de ellos y les proporcionan agua y comida en prisión, así como el pago de las mordidas correspondientes para poder salir de la cárcel, «al menos 50.000 francos CFA» (equivalente a unos 75 euros, una fortuna en Guinea Ecuatorial). A pesar de todo, ningún ministerio ha considerado que las minorías sexuales precisen de una protección especial.
Por desgracia, Guinea Ecuatorial no es el único país africano que persigue personas homosexuales. En Nigeria, el país más rico del continente, la legislación prevé penas de 14 años de cárcel contra las parejas del mismo sexo, e incluso impone «más de 10 años a aquellos que traten de asistir a esas mismas parejas dándoles algún lugar para reunirse o creando un club para personas homosexuales». Curiosamente, este código penal protege la poligamia.
Según Amnistía Internacional, 38 de los 54 países africanos castigan a las personas que tienen relaciones con los de su mismo sexo. Liberia, Burundi o Sudán han endurecido sus leyes contra los homosexuales, pero el país que ha ido más allá es Uganda. Una ley prevé la pena de muerte para «homosexuales reincidentes» y cárcel. A veces no hace falta ni ser homosexual: el periodista y activista Eric Ohena Lembembe fue torturado, quemado y asesinado en su casa de Yaounde (Camerún) después de que firmara un informe contra la homofobia en su país.