El modo de hablar, como el sexo o la etnia, queda protegida ante las arbitrariedades
EUSEBIO VAL. LA VANGUARDIA.- Francia dio ayer un nuevo paso para aplicar de verdad su lema “Libertad, igualdad, fraternidad”, heredero de la revolución de 1789. La Asamblea Nacional aprobó en primera lectura –por 98 votos a favor y 3 en contra– una proposición de ley que sancionará la discriminación de una persona debido a su acento al hablar.
La iniciativa legislativa, impulsada por el diputado Christophe Euzet –natural de Perpiñán–, se produce siendo primer ministro Jean Castex, exalcalde de Prada de Conflent, quien ha tenido que soportar ironías y burlas por su marcado acento meridional y la cadencia de su discurso.
El primer ministro, Jean Castex, ha sido objeto de burlas por su marcada entonación sureña
Los códigos penal y laboral serán enmendados para incluir la discriminación por el acento al mismo nivel que la practicada por razón de sexo, etnia, discapacidad o religión. Quien sea injusto con una persona por su particular forma de hablar el francés, ya sea negándole un trabajo o una promoción laboral, o en cualquier otra situación, se arriesga a pagar una multa de 45.000 euros y a ser condenado a una pena de hasta tres años de cárcel.
El acento no solo muestra al interlocutor una procedencia geográfica sino también, con frecuencia, el medio social y educativo del que se procede. En el área parisina, por ejemplo, no suelen expresarse igual los habitantes de los barrios ricos y las clases populares de suburbios como Saint Denis. La nueva ley pretende acabar con la discriminación en ambos supuestos, aunque será siempre difícil probar que alguien ha sido descartado por su acento.
El diputado Euzet, profesor de Derecho Público, dijo que uno de los objetivos de la futura ley es “provocar una evolución de la mentalidad y un cambio de conciencias para aumentar aún más en el futuro el sentimiento de pertenecer a una comunidad nacional”. Euzet fue elegido en la lista de La República en Marcha (LREM), el movimiento del presidente Emmanuel Macron, pero hace unos meses se pasó a otro grupo, Agir Ensemble, con decenas de tránsfugas. El Gobierno, sin embargo, apoya la nueva ley.
El debate de ayer fue animado. Una diputada de la Polinesia Francesa, Maina Sage, se felicitó por la medida y recordó las dificultades que sufren los franceses de ultramar por su acento. En los mismos términos se expresó un diputado alsaciano. El bretón Paul Molac criticó que para ser presentador de televisión se deba tener el acento estándar que marcan ciertos barrios de París. La ultraderechista Emmanuelle Ménard, en cambio, consideró una frivolidad ocuparse del asunto en un momento de gran crisis sanitaria y económica. Vio “indecente” y “fuera de lugar” poner en el mismo plano la discriminación por el acento y la que se sufre por sexo, origen o credo. El diputado regionalista Jean Lassalle votó en contra porque dijo “no querer pedir caridad por ser como soy”.
De Castex se ha escrito que tiene “acento del terruño”. Un tertuliano televisivo lo calificó de “pedregoso”. El líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon, siempre histrión e insolente, afirmó un día en la Asamblea que era “muy pesado” escuchar al primer ministro por su lentitud y porque “sus palabras crecen entre los árboles y los árboles entre sus palabras”. “Está ahí, hablando a 2 por hora, para decir banalidades”, agregó.