La Generalitat admite el déficit de estancias para atender solicitudes como la de Andrés, que sufre el retraso para acceder a un hogar desde 2004 y convive con sus padres octogenarios
JORDI RIBALAYGUE. EL MUNDO.- Cuando Fidel comenzó el trámite para que su hijo se alojara en una residencia, José Luis Rodríguez Zapatero acababa de ser nombrado presidente del Gobierno, apenas nadie conocía las redes sociales y una pandemia era un cataclismo propio de tiempos pretéritos. Corría 2004, Fidel se acercaba a la jubilación y su hijo, Andrés, contaba con 26 años y una discapacidad intelectual con un grado de dependencia superior al 80%. «Hicimos la petición de la plaza para curarnos en salud, porque aún no había urgencia», recuerda Fidel, con 80 años cumplidos. La política se ha transfigurado desde que Fidel rellenó la solicitud, solo una minoría escapa de las redes sociales y la pandemia domina el presente. Apenas nada ha resistido al cambio en 16 años; sin embargo, Andrés y sus padres han dejado atrás la juventud y no saben aún cuándo el hijo accederá a un hogar donde sea asistido y al que tiene derecho.
La Generalitat de Cataluña contabiliza 3.253 personas con discapacidad pendientes de trasladarse a la plaza que requieren. La federación Dincat, que agrupa a unas 300 entidades de apoyo a discapacitados intelectuales, advierte de la «situación límite» que abruma a familias que pueden esperar una década hasta que la administración alberga a sus parientes. El retraso se revela aún más crudo cuando los tutores han alcanzado la tercera edad.
«Con 80 años, uno se plantea las cosas de forma muy diferente a cuando tiene 60. No pensábamos en absoluto que se fuera a dar esta situación, sino que, cuando llegase el momento más urgente, llegaría una plaza sin ningún problema», comenta Fidel. El padre transmite lucidez y no rehúye que en casa empieza a apurar la edad, que apremia a que se dé una solución a Andrés.
«Tenemos que tomar una determinación porque no podemos esperar a que uno de los dos componentes de la pareja fallezca o quede discapacitado, y entonces uno tenga que cuidar del otro y del hijo», reflexiona Fidel, quien confiesa que «la situación no es aún desesperada, pero puede llegar a serlo». El matrimonio lo tiene complicado para recabar ayuda en el cuidado de Andrés: los otros dos hijos residen en el extranjero y el resto de familia vive fuera de Cataluña.
«Hasta ahora lo llevábamos muy bien, porque con 70 años todavía tienes energías. Por sus peculiaridades, mi hijo necesita que se esté todo el día por él, porque es incapaz de entretenerse. Salimos el fin de semana y en vacaciones, pero va teniendo peor carácter conforme avanza el año, nosotros vamos teniendo menos aguante y cada vez la situación es un poquito más tensa», siente Fidel.
DÉFICIT DE ESTANCIAS
El Departamento de Asuntos Sociales de la Generalitat admite que «hay déficit» de estancias para atender a discapacitados. Existen 7.958 plazas en Cataluña, todas ocupadas. «Es una necesidad a la que muchas familias tienen derecho y a las que no se les da solución», alerta Jordi Durà, representante del consejo de familias de Dincat. Critica falta de transparencia sobre las pautas de asignación y propone invertir en nuevos alojamientos; por ejemplo, ayudando a financiar la compra y adecuación de pisos tutelados de entidades sociales o reservando una parte de viviendas de protección oficial para quienes son autosuficientes en buena medida.
El Govern alega que prioriza hospedar a quienes no pueden dilatarlo más, de acuerdo a un circuito consensuado con Dincat. A su vez, señala la «complejidad» de un sistema residencial con distintos niveles en que el beneficiario no se puede asilar en cualquier plaza, sino que debe ser adecuada a su grado de autonomía.
Costó años a que Andrés superase dos procesos de valoración, en 2010 y 2018. Se le reconoció que precisa ingresar en un hogar residencial donde se le preste auxilio regular. Pese a ampararle informes favorables, su demanda se ha perdido en los entresijos de la burocracia. «Reclamamos a principios de octubre y me contestaron que no estábamos en lista de espera, aunque hemos presentado tres veces la reclamación», explica el padre. «Los sistemas de valoración se deben hacer más ágiles y se deberían cambiar los criterios de adjudicación para tener perspectiva de cuándo y dónde tocará la plaza», aboga Durà.
Fidel pide que se solvente la falta de alojamientos para que adultos como su hijo se habitúen a una vida independiente antes de que sus mentores se ausenten: «Tienen que hacerlo bajo la supervisión de los parientes y los padres, que se van a marchar un día y van a dejarlos en un entorno diferente al familiar».