MAYKA NAVARRO. EL PERIÓDICO DE CATALUNYA.- A sus 17 años, el odio ha cortocircuitado su escala de valores y la violencia brota contra aquellos a los que considera escoria a la que debe golpear, humillar y maltratar. Esta frase sintetiza el comportamiento de Vladislav, el joven ruso que el sábado por la noche descorchó su ira contra un vecino de Santa Coloma de Gramenet nacido hace 25 años en Mongolia. ¿Es posible desprogramar a un nazi? ¿Se puede lograr que Vladislav deje de odiar de esa manera? «Esta sociedad tiene la obligación ética y moral de intentarlo», sentencia Esteban Ibarra, responsable de la oenegé Movimiento contra la Intolerancia.
«Si no sufre ninguna enfermedad mental, el cerebro no lo tiene machacado por las drogas y mantiene una mínima estructura familiar, este joven es completamente recuperable», asegura el psiquiatra forense José Cabrera. El coach y presentador del programa de televisión Hermano mayor, Pedro Martín Aguado, coincide: «Hay que conseguir que se sientan útiles en una sociedad que no les es hostil. Claro que se pueden recuperar».
En España no existen especialistas en desprogramar a jóvenes con conductas violentas motivadas por un odio racial. Ni centros dedicados a tratar exclusivamente este tipo de conductas antisociales. Los psiquiatras juveniles son los que lidian con este tipo de problemáticas en centros para jóvenes con todo tipo de problemas.
Esteban Ibarra ha creado su propia metodología tras estudiar los procedimientos que se aplican en Alemania con nazis. Ha trabajado en numerosas ocasiones con este tipo de jóvenes. Su oenegé lleva años denunciando y advirtiendo de que hay que poner freno a un odio racial que a su juicio va en aumento.
Son muchos los padres de jóvenes violentos que acuden desesperados a su despacho para pedir ayuda. «Padres que un día descubren una esvástica en la habitación de un hijo que cada día es más violento y que hace unos comentarios cargados de un odio que no entienden de dónde ha salido. No reconocen a su hijo», cuenta Ibarra. En la oenegé atienden a esos padres y sin que el hijo sepa que Ibarra está detrás, porque es demasiado conocido y odiado en el mundo de la extrema derecha, se diseña un programa de actuación. Es vital que la familia no corte «nunca» los lazos afectivos y de autoridad con su hijo. «Haga lo que haga, si lo dejan solo, acabarán de atraparlo esos camaradas que dicen ser su verdadera familia y que solo lo necesitan como carne de cañón para sus intereses fascistas», advierte Ibarra.
Aumentar la autoestima
El doctor Cabrera apunta dos elementos claves en el proceso de recuperación de los adolescentes: «Hay que reprogramarles con nuevos valores y aumentar su autoestima. Hacerles ver que pueden ser útiles sin necesidad de hacer la vida imposible a nadie».
Una baja autoestima y, no se descarta, algún nivel de desestructuración familiar son dos elementos que podrían pesar, y mucho, en el actual comportamiento de Vladislav. El joven permanece desde el martes en un centro de menores de la Generalitat, donde estará como mínimo dos meses en régimen cerrado. «Ahora no es un buen momento para hablar con él», advierte Ibarra. Tras ser detenido por los Mossos, se comportó de manera prepotente durante su comparecencia ante la jueza de menores. Y se negó a declarar. «Ahora se siente completamente envalentonado. Su liderazgo se ha reforzado notablemente al aparecer en todos los medios de comunicación. Se siente un héroe entre su gente. Es mejor dejar que repose esa sensación e intentar trabajar con él después», insiste el responsable del Movimiento contra la Intolerancia.
Pedro García Aguado lleva años trabajando en la resocialización de jóvenes tiranos, agresivos y violentos y algunos de los protagonistas de Hermano mayor han evidenciado un odio racial que para el presentador es mero «postureo» porque en el fondo «están absolutamente perdidos y necesitan odiar para ser reconocidos en un grupo».