El portero extranjero que más partidos ha jugado en Primera denuncia las discriminaciones vividas dentro y fuera de los estadios. «Los que te lo hacen no saben que eso puede llevar a alguien a suicidarse o es lo que están provocando»
ROGER PASCUAL. EL PERIÓDICO.- Carlos Kameni tenía 20 años cuando llegó en el 2004 a España, donde ha desarrollado la mayor parte de su vida profesional. El camerunés cató enseguida el racismo en los estadios, no solo de aficionados rivales sino de los de su propio club. El portero extranjero que más partidos ha jugado en Primera, ahora sin equipo y afincado en la Costa del Sol, no solo ha sufrido incidentes xenófobos dentro del campo sino también fuera de los estadios. Está cansado de hablar de este tema y ver que no hay cambios, aunque mira con un punto de esperanza el movimiento Black Lives Matter, deseando que pueda contribuir a poner fin al «racismo institucional y social» que Kameni denuncia en España.
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«Lo que pasó en EEUU y Francia es el inicio de una reacción, por mucho que sea muy agresiva. Intentamos cambiar las cosas pero será difícil. Siempre lo he dicho: el racismo se lleva dentro porque la base es la educación», reflexiona. Un poco de educación es lo que le pedía al racista que, con su hijo al lado, le increpaba en Mestalla en el 2014 durante el calentamiento. «La base es la educación pero cuando el padre que tiene que dar el ejemplo está podrido por dentro qué vas a hacer. En ningún momento mi padre me enseñó una rabia hacia la raza blanca por la esclavitud, no. Él no la había vivido y pensó que eso era de otra época. Y que había que vivir de una forma nueva. Pero mira que estoy jugando y un padre lo hace al lado de un hijo de 10 años. Mañana el hijo hará lo mismo a su colega en el cole». Kameni cree que se educa en el odio y que «por eso actúan así los blancos hacia los negros». «Si no se habla de eso en la escuela y en casa el padre le hace sentir que solo por ser blanco él es superior a un negro o tiene que tratar a un negro como si fuera menos que un animal eso no está bien. Es lo que está provocando ese tipo de actos».
Los niños suelen copiar los comportamientos de los adultos. Para lo bueno y para lo malo. Como hiceron unos recogepelotas en la Romareda cuando el camerunés apenas llevaba medio año en la Liga. Esos niños se sumaron al grito simiesco del coro cavernario contra Kameni durante un Zaragoza-Espanyol. Tras el partido, uno de esos recogepelotas aún le pedía la camiseta como si nada hubiera pasado. Cuando solo llevaba una temporada defediendo el marco blanquiazul levantó la voz contra un grupo de Brigadas Blanquiazules que no paraban de insultarle en cada partido que jugaba en casa. «Están todo el partido detrás de mí, gritándome. Y eso duele. No puede ser», denunciaba entonces. Ese joven arquero tuvo que blindarse emocionalmente para que todo eso no le afectara. Aunque sabe que ese tipo de hostigamiento puede llevar a personas más frágiles a decisiones extremas. «Sí, te puedes suicidar. Los que te lo hacen no saben que eso puede llevar a alguien a suicidarse o es lo que están provocando. Por eso con todo lo que he vivido en mi vida estoy muy fuerte. Y yo paso y tiro para adelante. Pero uno que no tiene la cabeza muy fuerte puede llegar y abandonar y dejar caer todos sus sueños por esas cosas».
MARTA PÉREZ (EFE)
Han pasado 16 años desde que pisó España por primera vez. Y no cree que las cosas hayan cambiado a mejor. «El racismo no se mantiene, sino que ha ido de mal en peor. Llevo 16 años en España y nunca se habló con tanta fuerza del racismo. Y existía. Significa que ha ido a peor últimamente», lamenta. «Sé que seguiré sufriendo el racismo en muchos aspectos. Pasa en todo, pasa en el deporte y en la vida diaria. Seguirá lo mismo. Quizás de forma más tapada. Llegarás a un sitio donde no te darán la misma posibilidad de expresarte que al blanco y en muchas cosas: impedirte entrar en una tienda, entrar y que no te atiendan. Detalles de niños que dicen delante de sus padres ‘porque no estamos aquí y el negro sí’. Estar en un control en el aeropuerto y no controlan al blanco que está delante y al de detrás pero a ti sí. Son cosas que vivimos cada día y seguiremos viviendo. Gracias a Dios yo por mi trabajo lo puedo vivir una vez por temporada, pero imagínate la gente que está todo el día viviendo eso en la calle».
«El racismo no se mantiene, sino que ha ido de mal en peor»
En el campo el exportero de Málaga y Espanyol cree que sería más fácil de solucionar. La respuesta no pasaría para él por que si un jugador es víctima de gritos racistas abandonara el césped como hizo Moussa Marega, delantero del Oporto, en el estadio del Vitoria de Guimaraes mientras los aficionados rivales celebraban su marcha lanzando sillas al campo. «Si el chaval se va solo y sigue el partido no cambia nada. Pero si se van los 22 y el árbitro y el equipo local pierde los tres puntos eso puede llevar a cambiar cosas», reflexiona, aunque apunta que la picaresca podría generar «infiltrados». En cualquier caso pide identificar a los racistas y prohibirles la entrada a recintos deportivos cinco años.
De todas formas no es muy optimista con que haya cambios inmediatos ni dentro ni fuera de los estadios. «Difícil, pero hay que tener esperanza y seguir luchando. Tú cuenta cómo funcionan las administraciones. Hay muchas discriminaciones pero como la mayoría es blanca las minorías van a sufrir. Hemos venido a esta vida a sufrir. Y lo haremos hasta que nos vayamos. Y que los blancos lo disfruten».
La muerte de George Floyd ha generado una contestación mundial, provocando que el movimiento Black Lives Matter se expandiera fuera de EEUU, aunque para muchos sea más fácil ver el racismo al otro lado del atlántico que en la comisaría de la esquina. «Sabemos que pasa en todos los sitios pero como aquí nunca ha tenido un impacto tan fuerte como lo de ahí se sigue pensando que solo pasa en el otro país». Pese a que agradece que el foco mediático se haya situado estas semanas en el racismo, lleva muchos años viendo tormentas mediáticas y sabe que, por mucha virulencia que descarguen en los primeros días, después amainan aunque el problema de base siga sin haberse solventado. «Dentro de dos semanas ya no volvermos a hablar de eso. Pasaremos a otra cosa hasta que vuelvan a matar, porque lo van a hacer. Y eso volverá a estar sobre la mesa. ¿Pero qué decisiones se están tomando? Nada, ninguna».