Los datos de las apps de ligar o de las tarjetas de crédito dicen muchísimo de nosotros: quiénes somos, dónde vamos, con quiénes nos acostamos. Ahora, en pleno confinamiento, estos gobiernos están usándolos para hacer una caza de brujas LGTBI
CÓDIGO NUEVO.- Sofia Talouni, una mujer trans marroquí que se ha refugiado en Estambul (Turquía) huyendo de la LGTBIfobia de su país, empezó un directo de Instagram en su cuenta, que tenía 600.000 seguidores antes de que se la cerrasen. En plena grabación se unió otro marroquí al cual ella señaló como gay. Él dijo que era mentira, pero ella enseñó un pantallazo de su perfil en la app de citas gay, Grindr, demostrando que sí que buscaba contactos con hombres gais. Fue solo el primero, en total, Sofia sacó del armario (lo que se conoce como outing) a más de 50 hombres.
Varios homosexuales que la seguían la criticaron por sacar forzosamente del armario a decenas de hombres que se escondían por miedo en un país donde, no solo están castigadas las relaciones homosexuales socialmente, sino con cárcel y torturas policiales. Su respuesta fue animar a personas heterosexuales, público al que no se dirige la app, a bajársela para encontrar a aquellos de su entorno que estuvieran ahí escondidos, que eran muchos.
Así, Talouni ha desencadenado una caza de brujas en el país. Las consecuencias, según el Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (Mali), un suicidio, extorsiones económicas a hombres que estaban en la app, jóvenes expulsados de sus casas e incluso perfiles falsos con fotos de personas random para chantajearlas. “He dormido en la calle tres días y no tengo adónde ir. Porque a causa de la covid-19 ni siquiera mis amigos íntimos me ofrecen sus casas. Si vuelvo a mi casa, me da miedo que mi hermano me haga algo”, explica un estudiante gay de 23 años en un documento de Humans Right Watch que recoge El País.
Según explica a un medio marroquí la propia Talouni, lo hizo como venganza porque había personas LGTBI que estaban compartiendo sus vídeos con grupos islámicos alentando a matarla, y harta de “la hipocresía”, sacó del armario a todos los que pudo, indistintamente de si la habían atacado ellos antes o no. Las organizaciones, más allá de culparla a ella o a los que empezaron atacándola, han ido a la raíz del problema: el gobierno LGTBIfóbico de Marruecos y la poca privacidad de datos de Grindr.
No es la primera vez que a Grindr, que tiene más de 10 millones de descargas en todo el mundo, se la acusa de no proteger los datos que sus usuarios, colectivos de riesgo de exclusión social, le facilitaban. Ya hubo un escándalo similar cuando en 2014, la policía egipcia hizo redadas de gays con la app, o cuando en 2018 vendió los datos sobre el estado serológico de los usuarios (es decir, si eran portadores del VIH), lo cual sigue suponiendo hoy en día mucho estigma.
Ahora, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) teme que el Gobierno use esta polémica para tomar control sobre las redes sociales y así tener acceso a sus datos para sus propios fines. Una situación de la que siempre se alerta constantemente: el robo de datos, la poca transparencia y la falta de privacidad. Y, aunque se avise constantemente, pocas veces prestamos atención, porque no nos damos cuenta de los peligros reales.
Sin embargo, el uso que se está dando este rapto de la privacidad para señalar al colectivo LGTBI demuestra lo peligroso que es no tener el control sobre nuestros datos. Otro ejemplo más allá de Marruecos es el de Corea del Sur. Tras aligerar las medidas de confinamiento por el covid-19, se ha vuelto a dar un brote del virus en una zona de ocio LGTBI. Según The Guardian, el Gobierno ha pedido los datos de las 3000 personas que pasaron por bares gais, lo cual está despertando una caza de brujas similar, señalando a todos aquellos que salgan contagiados, sufriendo el doble estigma: por contraer el virus y por formar parte del colectivo.
«La empresa que gestiona la tarjeta de crédito me dijo que han compartido mi información de pago en esa zona con las autoridades. Me siento atrapado, cazado. Si me hacen la prueba, mi empresa sabrá que soy homosexual. Perderé mi trabajo y me sentiré humillado públicamente. Siento que mi vida está a punto de colapsar. Nunca antes he tenido tendencias suicidas y nunca creí que las tendría, pero ahora las tengo», cuenta al diario Lee Youngwu, uno de los muchos surcoreanos cuya privacidad ha sido expuesta.
Aunque los casos de ambos países puedan sonar lejanos, tenemos que ser conscientes que una filtración masiva de datos puede afectarnos a todos negativamente, independientemente de nuestro género, orientación sexual o clase social. Estos ejemplos demuestran la peligrosidad de ceder nuestra privacidad a empresas e instituciones que no dudarán en usarlos en nuestra contra, y que es muy fácil perder el control de nuestra vida privada.