DOS MANZANAS.- A sus 93 años, Joseph Ratzinger no desaprovecha una ocasión para cargar contra la equiparación de derechos de las personas LGTBI. En una biografía que ha salido a la venta este lunes, el papa emérito se queja de que las opiniones homófobas tengan cada vez menos reputación. «Hace cien años, a cualquiera le parecería absurdo hablar de matrimonio homosexual. Hoy está socialmente excomulgado quien se oponga», se lamenta Benedicto XVI. El expontífice advierte del «poder del Anticristo» en una «dictadura mundial de ideologías aparentemente humanísticas».
La obra biográfica Benedicto XVI. Una vida, escrito por el periodista Peter Seewald, salió a la venta el pasado lunes en su versión original alemana. El autor conoce a fondo al papa emérito, de quien ha publicado varios libros basados en entrevistas. Entre ellos Luz del mundo, en el que, siendo aún papa, Ratzinger sostenía que la homosexualidad «está contra la naturaleza de lo que Dios ha querido». Seewald ha escrito ahora una biografía en la que repasa la trayectoria del expontífice, quien a sus 93 años se reafirma en las posiciones reaccionarias que marcaron su papado (2005 – 2013).
Por lo que se refiere a sus posiciones rabiosamente LGTBIfobas, todo sigue igual. Benedicto XVI lamenta que «hace cien años, a cualquiera le parecería absurdo hablar de matrimonio homosexual», mientras que hoy en día «está socialmente excomulgado quien se oponga». De igual manera rechaza el aborto y la fecundación artificial, que tacha de «producción de personas en el laboratorio».
El expontífice advierte del «poder del Anticristo» sobre la sociedad moderna y cree que «la verdadera amenaza para la iglesia» está en una supuesta «dictadura mundial de ideologías aparentemente humanísticas». Unas palabras que recuerdan al ominoso concepto de «ideología de género», que Ratzinger comparte con la extrema derecha global como látigo para atacar al feminismo y los derechos LGTBI. La victimización de los propagadores de odio es otra de las tácticas que empleó extensamente durante su papado.
Joseph Ratzinger: un pontificado marcado por la LGTBIfobia
En cualquier caso, no suponen ninguna novedad las opiniones de Ratzinger, cuyo pontificado estuvo marcado por la homofobia más desalmada. Hasta sus últimos días como papa, la aversión de Ratzinger hacia la diversidad sexual formó parte nuclear de su discurso. Baste recordar la alocución, unas semanas antes de su renuncia, en la que atacaba con dureza las reivindicaciones de la comunidad LGTBI, o la inclusión pocos días antes del matrimonio entre personas del mismo sexo como uno de los elementos que a su juicio amenazan la paz mundial. El entonces papa reiteraba que la homosexualidad y el sacerdocio católico eran incompatibles (una posición que comparte con el papa actual) e insistía en que los candidatos al mismo deben ser elegidos cuidadosamente para evitar que homosexuales puedan ser finalmente ordenados.
Fuera del ámbito estrictamente eclesiástico, el pontificado de Ratzinger se caracterizó por su activa oposición a cualquier avance en materia de derechos LGTBI en la legislación civil. Allí donde se discutía un avance, por pequeño que fuera, allí que la jerarquía católica actuaba para oponerse. Si en la India se discutía la despenalización de la homosexualidad, la iglesia católica se oponía. Si en Chile se discutía la aprobación de una muy tímida ley de uniones civiles, la iglesia católica se oponía. Si en España, Francia o Reino Unido se discutía la apertura del matrimonio a las parejas del mismo sexo, la iglesia católica se oponía promoviendo incluso manifestaciones multitudinarias con una fiereza jamás vista a la hora de reivindicar la justicia social o la lucha contra la pobreza.
Bajo el mando de Benedicto XVI, la Santa Sede lideró también la oposición a una declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas, firmada entonces por 66 países, para pedir la despenalización universal de la homosexualidad. Ni los países de mayoría musulmana, ni Estados Unidos (que se sumó posteriormente, tras la primera victoria electoral de Barack Obama) ni Rusia ni China quisieron estampar su firma. Por no mencionar la oposición vaticana, en julio de 2011, a otra histórica resolución sobre la orientación sexual e identidad de género aprobada por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, con sede en Ginebra, que por primera vez condenó de forma expresa los actos de violencia y discriminación en cualquier lugar del mundo por razón de orientación sexual e identidad de género.