Si no actuamos ahora para prevenir y responder en medio de la pandemia, las consecuencias serán desastrosas
SIMON LEWCHUK. EL PAÍS.- Al igual que las familias de todas partes del mundo, mi familia y yo hemos visto nuestras rutinas habituales completamente trastocadas en las últimas semanas a causa de la pandemia de Covid-19. Somos relativamente jóvenes y saludables, por lo que no estamos demasiado preocupados por enfermar gravemente por el coronavirus, pero tenemos otras muchas preocupaciones: ¿cómo vamos a asegurar que nuestros hijos continúen aprendiendo? ¿Tendremos acceso a los alimentos que necesitamos? ¿Cómo nos veremos afectados por la recesión económica?
A pesar de cómo esta pandemia me afecta directamente, no puedo dejar de pensar en lo que sucederá a medida que el virus continúe propagándose a países de bajos ingresos, frágiles o afectados por conflictos; lugares donde las personas, especialmente los niños, ya viven en situaciones precarias y difíciles.
Comprensiblemente, ya sea en los países desarrollados o en los lugares más difíciles del mundo, se prestará mucha atención a si los sistemas de salud pueden manejar la afluencia de pacientes, si habrá suficientes suministros y respiradores, y si las pruebas se pueden realizar lo suficientemente rápido para una detección oportuna. Sin embargo, a pesar de lo cruciales que son estas preocupaciones, existen otros impactos de la Covid-19 que requieren atención y acción urgentes, como lo es el aumento del riesgo de violencia contra los niños.
A medida que los Gobiernos piden a millones de menores que se queden en casa y cierran escuelas y espacios públicos para contener el brote, los niños, especialmente los más vulnerables, se enfrentarán a mayores riesgos de angustia psicológica, violencia y exclusión social.
¿Hemos vivido ya situaciones como esta?
Las crisis como esta pandemia exacerban las vulnerabilidades existentes y crean otras nuevas. En ninguna parte es esto más cierto que en los contextos frágiles y afectados por conflictos, los lugares más difíciles para ser un niño.
Las experiencias recientes con el ébola en África occidental y la República Democrática del Congo (RDC) son ejemplos de los efectos devastadores que las emergencias de salud pública pueden tener en las comunidades vulnerables. Los expertos están ahora siguiendo muy de cerca las lecciones aprendidas del ébola para ayudar en los preparativos y la respuesta que debe aplicarse frente a la Covid-19, lo que debe incluir asistencia vital para las organizaciones mundiales de salud.
Pero no debemos olvidar una lección clave sobre el ébola aprendida por la comunidad humanitaria internacional: esta crisis de salud pública estuvo acompañada por picos de abuso, explotación sexual, matrimonios forzados, trabajo infantil y otras formas de violencia contra la infancia. Efectos de una epidemia a los que no se prestó la atención necesaria.
Las razones de este aumento de la violencia son muchas y están bien documentadas. Los niños se quedaron solos, separados de sus padres y cuidadores debido a hospitalización, enfermedad o muerte de estos. Los sistemas normales diseñados para mantenerlos seguros, ya sean estructuras de bienestar infantil o mecanismos basados en la comunidad, se debilitaron. Las medidas de cuarentena hicieron a los pequeños más vulnerables. Las respuestas de protección infantil se retrasaron o no se integraron lo suficiente.
A través del trabajo para apoyar a las comunidades afectadas por el brote de ébola en el este de la RDC, una región que ya está atrapada en un círculo vicioso de conflicto y violencia, hemos sido testigos de la separación de menores de sus familias, la pérdida de cuidadores, el estigma y la interrupción de actividades cotidianas como la escuela y jugar con amigos. Los niños con los que hemos podido hablar durante este tiempo expresaban que se sentían tristes, aislados y estresados como resultado de este proceso.
«Siempre estoy muy triste porque es papá quien hacía todo por nosotros, pagaba las tasas escolares y solía traernos comida y ropa. Pero no sabemos cómo sobrevivir hoy en día», dijo Happy, de 10 años.
La escuela ayuda a mantener a los niños seguros
Como parte de los esfuerzos de los gobiernos para contener la pandemia de Covid-19, más de 150 países han implementado cierres de escuelas e instituciones educativas, afectando al 80% de la población estudiantil del mundo. Escuelas como la de la foto, en Mithapukur, Bangladesh, están cerradas en un esfuerzo de «aplanar la curva». Pero para muchos niños, los centros educativos son un medio vital esencial y un entorno protector.
“Siempre estoy muy triste porque es papá quien hacía todo por nosotros, pagaba las tasas escolares y solía traernos comida y ropa. Pero no sabemos cómo sobrevivir hoy en día». — Happy, 10 años.
Las investigaciones a lo largo de los años muestran que la educación puede dar a los niños una sensación de seguridad, normalidad y esperanza para el futuro; que es un factor poderoso para prevenir el matrimonio infantil y otras formas de violencia. Además, que las escuelas son una plataforma esencial para que los niños aprendan sobre sus derechos; y que es crucial para fomentar la cohesión social y promover la paz y la reconciliación. Asimismo, los maestros a menudo pueden ser el primer punto de contacto para los niños que sufren violencia y pueden denunciar o hacer referencias a los sistemas de protección infantil cuando han experimentado violencia.
Si bien las interrupciones provocadas por la pandemia en los países de Occidente presentan muchos desafíos prácticos que debemos tener en cuenta para los estudiantes, cuidadores y educadores, no debemos olvidar que para muchos niños del mundo, no ir a la escuela es otra amenaza para su bienestar y protección.
Debemos actuar ahora para proteger a los niños
Si no actuamos ahora para prevenir y responder a la violencia contra los niños en medio de la pandemia de Covid-19, las consecuencias serán desastrosas. La violencia es una violación de los derechos de la infancia, afecta negativamente a su salud y bienestar, limita su potencial y alimenta los ciclos de mayor violencia y desigualdad de género.
Por tanto, podemos decir que sí, la Covid-19 sí afecta a los niños. No podemos permitirnos esperar o tratar el riesgo de violencia contra ellos como una preocupación secundaria. Los impactos en ellos serán inmediatos y su coste demasiado alto.