“No es casual que sea en momentos como el actual cuando se multiplican la difusión de bulos, campañas de desinformación o grandes operaciones de influencia y propaganda”
ANTONIO FERNÁNDEZ. EL CONFIDENCIAL.- “Desinformar es difundir deliberadamente información falsa, manipulada o sesgada con propósitos hostiles”. La frase se encuentra en el informe ‘Crisis del coronavirus: la desinformación del separatismo catalán como desafío estratégico para España’. Firma el informe Nicolás de Pedro, ‘senior fellow’ de The Institute for Statecraft. El Instituto de Seguridad y Cultura lo acaba de publicar este jueves. En él, aborda los intentos de desacreditar a los adversarios, especialmente, aprovechando la crisis del Covid-19. “No es casual que sea en momentos como el actual cuando se multiplican la difusión de bulos, campañas de desinformación o grandes operaciones de influencia y propaganda”, dice.
Nicolás de Pedro es miembro de EU-Rusian Experts Network on Foreing Policy (Euren), experto en la guerra de desinformación de Rusia, fue consultor sobre asuntos rusos y euroasiáticos para el Parlamento Europeo, es miembro del European Union Central Asia Monitoring (Eucam) y de 2009 a 2018 fue investigador principal de Cidob, además de profesor asociado en diversos másteres universitarios.
El historiador (este es uno de sus títulos) denuncia en su informe, fechado el 2 de abril, que desde el estado de alarma, las redes sociales se han visto bombardeadas con mensajes del independentismo que apelan al discurso del odio. “Para comprobarlo, basta visitar Twitter estos días y constatar, por un lado, el consenso generado entre activistas y académicos respetados y respetables y de sensibilidad nacionalista con respecto a la ‘recentralización’ en marcha o el ‘155 encubierto’ como única respuesta del Estado frente al coronavirus. Y, por otro lado, constatar con qué profundidad ha calado un discurso de odio hispanófobo en un segmento no desdeñable de este independentismo impermeable a cualquier otra narrativa, alimentado ahora con la teoría de que el coronavirus ‘viene y es culpa de Madrid’, de un Estado al que no le importan la ‘muerte de los catalanes’ o que, simplemente, con la ‘independencia, habría menos muertos”.
Denuncia también que “el envío de cartas por parte de una institución paraestatal como la Asamblea Nacional Catalana (ANC) a los cónsules destinados en Barcelona culpando ‘a los madrileños de la propagación del coronavirus’ y acusando a la Guardia Civil de ‘retener y requisar’ material sanitario con destino a Igualada —uno de los principales focos de la pandemia en Cataluña— muestra cómo desde la Generalitat se está tratando de fijar en el imaginario nacionalista una narrativa insidiosa de tono conspirativo que puede envenenar la convivencia cívica, tratando, al mismo tiempo, de difundirla internacionalmente”.
Aprovechar la crisis del coronavirus
El informe recoge tuits independentistas que apoyan las teorías que se mantienen en el texto. Como uno de Carles Puigdemont, del 14 de marzo, que acusa a España de extender el virus en Cataluña porque la quiere “antes infectada que rota”. También recoge uno del exvicepresidente catalán Josep Lluís Carod-Rovira que, aprovechando el color amarillo del anuncio del Ministerio de Sanidad contra el virus, acusa que los lemas de este no van contra la pandemia sino contra Cataluña. También recoge el de una activista (luego retuiteada por, entre otros, la expresidenta del Parlament Núria de Gispert), que puso sobre la mesa la idea de que si Cataluña fuese una república “morirían menos catalanes”, acusando así a España de fomentar los fallecimientos.
Asimismo, recoge un tuit del concejal de la CUP de Vic Joan Coma, que anima a que “si vemos al Ejército, abracémoslos fuerte, tosiéndoles en la cara”. Y otro del activista Mark Serra, conocido supremacista, que advirtió: “Si me contagio, iré a escupir a la cara a colonos catalanes traidores a los que les tengo ganas desde hace tiempo y son tan culpables de esta situación como España”. Otro de los tuits es el de Òmnium Cultural despreciando el despliegue de la UME para ayudar contra la pandemia. No falta el polémico tuit de Clara Ponsatí riéndose de los muertos de la capital (“De Madrid al cielo”, con el retuit de Puigdemont). O uno de Laura Borràs, jefa de filas de JxCAT en el Congreso, criticando el uso de la Policía y las Fuerzas Armadas en las ruedas de prensa sobre el coronavirus. O el del consejero de Políticas Digitales, Jordi Puigneró, identificando el estado de alarma con la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Todos ellos son ejemplos de la campaña de desinformación del independentismo. Porque el informe alerta de que Rusia y China son dos superpotencias que están aprovechando el momento para lanzar esas campañas, aunque con notables diferencias: “China parece apostar por la búsqueda de la supremacía narrativa y el control del relato en un planteamiento más ambicioso y de largo alcance”, subraya. Su meta es enterrar el origen de la crisis en Wuhan. Recuerda, no obstante, que “la desinformación no es, obviamente, patrimonio de Rusia o China”. Y a las pruebas se remite.
Las noticias falsas generan efectos reales
En un capítulo que lleva por título ‘Desinformación e internacionalización del proceso independentista catalán’, Nicolás de Pedro señala que “en Cataluña se asiste a un fenómeno inédito de desobediencia institucional desde dentro y desde fuera del mismo Estado democrático al que se pertenece y se combate. El ‘procés’ ha tenido mucho de simulación, impostura y ambigüedad, pero si algo ha quedado constatado en el último lustro, es que las noticias falsas generan efectos reales”.
Arguye también que en esta comunidad ha habido una patrimonialización del concepto de identidad catalana durante tres décadas de ‘construcción nacional’. “Esa hegemonía se alimenta a sí misma promocionando y subvencionando a los afines y expulsando, progresivamente, al disidente”, afirma. Y señala a continuación: “Paso a paso, se articula un discurso hegemónico y un ecosistema informativo y comunicacional paralelo o alternativo con respecto al resto de España. Los medios de comunicación públicos, como TV3 y Catalunya Ràdio, juegan un papel central en la articulación de esa narrativa nacionalista incontestada y trufada de agravio y victimismo permanente con relación a una España caracterizada siempre como autoritaria, zafia, agresiva y hostil”.
El informe termina señalando las 10 claves “para entender la estrategia de desinformación del separatismo catalán”. En este apartado, explica que “cuarenta años de proceso de ‘construcción nacional’ han generado una hegemonía política y cultural a nivel institucional, mediático y educativo”. Además, apunta al “silenciamiento de la fragmentación y de la división política en Cataluña”, así como a la “monopolización del espacio público con lazos amarillos y otras campañas”.
Más claves para entender este proceso son, por ejemplo, un “sistema clientelar de subvenciones a afines”, el papel central de los medios públicos (TV3 y Catalunya Ràdio), la “articulación de una omnipresente narrativa victimista con respecto a España”, la “deslegitimación de la democracia española y apelación a la mediación exterior para presentar un conflicto entre Cataluña y España”, la “promoción de un discurso del odio con relación al coronavirus como pandemia que ‘viene y es culpa de Madrid’, dado que al Estado no le importa la ‘muerte de los catalanes” y el “efecto acumulativo y erosionante de la desinformación y de la hegemonía discursiva nacionalista”.