Un español cuenta su odisea en la India, donde se oculta en un hotel ante los casos de agresiones a extranjeros
PATRICIA ORTEGA DOLZ. EL PAÍS.- Manuel de Luca, un cocinero barcelonés de 38 años, llegó a la India el pasado 17 de enero para comprobar el funcionamiento de la ONG Imparable, una escuela para niños pobres fundada por él hace un año en Bodh Gaya, al noreste del país. Pasados unos días decidió viajar un poco por el país, solo. La crisis del coronavirus le pilló, junto a otros 60 turistas extranjeros, en un archipiélago paradisiaco en medio del Índico, ya próximo a Tailandia, las islas Andamán y Nicobar. “Una especie de Canarias, pero con una gran extensión de reserva natural en la que todavía viven tribus que disparan con flechas a los foráneos, completamente aisladas del resto del mundo”, resume por teléfono.
Como muchos turistas, y a la vista de las informaciones que le llegaban desde España, De Luca decidió quedarse en Neil, una de las islas más pequeñas del archipiélago, donde no se había registrado ni un solo caso de Covid-19. Sin embargo, la noche del pasado 18, el dueño de la pensión en que se alojaba le hizo salir de su habitación junto al resto de turistas y les reunió en recepción con un grupo de policías armados que, “de muy malas maneras”, les emplazaron a abandonar la isla en un barco que salía esa misma madrugada. “Ni papeles, ni documentos, ni nada: todos a los taxis y todos al barco”, recuerda. “Habían ido sacando a los turistas de los hoteles de todas las islas y nos juntaron en ese barco que nos llevó a la isla principal, Port Blair, y de allí directamente al aeropuerto, siempre escoltados por la policía. Nos empujaban armados con metralletas y palos y nos decían “¡corona!, ¡corona!, como ganado apestado”, relata De Luca, quien recogió el momento en un vídeo.
En el aeropuerto de Portblair les obligaron a comprar un billete de avión “a Calcuta o a Chennai”, que partía una hora más tarde. “Mientras esperábamos en la cola tuvimos que soportar que el personal de limpieza del aeropuerto nos rociara con limpiacristales”, recuerda. Finalmente, y tras hablar con el cónsul general de España, decidieron ir a Chennai, porque había menos casos de Covid-19 que en Calcuta. “El cónsul nos aconsejó Calcuta porque había más gente y quizá más vuelos para salir, pero casi todo el grupo optó por Chennai”, explica De Luca. Este periódico trató de contactar ayer sin éxito con la embajada y el consulado.
Al aterrizar, un grupo de 30, nadie les quería en ninguna parte: “Ni los que nos habían enviado nos daban una solución, ni las autoridades del aeropuerto, ni ningún hotel quería alojarnos”, cuenta. Al final, encontraron uno, “la antigua embajada turca”, que aceptaba huéspedes extranjeros y allí fueron todos. Desde entonces están ocultos en el hostal: dos españoles, dos estadounidenses, siete franceses, una alemana, tres suizos, seis japoneses, un británico, una argentina, dos rusos, una austriaca y cuatro indios de otras zonas del país. No se atreven a salir, “ni para renovar el visado”, porque el que lo ha intentado ha sido apaleado, como prueba con otro vídeo.