Alá ‘ist groß’: Alemania quiere formar a sus propios imanes para evitar la radicalización

| 9 febrero, 2020

La inmensa mayoría de los imanes se han formado más allá de sus fronteras y muchos ni siquiera predican en alemán. Y el gobierno quiere acabar con ello formándolos en el país germano

ANTONIO MARTÍNEZ. EL CONFIDENCIAL.- Casi todos de los imanes en Alemania son extranjeros. La inmensa mayoría se han formado más allá de sus fronteras y muchos ni siquiera predican en alemán. Berlín quiere acabar con eso para tratar de evitar que el islamismo aproveche ningún hueco para colarse. Y porque en muchas mezquitas, en demasiadas para gusto del Gobierno alemán, se intuye la larga mano de la Turquía del presidente Recep Tayyip Erdogan y su capacidad de influir políticamente en la principal minoría del país.

Se estima que en Alemania -con más de 82 millones de habitantes- viven unos cinco millones de musulmanes. Además, el país más poblado de la UE acoge a más de tres millones de personas de origen turco (entre los nacidos allí y sus descendientes) y decenas de miles de sirios, muchos de ellos refugiados llegados a partir de 2015. En todo el territorio nacional se calcula que hay unas 2.750 mezquitas y varios miles de imanes que cada viernes dirigen la oración en sus comunidades. Pero sólo unos 120 de ellos se han formado en Alemania.

La inmensa mayoría de los imanes que ejercen en Alemania proceden de otros países. Según un estudio de la fundación conservadora Konrad Adenauer, casi el 90%. La mayor parte proceden de Turquía, pero también hay un número importante del norte de África, de Albania, de la antigua Yugoslavia, Egipto e Irán. E incluso algunos de los nacidos en Alemania, como es el caso de los de ascendencia turca, viajan a Ankara y Estambul a formarse.

El Gobierno alemán percibe esta situación como problemática. La propia canciller Angela Merkel lo reconoció en una interpelación parlamentaria en el Bundestag, en la que abogó por aumentar los centros de estudios del islam en Alemania para poder satisfacer la demanda local de imanes con profesionales formados en el propio país, un modo también de controlar el tipo de islam que impartirían luego después esos imanes. «Necesitamos desde mi punto de vista también más formación para imanes en Alemania. Eso nos va a hacer más independientes y es necesario para el futuro», aseguró. En este asunto le apoyan la mayoría de partidos en el arco parlamentario, de Los Verdes a los liberales, pasando por los socialdemócratas y sus propios conservadores (pero no la ultraderechista Alternativa para Alemania, AfD, que entiende la iniciativa como un paso más en la «islamización» del país).

Contra la radicalización

El Ejecutivo alemán trata así de atajar dos cuestiones bien distintas. La primera es la lucha contra la radicalización y la difusión del islamismo. Esto puede producirse porque los descendientes de turcos, que se manejan mejor en alemán que en la lengua de sus padres, no encuentran mezquitas en un idioma en el que se sientan cómodos y recurren a internet, donde proliferan los mensajes que promueven la radicalización. Pero también quiere evitar el gobierno los grupos cerrados que favorecen el integrismo. Un ejemplo a este respecto es Anis Amri, el terrorista que irrumpió con un camión en un mercadillo navideño en Berlín en 2016 y mató a 12 personas. Este joven tunecino acudía habitualmente a una conocida mezquita del barrio de Moabit frecuentada por salafistas.

El número de radicales detectados por los servicios secretos alemanes no para de crecer. Según las estimaciones de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), la inteligencia interior, en 2018 en Alemania había unas 26.560 personas con potencial islamista, casi mil más que en el año anterior. La mayoría pertenecen a movimientos salafistas, aunque también hay miembros de los Hermanos Musulmanes e incluso de distintas células de Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS).

Frenar la influencia extranjera

El segundo problema es cualitativamente distinto. Es la creciente influencia de Erdogan en la sociedad alemana a través de la minoría turca que lleva décadas asentada en el país. El Ejecutivo en Berlín lleva años preocupado por los intentos de Ankara de utilizarlos en su beneficio político, tanto para cuestiones internas -como la activación de potenciales votantes conservadores en las elecciones- como en sus rifirrafes diplomáticos con Alemania.

Estos recelos se centran en la Unión Turco-Islámica de Asuntos Religiosos (Ditib), la mayor asociación de mezquitas e imanes turcos de Alemania, con unas 960 comunidades (un tercio del total). Este colectivo mantiene estrechos lazos con el Gobierno turco. De hecho, el Directorio de Asuntos Religiosos (Diyanet), un ente que depende directamente de Erdogan, paga los salarios de los imanes turcos enviados al extranjero. La cosa no queda ahí. La Ditib ha sido investigada por la Fiscalía Federal alemana por un presunto delito de espionaje contra supuestos opositores de Erdogan. Las pesquisas, que finalmente fueron archivadas, apuntaban a que la información recopilada se enviaba a Ankara a través del consulado turco en Colonia.

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