Arrecian las críticas contra las empresas que proporcionan apoyo digital a los colectivos extremistas que difunden sus contenidos en la red
JOSEP LLUÍS MICÓ. LA VANGUARDIA.- Estados Unidos está viviendo un intenso debate sobre el discurso del odio en internet. No hay leyes específicas sobre esta cuestión en el país. En términos generales, las autoridades parten de la premisa de que no es su trabajo decidir qué tipos de mensajes deberían prohibirse. El Gobierno considera que esta responsabilidad recae sobre las empresas que fabrican y comercializan la tecnología que soporta las comunicaciones en el entorno virtual.
A medida que la web se inunda de contenido extremista y los incidentes violentos se suceden, también crece la presión pública para que estas compañías asuman el desafío. La mayor atención se ha centrado en las grandes potencias digitales, empezando por Google. Sin embargo, el papel de muchas otras organizaciones es tan relevante como el suyo, o más. Y, como denuncian múltiples colectivos, estas parecen haber abdicado de su dimensión ética.
Proliferan las entidades sin ánimo de lucro que estudian el escenario 2.0 e intentan contrarrestar los efectos negativos de la actuación de aquellos que, sin escrúpulos, se preocupan únicamente por seguir ingresando dinero en sus cuentas. Esta es la función que desempeñan grupos tan distintos entre sí como Esperanza no odio, el Proyecto contra el extremismo, la Liga anti-difamación, el Centro de leyes de la pobreza del sur y la Red canadiense contra el odio.
Sus responsables trabajan de manera incansable para identificar páginas y perfiles que propagan estos discursos tan peligrosos por la web. Igualmente, detectan sitios mantenidos por los supremacistas blancos, los nazis, el Ku Klux Klan (KKK), las asociaciones dedicadas a despojar de sus derechos a los inmigrantes y las personas LGTBI. En sus listas se puede encontrar incluso a neo-confederados, odinistas racistas, una cervecera nacionalista y un portal de citas sólo para blancas y blancos.
Empresas sospechosas y poco conocidas entre el gran público, como Cloudflare, Tucows (y su filial eNom), Endurance International Group y, en especial, GoDaddy (y su subsidiaria Wild West Domains), les prestan su infraestructura en la nube, les ofrecen servicios de alojamiento, registro DNS, etc. No obstante, entre los supuestos proveedores aparecen nombres muy populares: Google, Amazon o Microsoft, por ejemplo.
Según los responsables de OVH, que trabajan con una decena de estas webs, corporaciones como la suya “no pueden ser árbitros de la moral”. En su caso, albergan las páginas de un capítulo del KKK, donde se ve una estrella judía en llamas, y de un partido alemán de extrema derecha, cuyos miembros, abiertamente racistas, no tienen reparos en gritar “¡Heil Hitler!” y arrojar botellas a la policía durante una protesta. Desde GoDaddy concluyen en este aspecto: “Si bien detestamo s el sentimiento de estos sitios, apoyamos una internet gratuita y abierta”.