JULIÁN GARCÍA. EL MUNDO.- El derbi del sur de la Comunidad de Madrid entre Getafe y Leganés, dos ciudades separadas por apenas cuatro kilómetros, se disputa en Primera División desde hace tres temporadas. Una rivalidad forjada durante años en categorías inferiores (este choque se ha jugado en 3ª, 2ªB y 2ª) y campos de tierra. Un duelo de mucha tensión. A veces, demasiada.
El sábado, antes de que Ángel Rodríguez decantara el encuentro con un doblete en la segunda mitad (2-0), los ultras del Getafe lanzaron diferentes objetos contra el autobús del Leganés a su llegada al Coliseum Alfonso Pérez, rompiendo una de las lunas laterales con una botella de cristal. Ningún miembro de la comitiva del conjunto pepinero resultó herido.
El partido, declarado de alto riesgo, estuvo blindado por unidades de antidisturbios de la Policía Nacional, que evitaron un enfrentamiento en la previa. A la llegada de los 800 aficionados visitantes, llovieron objetos en la Avenida Teresa de Calcuta, acceso principal al estadio getafense. Los agentes formaron un cordón que impidió acercarse a ambas hinchadas.
EL MOMENTO DE SORIA
En el césped el ambiente se mostró mucho más calmado. Amaneció intenso el cuadro de Pellegrino, obligando a David Soria a firmar dos notables estiradas. Roque Mesa y Recio, con dos disparos desde la frontal, probaron el nivel de concentración del guardameta.
En la otra portería, Maksimovic se topó con el poste en el ecuador del primer acto. Nada más acontecía en el derbi hasta que Ángel Rodríguez compareció. El canario, ejerciendo de nuevo como revulsivo, apareció en el segundo palo para cabecear picado y sentenciar en un mano a mano ante Cuéllar.
Un gol que mantiene la depresión en Leganés, incapaz de levantar cabeza, colista con sólo dos puntos en nueve jornadas. Mauricio Pellegrino vuelve a estar en la cuerda floja, un año después de que la directiva mantuviera en él la confianza a pesar de sus malos resultados. El técnico, entonces, logró revertir la situación. El tiempo juzgará si el argentino es capaz de repetir aquella gesta. Siempre que el club no decida fulminarle antes, claro.