Gracias a la denuncia de una madre se descubrió el chat con el título «The Shoah party», en el que entraban unos 300 jóvenes de toda Italia, 25 los indagados. Los investigadores afirman: «Violencia inaudita» y «escenas de brutalidad inenarrable»
ÁNGEL GÓMEZ FUENTES. ABC.- «He descubierto el infierno en el teléfono móvil de mi hijo. Las demás madres callaban». Esta dramática denuncia, presentada en una comisaría de carabineros, la hizo la madre de un adolescente de 13 años al descubrir con espanto el chat en WhatsApp que mantenía desde hacía meses su hijo con un numeroso grupo de jóvenes. Se intercambiaban vídeos pornográficos y de pedofilia con abusos sobre niños, con escabrosas escenas de sexo con menores y violencia inenarrable, escritos de apología del nazismo alabando a Adolfo Hitler, Benito Mussolini, al islamismo radical del Isis y colocaban frases enloquecidas contra inmigrantes y judíos. Este chat del horror, con blasfemias en cada frase, tenía un título que por sí solo pone ya los pelos de punta: «The Shoah party» (traducido al castellano como «La fiesta del cochinillo»).
Estaba gestionado por dos adolescentes de 15 años desde Rivoli, municipio de 48.000 habitantes a las puertas de Turín, y se extendía por toda Italia difundiendo fotos que los investigadores califican de «violencia inaudita” y «escenas de brutalidad inenarrable». Las imágenes las mezclan con comentarios absurdos, banalidad absoluta… , incluso mucho peor: «Yo a mi profe la violaría…».
Sin humanidad ni vergüenza
Gracias a la denuncia de una madre a los carabineros de Siena se abrió una investigación, que ahora tiene a 25 jóvenes indagados en 13 provincias: 16 de ellos están entre 13 y 17 años, y 9 con mayoría de edad, entre 18 y 19 años. La fiscalía de menores de Florencia los indaga por poseer y divulgar material pedopornográfico, incitación a la apología de la violencia y la discriminación por motivos raciales. No se conocían entre ellos. En este terrible y macabro «reino» de adolescentes se entraba si te presentaban y te invitaban con este enlace: «Clica aquí». Allí encontraban de todo: Militantes del Isis cortando cabezas, videos horrendos de violencia de todo tipo y de racismo que eran compartidos y suscitaban comentarios sin ningún sentido de humanidad. La leucemia y otras graves enfermedades de niños eran comentadas con burlas. Sin ninguna vergüenza.
«Si no hubiera sido por la denuncia de una madre, la investigación no hubiera partido. Un grupo de WhatsApp no conoce confines y aquellas expresiones degradantes de violencia se han extendido en muchas regiones de Italia», explican hoy los carabineros. Un aspecto muy llamativo del caso es que la madre que denunció al propio hijo se vio sola en su iniciativa: «Descubrí el chat por casualidad». Lo comentó, conmocionada por el horror, con otras madres. La liquidaron, sin escucharla, con encogerse de hombros. Les pareció que eran banalidades de adolescentes. Ella, con coraje, fue adelante y se presentó a los carabineros: «Créanme, es horrible». La escucharon y comprobaron que merecía la pena iniciar la investigación. Durante tres meses los carabineros estuvieron siguiendo mensajes, anotando teléfonos.
Padres sorprendidos
Se estima que al menos 300 adolescentes entraban y salían de «The Shoah party». Entre ellos había un estudiante del Politécnico de Turín, uno de los mayores con 19 años, que llegó desde la región de Apulia para estudiar en la universidad. Ninguno de los adolescentes vivía en ambientes con degrado. Una madre intenta justificar a su hijo: «Fue engañado por otro más grande». En general pertenecían a la clase media o acomodada de provincia. Ahora sus padres, sorprendidos, dicen que sus hijos no verán más los teléfonos móviles y que los llevarán al psicólogo.
La madre del adolescente que presentó la denuncia declara hoy a La Stampa: «Los padres tendrían que controlar. Es inaceptable que semejantes obscenidades sean difundidas por críos». Por su parte, el criminólogo Marco Bertoluzzo explica: «En el mundo virtual que comparten los adolescentes, para los más jóvenes no existe distinción entre justo y equivocado, no tienen conciencia de la complejidad en la que entran. Las redes sociales abren un mundo virtual que es invención, una película. Pero hay que hacerles una llamada a la conciencia sobre la responsabilidad del daño».