Con el 99,5% escrutado, el partido que dirige Jaroslaw Kaczynski obtiene el 43,8% de los votos en el Congreso, pero puede perder el Senado
PAULA CHOUZA. EL PAÍS.- Polonia ha refrendado este domingo en las urnas la deriva autoritaria del Gobierno ultraconservador de Ley y Justicia (PiS), aunque el partido podría controlar un poco menos la política del país. Con el 99,5% escrutado, el partido que dirige Jaroslaw Kaczynski obtiene el 43,8% de los votos en las elecciones al Congreso, un resultado que le permitiría seguir gobernando en solitario. Sin embargo, pese a ser el grupo más votado, y a falta del resultado final, el PiS puede perder la mayoría en el Senado, que daría a toda la oposición un asiento más. Su política de ayudas sociales y el crecimiento económico del país han conseguido fidelizar a su electorado. El resultado en la Cámara baja es prácticamente igual al que inicialmente le otorgaba la encuesta a pie de urna (43,6% de los votos y 239 diputados de un total de 460). La participación ha sido del 61,1%, la más alta desde los comicios de 1989 (62%).
Tras una campaña descafeinada, el PiS mejora sus resultados con respecto a la pasada legislatura, cuando obtuvo el 37,6% de los votos y 235 escaños. Mateusz Morawiecki, el actual primer ministro, buscaba un segundo mandato, aunque en la práctica el rostro de la campaña ha sido Kaczynski. «Hemos recibido mucho, pero merecemos más», afirmó el líder de la formación, sosteniendo un ramo de rosas rojas y blancas, nada más conocerse las encuestas. La centroderechista Coalición Cívica (KO), liderada por Malgorzata Kidawa-Blonska, de Plataforma Cívica (PO), y que concurría junto con Los Verdes, la liberal Nowoczesna e Iniciativa Polaca, obtiene el 27,2% de los apoyos. En los anteriores comicios, en los que PO se presentó en solitario, logró el 24,1% y 138 escaños.
La alianza de izquierdas, Lewica, queda en tercera posición con el 12,5% de los votos, un avance para los partidos que la conforman, hasta ahora extraparlamentarios. En cuarto y quinto puesto la unión de PSL/Kukiz’15 —el partido campesino el antisistema liderado por un antiguo roquero— con el 8,6% y la ultraderechista Konfederacja (Confederación), nueva fuerza en el Congreso, con el 6,8%.
Tras los cambios experimentados en los 30 años de democracia desde la caída del comunismo, que han convertido a Polonia en la sexta economía de la Unión Europea, el país ha vivido en la última legislatura una crisis institucional que ha puesto en peligro parte de estos avances, acercando alguna de sus políticas a las de la Hungría de Viktor Orbán. Su reforma del sistema judicial, que ha inquietado a Bruselas por considerar que socava la independencia de los magistrados y da el control al Ejecutivo; su discurso antinmigrantes —sobre todo al inicio del mandato— y contra los homosexuales y colectivos de defensa de los derechos de la mujer han marcado estos cuatro años de Gobierno. El PiS, apoyado por la Iglesia, se ha erigido en defensor de los llamados valores nacionales.
En el otro lado de la balanza, su popular política social, con una medida estrella implantada al poco de llegar al poder que otorga 100 euros al mes por cada hijo hasta los 18 años, ha mejorado la vida de buena parte de los polacos. A tan solo dos meses de los comicios, el Ejecutivo eliminó el impuesto sobre la renta para los menores de 26 años y en esta campaña también ha prometido pagas extra a los pensionistas, mayores inversiones en salud y duplicar el salario mínimo hasta los 925 euros de aquí a 2023. “Lo que estamos haciendo es bueno, factible y responsable”, declaró Kaczynski el domingo. “Repito responsable porque hay una parte de la sociedad que se ha dejado convencer de que nuestras medidas con el paso del tiempo supondrá un riesgo. No vamos a hacer nada que sea un riesgo. Hemos mejorado radicalmente las finanzas públicas y lo seguiremos haciendo”, declaró.
El profesor Adam Szymanski, de la Facultad de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de la Universidad de Varsovia, considera que son tres los motivos principales que llevan a los ciudadanos a votar al PiS: “Por un lado, los beneficios sociales que otorga el Gobierno; por otro, las personas se sienten por primera vez importantes porque compran la retórica populista del Ejecutivo, que proclama que son los primeros que se interesan por ellos; y por último, la ausencia de una oposición fuerte”. En su opinión, en Polonia existe una carencia en cuanto a la educación cívica. “La gente no entiende por qué es importante la Corte Constitucional”, lamenta.
Aunque es imposible adivinar cuáles serán los siguientes pasos del Gobierno de Ley y Justicia, Aleksander Smolar, analista político de la Fundación Stefan Batory, explica que hasta ahora varios elementos han servido de muro de contención frente a la deriva autoritaria del PiS. “La resistencia de cientos de jueces [que se movilizaron cuando se puso en marcha la reforma del Supremo]; la de la población, especialmente con las protestas de los dos primeros años de Gobierno; y la internacional, sobre todo la reacción de la UE”, afirma.
“Es importante venir a votar para cambiar al Gobierno, quizás ahora no sea posible, pero si queremos ser libres, tenemos que hacer todo lo necesario”, vaticinaba el domingo a mediodía Jakub, de 35 años, a las puertas de un colegio electoral ubicado en el corazón de Varsovia abarrotado. “Hay muchos jóvenes que no están contentos con este Gobierno. Para que el futuro cambie y sea mejor hay que votar”, comentaba Klaudia, de 28 años, sin mucha esperanza de lograr ese resultado.
En esa línea, el líder de Plataforma Cívica, Grzegorz Schetyna —que decidió no presentarse como candidato—, se dirigió a su electorado tras conocer los resultados. «Este es el único camino, seguir trabajando. Hay elecciones por delante, las presidenciales [en 2020], y vamos a ganarlas, es nuestra promesa”, concluyó.
MATEUSZ MORAWIECKI: EL HOMBRE ELEGIDO POR KACZYNSKI
Pese a haber buscado el puesto de primer ministro, Mateusz Morawiecki (Wroclaw, 51 años) no ha sido el rostro de la campaña del partido Ley y Justicia (PiS). Tampoco ha ejercido como líder del Gobierno desde que fue nombrado para el cargo en diciembre de 2017. Es imposible entender el ascenso de este hombre de la banca, un tecnócrata ajeno a la política antes de la llegada del PiS al poder en 2015, sin fijarse en la figura del ultracatólico Jaroslaw Kaczynski. El presidente del partido ha manejado el país desde la sombra en los últimos cuatro años. Una percepción compartida por analistas y personas de a pie. Morawiecki llegó al cargo a mitad de mandato. Por aquel entonces, la primera ministra Beata Szydlo gozaba de una gran popularidad dentro del país. En opinión de la doctora en Ciencias Políticas Malgorzata Kaczorowska, de la Universidad de Varsovia, Kaczynski decidió reemplazarla en el puesto por un hombre que proyectara otra imagen de Polonia en el exterior, pero también porque «tener el control de un político que goza de un gran apoyo social es bastante complicado, este puede empezar a ser independiente», comenta. «Morawiecki viene de fuera y no tiene más apoyo dentro del PiS que Kaczynski, él es su padrino», señala.
Formado en Administración de Empresas, fue director ejecutivo del Banco Santander de Polonia —filial del español—, y antes de ocupar el puesto de primer ministro, ejerció en este Gobierno como vice primer ministro y ministro de Desarrollo y Finanzas. Su padre, Kornel Morawiecki, fallecido en septiembre, fue líder de Solidaridad en Lucha, una de las escisiones radicales del movimiento Solidaridad y en la última legislatura ocupó un escaño en el Congreso por un partido de la oposición.