Los Dominican Don’t Play y Trinitarios, considerados los grupos más activos, mantienen una guerra sin cuartel en la que han «perfeccionado» sus ataques
AITOR SANTOS MOYA. ABC.- Usera, Tetuán, Carabanchel, Villaverde y Puente de Vallecas son los cinco distritos que más sufren la violencia de las bandas latinas en Madrid. Así lo corroboran a este periódico fuentes de la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional, que señalan a los Trinitarios y Dominican Don’t Play (DDP) -formados a partir de una escisión de los primeros- como los grupos más activos y peligrosos. En los últimos tres días han protagonizado diferentes enfrentamientos en Lavapiés, Usera y Puente de Vallecas, en un macabro «juego del ratón y el gato» que el lunes por la noche terminó con cuatro jóvenes heridos de carácter grave, uno de ellos acribillado a balazos en la zona lumbar y la espalda.
El problema no es nuevo; si bien, los expertos policiales apuntan a un carácter cíclico de las disputas, con estallidos muy concretos en diferentes épocas del año. Pese a que la vigilancia nunca cesa, el verano ha sido particularmente tranquilo. «Y, sin embargo, en el último fin de semana hemos registrado tres sucesos que se han saldado con 20 detenidos», apostillan las mismas fuentes, conscientes de una compleja problemática marcada en los últimos tiempos por el incremento de las armas de fuego. «Para ellos es muy fácil modificarlas», añaden.
Otra de las señas de identidad que ha variado es la menor exhibición de sus símbolos, a fin de pasar más desapercibidos. A diferencia de los primeros pandilleros llegados a España, divididos principalmente entre los Latin Kings y Ñetas -dos bandas rivales, caídas en desgracia por los sucesivos golpes policiales-, los miembros de los DDP y Trinitarios son más reacios a vestir con colores llamativos que los identifiquen de cara a los agentes y otros «capítulos», como así se hacen llamar las facciones territoriales asentadas dentro de los grupos. «Aunque siguen llevando sus pañuelos y collares representativos, saben que la Policía los tiene controlados, por lo que intentan siempre esconderlos un poco más», remarcan desde la Brigada de Información.
A ello se suma el carácter más «informal» de los dominicanos, distanciados de la habituales estructuras rígidas que se rigen por la obediencia ciega a sus líderes. El hecho de que no tengan las cúpulas tan definidas complica sobremanera la desarticulación de estas bandas, enfrentadas a muerte y nutridas en gran medida por menores de edad. «Eso no ha cambiado. Los captan muy jóvenes en institutos y colegios para que vayan aprendiendo el “oficio”», advierten los investigadores.
Respecto a sus puntos de reunión, los pandilleros continúan moviéndose en parques y plazas («Suelen parar por las mismas zonas y cuando quieren ir a por otros grupos salen a buscarlos»), aunque en el último año -según consta en la última Memoria de la Fiscalía de la Comunidad de Madrid- se ha detectado una tendencia a okupar pisos vacíos, en los que poder dedicarse al trapicheo de drogas y otras actividades delictivas. Las discotecas de ambiente latino, muchas de ellas sin licencia o con diferentes ilegalidades en su haber, son otros de los lugares de esparcimiento de estos individuos.
En uno de ellos, el bar Azúcar Drink Billar, en la calle de Topete, 5 (Tetuán), fue asesinado a tiros en 2017 Alexander del Villar Reinoso, alias Velo Velo, un líder trinitario al que los DDP «sellaron el billete» después de una noche de juerga en un conocido local de la zona de Azca. Aquel suceso, indican otros mandos policiales, supuso un punto de inflexión en una vertiginosa guerra que de un tiempo a esta parte se ha recrudecido.
Para conseguir que el trabajo policial tenga una respuesta contundente en los juzgados, los agentes deben elaborar exhaustivos informes en los que quede probado que las personas detenidas pertenecen a una banda latina. «De esta forma se les puede acusar de tenencia ilícita de armas», recalcan. Es el caso de los «bolomachetes» -cuchillos con hojas de hasta 45 centímetros-, que se pueden adquirir sin permiso en cualquier armería, siempre y cuando no estén afilados. «Los preparan para atacar y si les pillamos con ellos encima solo les cae una sanción administrativa».
Desde hace cuatro años, la Fiscalía madrileña ha verificado un repunte de los niveles de delincuencia relacionados con las bandas latinas, que cerraron 2018 con un homicidio, nueve tentativas y 65 arrestados -que pasaron por la propia Fiscalía-, en un total de 33 acciones delictivas. De todos los detenidos, 19 son miembros probados de los DDP, siete de los Trinitarios, seis de los Ñetas y uno de los Latin Kings. En la memoria presentada anteayer, el Ministerio Público alude a una importante «cifra negra» de delitos que no se denuncian, en razón a las características de actuación secreta y violenta de estas bandas.
En ese sentido, las fuentes consultadas advierten de la dificultad de los integrantes para abandonar a sus grupos: «Los que salen reciben continuas amenazas, en las que se incluye a sus familiares». El distanciamiento de los jóvenes de su entorno social originario (familia, trabajo, amigos…) es aprovechado por los pandilleros para introducirles, sin «posibilidad» de retorno, en el seno de estas organizaciones. Con el objetivo de demostrar su «valía», los noveles tienen que realizar diferentes tropelías para obtener el visto bueno de sus nuevos compañeros. «En ocasiones, deben soportar palizas o ser ellos los que las propinen a otras personas», subrayan. Es la ley del más fuerte, pero llevada hasta el último extremo.