El excanciller alcanza un 37,2% de los votos, casi seis puntos más que hace dos años, y su exsocio de extrema derecha se hunde 10 puntos
SARA VELERT. EL PAÍS.– El conservador Sebastian Kurz ganó este domingo con claridad las elecciones anticipadas en Austria tras el escándalo de corrupción que afectó a su exsocio ultraderechista (FPÖ) y rompió en mayo el Gobierno. El excanciller (ÖVP) ha salido indemne del fracaso de la coalición que forjó con la extrema derecha y aumentó los votos hasta el 37,2% frente al 31,5% de hace dos años. Los ultranacionalistas han pagado la factura de una crisis que desataron ellos mismos y se han hundido hasta el 16% (10 puntos menos). Los socialdemócratas retroceden hasta su peor resultado desde 1945, mientras que Los Verdes retornan con fuerza al Parlamento. Kurz tiene ahora abiertas varias opciones de coalición.
El conservador no descartó durante la campaña al FPÖ, pero algunos dirigentes de ese partido se veían anoche más en la oposición. Los aplausos y gritos de alegría en la sede del ÖVP en Viena contrastaron con las caras largas en la central de la ultraderecha, donde tras las primeras proyecciones el secretario general, Harald Vilimsky, apeló a “abrir una nueva etapa”. Más claro fue el segundo del partido, el exministro ultra Herbert Kickl: “El resultado nos hace retroceder 10 años. No veo un mandato para gobernar”.
Los dos partidos que se aliaron en 2017 son la cara y cruz de las elecciones adelantadas de este domingo. Kurz ha sobrevivido con la popularidad intacta a la mayor crisis política en la historia reciente de Austria y al fracaso estrepitoso de la alianza que forjó en 2017 con el FPÖ, que de la mano del conservador entró por tercera vez en un Ejecutivo nacional. En una primera comparecencia tras las proyecciones de voto —el resultado final se conocerá a partir de hoy con el recuento de los sufragios por correo—, Kurz dio las gracias a la militancia y los electores por un resultado por encima de las expectativas tras “unos meses duros”. “Es una gran responsabilidad, prometo que daremos lo mejor de nosotros”, afirmó. Kurz anunció ya en campaña que hablará con todos los partidos antes de encarar la negociación de una nueva coalición de gobierno. Todos le han pedido que excluya una reedición de la alianza con los ultras.
La publicación de un vídeo grabado con cámara oculta al ya exlíder ultra Heinz-Christian Strache en una casa en Ibiza acabó entre sospechas de corrupción con el primer Gobierno de Kurz en mayo. En la grabación, Strache proponía a una falsa oligarca rusa contratos públicos a cambio de ayuda electoral. El vicecanciller ultra dimitió, pero Kurz decidió finiquitar la cooperación tras solo 15 meses de gestión conjunta marcada por comentarios racistas y antisemitas por parte de dirigentes de la extrema derecha. El Parlamento le destituyó y un Gobierno técnico ha asumido la gestión hasta estas elecciones, en las que estaban llamados a votar 6,4 millones de austriacos (de una población de 8,8) para elegir a 183 diputados.
El caso Ibiza y un nuevo escándalo en torno al exlíder ultra, investigado ahora por malversación al cargar supuestamente gastos personales al partido, han dado al traste con el intento de la nueva dirección del FPÖ, encabezada por Norbert Hofer, de mantener su fuerza en el Parlamento. Considerado una avanzadilla para otros ultranacionalismos europeos y uno de los partidos extremistas con más éxito electoral, el partido retrocede a resultados similares a 2008 y como ya ocurrió en el pasado, sale en crisis de su paso por el Ejecutivo. Hofer, en una intervención en la televisión pública austriaca, achacó indirectamente al nuevo asunto de supuesta corrupción de Strache la debacle que deja al FPÖ por debajo del 20% que les pronosticaban las encuestas hasta hace unos días.
El gran beneficiado de la pérdida de votos ultra es el democristiano Kurz, que tiene ahora delante la opción de pactar con otros partidos y pasar página del experimento fallido con la extrema derecha. Una posibilidad es aliarse con el otro ganador de la noche, Los Verdes. Salieron del Parlamento hace dos años y regresan con fuerza con un histórico 14% de los votos. La campaña les vino de cara, con las calles llenas de jóvenes en protestas para exigir acción contra el calentamiento global. El cambio climático ha sido el principal tema de debate, relegando la política migratoria, que dominó hace dos años las elecciones y unió en la petición de dureza y cierre de fronteras a democristianos y ultras. Las peticiones de asilo han pasado del pico de 88.340 en 2015 a los 13.746 del año pasado, según datos del Ministerio del Interior.
El líder de Los Verdes, Werner Kogler, consideró el éxito de su candidatura “un mandato de los jóvenes” para exigir acción contra el cambio climático y no quiso pronunciarse anoche sobre una posible coalición con los conservadores. Ambos partidos sumarían una mayoría absoluta, pero están muy alejados en asuntos como el clima y la política migratoria. “Ahora lo primero es volver al Parlamento y aplicar nuestro programa”, dijo Kogler.
Los liberales de Neos, el único partido que no votó en mayo a favor de la destitución del líder conservador y que ha logrado un 7,8% (2,5 puntos más), también se ponen en la cola para hablar con el ganador de las elecciones.
Batacazo socialdemócrata
En el bando perdedor se situaron también los socialdemócratas, que no levantan cabeza desde que Kurz rechazó aliarse con ellos en 2017 al considerar que la gran coalición que ha dominado la política austriaca desde el final de la Segunda Guerra Mundial está agotada y solo conduce a la parálisis. La líder del partido, Pamela Rendi-Wagner, que solo lleva un año en la dirección y ha luchado con el rechazo de parte de la vieja guardia, afronta ahora la gestión del peor resultado del SPÖ desde 1945, al caer al 21,8% —con el recuento por cerrar— y perder cinco puntos.
“Hemos luchado hasta el último segundo por otro resultado”, afirmó Rendi-Wagner, que destacó que el otro objetivo claro del partido “era evitar otra coalición entre ÖVP y FPÖ”. Si es con ellos o no, queda en manos de Kurz.
LA FIGURA CLAVE DEL PRESIDENTE
El presidente de Austria, el progresista Alexander Van der Bellen, es el responsable de encargar la formación del nuevo Gobierno. Aunque oficialmente neutral, su influencia podría pesar en favor de que Kurz, al que previsiblemente pedirá que lidere las conversaciones, intente una coalición con otros partidos. Elegido en 2016 tras derrotar al candidato ultra Norbert Hofer, el que fuera portavoz de Los Verdes ha ganado reconocimiento con su gestión de la grave crisis por el escándalo de corrupción de los ultraderechistas. Van der Bellen, además, trazó líneas rojas cuando hace dos años, Kurz pactó con los ultras. Utilizó la potestad que le da la ley para vetar varios nombres de la lista de ministros propuestos por el FPÖ y exigió del Ejecutivo una actitud proeuropea.