GEMMA CASADEVALL. EFE/ELDIARIO.ES.- La ultraderecha alemana cerró hoy filas en torno a su ala más radical, ansiosa de alzarse como la fuerza más votada en los comicios regionales del domingo en Brandeburgo, el «Land» que rodea Berlín y en el que ve una catapulta hacia el resto del país.
«Hay que reconquistar Alemania. Y lo haremos desde aquí», clamó Andreas Kalbitz, líder regional de Alternativa para Alemania (AfD) y miembro de «Die Flüge» -«El Ala»-, una corriente bajo observación del espionaje de Interior por sus vínculos con el neonazismo.
Para Kalbitz, originario de Múnich pero candidato en ese estado federado del este alemán, hay que dejar atrás la «cultura de la bienvenida» al refugiado y pasar a una «consecuente cultura de su expulsión», clamó en Oranienburg, ciudad del cinturón de Berlín
«Tenéis un líder fuerte. Con él os convertiréis, desde el este, en pioneros para Alemania de lo que Italia vive gracias a Matteo Salvini», afirmó Jörg Meuthen, el presidente de AfD, quien hasta ahora había tratado de marcar distancias con «Die Flüge», pero que estos días comparte gira con Kalbitz.
Meuthen, un moderado dentro del partido, y Alice Weidel, la jefa del grupo parlamentario en el Bundestag (Cámara alta) arroparon a Kalbitz en la plaza del castillo barroco de Oranienburg, presidido por un gran cartel con la frase «Nie wieder» -«Nunca más».
El cartel alude al inicio de la II Guerra Mundial bajo el nazismo, el 1 de septiembre de 1939, cuyo aniversario se conmemora este domingo, el mismo día en que tienen lugar las regionales en Brandeburgo y Sajonia, dos «Länder» del este alemán.
«Vivimos bajo la difamación y el acoso mediático (…). Deberían vender en las farmacias algo contra esa neurosis que hace que se nos vea a los patriotas como a nazis», clamó Kalbitz ante centenares de seguidores, entre tipos duros poblados de tatuajes, algún cráneo rapado, pero también ciudadanos no identificables como ultras.
Kalbitz es la figura emergente de los ultras alemanes, cuya misión no es llegar al poder -«Nuestro puesto está en la oposición», admitió, en un encuentro con medios alemanes-, sino minarlo.
En Brandeburgo, uno de los «Länder» del antiguo territorio germanooriental, gobierna actualmente el socialdemócrata Dietmar Woidke con La Izquierda como aliado.
Los sondeos apuntan a un pulso por la primera posición entre el Partido Socialdemócrata (SPD) de Woidke, al que se pronostica un 21 %, mientras que la ultraderecha de Kalbitz quedaría en un 20 %.
Para la cúpula de la AfD, un ascenso de Kalbitz a la primera posición sería un triunfo no exento de peligros, ya que revalidaría a un ala radical que en realidad aspira a destronar a los moderados como Meuthen.
Kalbitz es un captador de votos identificables como claramente ultraderechistas, mientras que el resto de la AfD trata de presentarse como una formación derechista, pero no radical.
La AfD, en su versión radical o en la más moderada, está descartada como aliada en cualquier constelación de gobierno, a escala nacional o regional.
«Estamos dispuestos a negociar con todas las formaciones, menos con la AfD», afirmaba también en una reunión con medios extranjeros Ingo Senftleben, el candidato de la Unión Cristianodemócrata (CDU), partido al que los sondeos sitúan en tercera posición en Brandeburgo.
La afirmación de Senftleben supone, de por sí, un desafío para el partido de la canciller Angela Merkel, que hasta ahora ha rechazado toda colaboración con La Izquierda, partido de raíces poscomunistas, pero al que este líder regional no repudia ya, a cambio de dejar fuera de juego a la AfD.
La posición respecto a la AfD de este líder conservador de Brandeburgo es algo distinta a la del ala más derechista de la CDU en Sajonia, el «Land» donde nació el movimiento islamófobo Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) y donde la ultraderecha fue la fuerza más votada en las últimas europeas.
En Sajonia gobierna una coalición entre la CDU, el SPD y Los Verdes, liderada por el conservador Michael Kretschner, a quien desde el ala más derechista de su partido se reclama que se abra, cuando menos, a dialogar con la AfD.
Gemma Casadevall