LORENA ÁLVAREZ. EL MUNDO.- Poco se sabe de las preferencias culinarias de Adolf Hitler, que según muchos biógrafos eran vegetarianas. Algunos han llegado a afirmar que solía desayunar hasta una decena de galletas Leibniz, los famosos dulces creados por Hermann Bahlsen y cuya empresa, Bahlsen, habría empleado durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1943 y 1945, a unos 200 trabajadores forzados, la mayoría de ellos procedentes de territorios ocupados por la Alemania nazi, para producir raciones alimenticias para el ejército alemán en el frente de batalla. Un trato vejatorio y de exclusión hacia los empleados que niega, a día de hoy, Verena Bahlsen, la heredera, de 26 años, de la cuarta parte del imperio de las galletas Bahlsen en Alemania.
La mayoría de esos trabajadores forzados de la compañía, con sede en Hannover, eran mujeres, muchas de ellas de la Ucrania y Polonia ocupada por los nazis. «Todo eso pasó antes de mi época y hemos pagado a los trabajadores forzados como alemanes, los hemos tratado bien», ha señalado Verena Bahlsen al diario Bild, agregando: «Bahlsen no tiene nada por lo que sentirse culpable».
Unas declaraciones que han sido duramente criticadas por varios políticos alemanes y algunos usuarios de las redes sociales. «Si usted hereda una propiedad tan grande, también hereda la responsabilidad y no debería ser tan distante», ha escrito Bild Lars Klingbeil, secretario general del SPD, el partido Socialdemócrata de Alemania.
«La familia Bahlsen no es la única en mostrar una falta de conocimiento considerable, la cuestión del trabajo forzado en la época del nazismo sigue siendo una página en blanco en la memoria colectiva», ha denunciado una de las organizaciones alemanas involucradas en la cuestión de los trabajadores forzados bajo el nazismo.
También el historiador Michael Wolffsohn, quien enseñó en la Universidad de las Fuerzas Armadas Federales en Munich desde 1981 hasta 2012, ha criticado las declaraciones de la joven heredera. Le parece «intolerable en términos de historia y ética empresarial» e «indigno de una compañía alemana».
Por el momento, Verena Bahlsen no se ha defendido de las críticas, pero sí que ha querido manifestarse en un comunicado oficial la empresa Bahlsen, cuyas ventas anuales superan los 500 millones de euros. «La compañía es consciente del gran sufrimiento e injusticia que sufren los trabajadores forzados y muchas otras personas en ese momento, y reconoce su responsabilidad histórica y moral», ha escrito.
No es la primera vez que la joven heredera se ve envuelta en la polémica. Hace unos días participó en una conferencia de marketing en Hamburgo, donde dijo: «Soy una capitalista, tengo un cuarto de Bahlsen, eso es genial, quiero comprar un yate de vela y cosas así». Unas declaraciones que sumadas a las actuales han generado un aluvión de críticas e incluso ha llegado a desarrollar un boicot hacia la conocida marca de galletas.