Doce partidos miembros de la formación mayoritaria en la Eurocámara piden la salida o la suspensión de Fidesz, liderado por el primer ministro húngaro
BERNARDO DE MIGUEL. EL PAÍS.- La pertenencia de Viktor Orbán al Partido Popular Europeo (PPE) podría tener los días contados. El PPE, la formación mayoritaria en el Parlamento Europeo, ha iniciado el procedimiento de expulsión de Fidesz, el partido liderado por el primer ministro húngaro.
Los populares se resistían a dar ese paso. Pero Orbán ha colmado la paciencia de sus correligionarios con una campaña publicitaria del Gobierno húngaro que sugiere una conspiración entre el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, también miembro del PPE, y el multimillonario George Soros, para facilitar la entrada de migrantes en la Unión Europea.
«Doce partidos miembros del PPE de 9 países pidieron la exclusión o la suspensión de Fidesz», ha anunciado el presidente del PPE, el francés Joseph Daul, en declaraciones a la agencia AFP. Las normas del PPE supeditan la apertura de un expediente de expulsión o suspensión a que lo soliciten al menos siete partidos miembros de cinco países, dos umbrales que se han superado por primera vez después de años de enfrentamiento entre Orbán y las formaciones con un ideario cristianodemócrata más tradicional.
El movimiento lo iniciaron la semana pasada los partidos de Bélgica y Luxemburgo. Pero durante los últimos días se han ido sumando los de Holanda, Suecia, Grecia, Portugal, Finlandia, Lituania y Noruega. La decisión pasa ahora a la Asamblea Política del partido, cuya próxima reunión está prevista el 20 de marzo.
La brecha húngara se abre a solo dos meses de las elecciones del 26 de mayo del Parlamento Europeo, unos comicios en los que el PPE mantendrá el primer puesto, según los sondeos, pero con una merma considerable de escaños. La salida de Orbán podría restar otros 12 o 13 escaños, lo que dejaría al PPE en torno a los 170 eurodiputados en un hemiciclo de 705.
El debate sobre la expulsión de Orbán puede aflorar, además, la división latente y creciente entre los partidos conservadores que desean mantenerse fieles a una ideología liberal y democristiana (como en Suecia o Finlandia) y los que abogan (como el PP español o la CSU de Baviera) por un giro hacia posiciones más duras para evitar la fuga de votos hacia una ultraderecha en ascenso.
La división se visualizó el año pasado, durante el duelo entre el alemán Manfred Weber y el finlandés Alex Stubb para ser el cabeza de cartel del PPE en las elecciones europeas y aspirante a presidir la Comisión Europea. Se impuso finalmente Weber, partidario de tender puentes hacia Orban para no iniciar una hemorragia de imprevisibles consecuencias. Pero Stubb dejó claro que en su modelo de partido no había sitio para líderes como el primer ministro húngaro y que tarde o temprano la ofensiva contra Orbán iría a más.
El propio Orbán ha desencadenado el choque, con una campaña en la que ataca abiertamente a su compañero de partido Jean-Claude Juncker. Tras las críticas planteadas desde la Comisión Europea y desde otras formaciones del PPE, el primer ministro húngaro forzaba aún más la máquina durante el fin de semana y calificaba a sus adversarios de «tontos útiles» al servicio de la izquierda.
Orbán, en cambio, no oculta su admiración por Matteo Salvini, vice primer ministro italiano y líder de la Lega, a quien ha descrito como «mi héroe y mi compañero de destino». El húngaro amaga así con una posible alianza del partido de Salvini, al que las encuestas auguran un rotundo éxito en las elecciones europeas en Italia. Ambos podrían unirse con Reagrupamiento Nacional, el partido de Marine Le Pen, que en las encuestas se disputa la victoria con el euroentusiasta movimiento del presidente francés, Emmanuel Macron (LREM).
Los populares europeos deberán sopesar ahora el riesgo de su primera fisura. El precio en escaños podría compensar, porque el PPE sin Orbán tendría más fácil negociar una coalición con los socialistas (S&D) y con Macron para distribuir, después de las elecciones, los numerosos puestos en juego (presidencia del Parlamento y de las comisiones parlamentarias, presidencia de la Comisión, jefatura de la política exterior, presidencia del Consejo Europeo…). El entorno de Macron, que espera conformar con los liberales un potente grupo centrista y europeísta, ya ha advertido de que no negociará con partidos que mantengan en su seno a formaciones con un discurso presuntamente antieuropeísta como el de Fidesz.