SERGIO FERNÁNDEZ. MARCA.- La pelea que involucró a radicales del Betis en Rennes no pasaría de un incidente más, tristemente frecuente en los desplazamientos de los ultras, si no fuera porque en Antiviolencia ya se han encendido las alarmas con los problemas entre las dos facciones más problemáticas de fanáticos del Betis.
Los ultras más reconocibles del Betis, los Supporters, tienen serios problemas con una escisión que se hace llamar United Family. Las peleas entre ambos estuvieron muy cerca de dejar una nueva víctima mortal en el fútbol español después del partido jugado en el Villamarín el pasado 13 de enero. A navajazos, en la avenida Padre García Tejero y en la calle Tajo sobre las once de la noche, aproximadamente media hora después de la conclusión del encuentro. Una de esas cuchilladas, un par de centímetros más arriba, y estaríamos hablando de un nuevo ultra muerto por una pelea entre radicales. El último caso fue el de Jimmy, un ultra del Dépor, en noviembre de 2014.PUBLICIDAD
La comisión Antiviolencia, como siempre, se ha limitado a proponer una sanción a los implicados en aquella reyerta. La máxima: «65.000 euros, con prohibición de acceso a los recintos deportivos por un periodo de cinco años, a dos individuos que, una vez concluido el dispositivo de seguridad establecido para el encuentro se agredieron mutuamente con armas blancas en el transcurso de una reyerta que se produjo en la calle Tajo, lugar de concentración de los aficionados locales, entre dos grupos de aficionados de grupos radicales locales enfrentados», tal y como aseguraba su comunicado.
Fuentes de Antiviolencia explican a MARCA que «el Betis lo hace bien en tema de ultras, son una directiva muy seria para estas cosas. Y los peores Supportes ya no están, pero entra gente nueva y es más difícil de controlar. Me consta que el Betis no les da nada. Ellos tenían un problema muy gordo y lo solucionaron». Ahora, este nuevo problema ha encendido las alarmas con los mismos argumentos de siempre: Antiviolencia no sirve para mucho, no tienen ninguna capacidad ejecutiva y la realidad es que hemos estado a dos centímetros de lamentar un nuevo «caso Jimmy», esta vez en Sevilla.