La desigualdad de género en la tercera edad no está en el debate social, tal y como se aseguró en la jornada «Mujer y vejez», de ABC y Obra Social “la Caixa”
LAURA PERAITA. ABC.- En nuestro país hay más de cuatro millones de mujeres mayores de 65 años. Representan casi el 10% de la población y el 57,4% del total del colectivo mayor. Es un grupo muy heterogéneo formado por generaciones que han vivido realidades bien distintas: desde octogenarias que han sufrido los efectos de la guerra, a mujeres de 65 que fueron pioneras en la España de la Transición al luchar por un país más igualitario que reconociera sus derechos.
Las madres de hoy pertenecen a las primeras generaciones mayoritariamente activas, mientras que sus progenitoras constituyen las últimas en la que la labor doméstica era la ocupación principal. «A pesar de vivir realidades sociales y políticas con poco margen de actuación, las mujeres mayores han luchado para que sus hijas tengan más oportunidades de desarrollo personal y profesional», aseguró Isabel María Martínez, Comisionada para Universidad, Juventud y Planes Especiales de la Fundación ONCE y presidenta de la Fundación Helpage International España, en el encuentro «Conversaciones de mayores: mujer y vejez», organizado por ABC y Obra Social «la Caixa».
Para esta experta en políticas públicas, la población femenina que pasa de los 65 años está marcada por una discriminación de género, a veces más visible que otras, y que se acentúa al entrar en esta última etapa de la vida. Explica que, a pesar de vivir más años que los hombres, «viven peor», debido, entre otras razones, a que son más pobres porque sus carreras de cotización son muy desiguales y reciben pensiones más bajas. «Las pensiones no contributivas –las que reciben las personas que no han cotizado a la Seguridad Social– las reciben el 93% de las mujeres. Además, –matiza– la pensión media en España ronda los mil euros, pero la que perciben las mujeres es de 662 euros; es decir, casi la mitad de lo que reciben los hombres. Son unas verdaderas magas. Vivir con esta cuantía es casi imposible», aseguró Martínez.
Principales desigualdades
La soledad es otro de los graves problemas de este sector de población. «Hay más de tres mujeres mayores de 65 años que viven solas (casi el 78%) por cada varón que vive en soledad. Al enviudar, los hombres, normalmente, van a vivir con sus hijos, mientras que las mujeres deciden quedarse solas. La frase “mientras pueda valerme por mí misma…” suele ser la opción de la mayoría de estas féminas que prefieren seguir viviendo con autonomía. Además –matiza esta experta–, el 11,88% de las mujeres mayores de 65 años son viudas, mientras que los hombres lo son solo el 2,44%».
También apuntó la comisionada de la Fundación ONCE que la mayoría de estas mujeres nunca dejan de ser cuidadoras mientras pueden porque es un rol que tienen muy interiorizado. «A pesar de la edad, son responsables del cuidado de sus familiares mayores, dependientes y nietos. Se ocupan de manera intensiva y lo compaginan con las labores domésticas. Por contra, los varones se dedican más a estas edades a su tiempo de ocio y a su propio descanso».
Estar en la agenda política
Por todas estas razones, explicó que «hay una gran invisibilidad de la realidad de las mujeres mayores en nuestro país. Es necesario hablar de ello y abordarlo. Debe estar en la agenda política, en el debate social, para que se tomen medidas y este colectivo tenga cada vez más oportunidades de vivir mejor. Debe hacerse un esfuerzo por conocer cómo viven porque la mayor longevidad es una buena noticia, pero hay que conseguir recursos más equitativos para que las mujeres vivan mejor su vejez».
En la misma línea se manifestó durante el encuentro celebrado en Madrid, Lourdes Pérez (79 años), ponente invitada del acto, quien se consideró una mujer afortunada por haber podido estudiar Derecho, además de criar a sus 8 hijos. «Sin embargo, hay una gran brecha entre el hombre y la mujer. Cuando él se jubila tiene todo el tiempo del mundo, mientras que la mujer sigue trabajando en la casa, no se jubila nunca y, además, cuida a familiares o nietos. El hombre se jubila con muchas ganas, tiene su espacio, su tertulia, conserva amigos del trabajo, queda con ellos pero, poco a poco, se va quedando más en casa y, si es exigente, pide la comida, quiere acompañar a la mujer a la compra, cuando ella siempre ha sido independiente en este aspecto. Se produce un efecto de feminización en la jubilación del hombre porque quiere imponer sus criterios en la casa, en las compras, en dónde se realizan, en qué se gasta el dinero… Pero, al mismo tiempo, no participa, no se mete en la cocina o no cuida a familiares con la misma intensidad. La brecha es muy grande y da lugar a muchas discusiones que, incluso en ocasiones, llevan a separaciones o divorcios. Aun así, reconozco que esta situación va a mejor por el empuje de las generaciones más jóvenes».
«Sí, pero queda mucho por hacer –añadió Nieves Fernández-Espartero (81 años), otra de las ponentes invitadas–. Es un gran desafío en nuestra sociedad lograr la igualdad de género para que a estas edades las mujeres vivan en mejor situación. Todo el mundo que nace tiene derecho a su realización personal. Las entidades privadas y públicas deben trabajar conjuntamente para que todas las personas tengamos oportunidades. La mujer no es una excepción. Es un ser humano y tiene tanto derecho como el hombre. No se le ha dado oportunidad de desarrollarse».
Papel de la familia
En su turno de palabra, Lourdes Pérez quiso dejar patente que aunque el Gobierno y las distintas administraciones tienen mucho que hacer al respecto, la igualdad también hay que fomentarla en la familia. «Yo he educado igual a mis hijos e hijas, todos se han hecho la cama desde pequeños y han participado en labores domésticas. Hoy, mis hijos van a buscar a sus niños al colegio o les llevan al médico igual que las madres. Por tanto, la educación que fomenten los padres, e incluso los profesores en las escuelas, determinará mucho también el comportamiento de todos a favor de la igualdad real para que el hombre y la mujer estén más equilibrados».
Oportunidad de ser feliz
Isabel María Martínez insistió en que las mujeres mayores tienen derecho a preocuparse de sí mismas e intentar ser felices, independientemente de la trayectoria vital que hayan tenido. «Debe ser un reto colectivo. Hay que plantearse que deben ganarse su propia libertad, puesto que algunas no han podido tenerla a otra edad por atender a su hijos pequeños o familiares, por cuestiones laborales… No hay que olvidar que llegados a los 65 años, tienen aun entre 20 o 30 años por delante y aunque sea la última fase en sus vidas, puede ser la más feliz y enriquecedora porque todas las responsabilidades que tuvieron detrás de ellas durante tanto tiempo empiezan a ser menores. Esas mochilas que pesan en exceso son las que se deben aprender a descargar. Conforme se cumplen años se va adquiriendo experiencia y sabiduría que, precisamente, tienen que servir para reflexionar y aprender a despojarse de esas grandes responsabilidades de épocas anteriores».
Para lograrlo y que el camino sea más sencillo, esta especialista en políticas públicas apostó por solicitar al Gobierno «que las pensiones sean mayores para que puedan cundir un poco más. También son necesarios mejores servicios públicos –de ocio, culturales, de atención, universidades de mayores…– que doten a estas mujeres, en concreto, de mayores posibilidades de sentirse realizadas», insistió.
Reinventarse en la tercera edad es posible
Para Nieves Fernández-Espartero (81 años), lo más importante es la actitud. «No hay que creerse víctima de las circunstancias, sino luchar. Cultivarse y ser positivas hasta el último día. Pero eso no es gratis… de esfuerzo –advierte–. Depende más del deseo de lograrlo que de tener dinero en la cuenta. Las mujeres no pueden recluirse en un rincón y dar pena».
De la misma opinión es Isabel María Martínez, quien considera el envejecimiento de la mujer como una conquista. «Hay que plantearse proyectos cada día y vencer ese mal que es la soledad. Hay muchas herramientas: centros, organizaciones y universidades de mayores, la familia, la red de amigas…», concluyó.