CARLOS A. MORENO. LA VANGUARDIA.- Los defensores de las minorías en Brasil, como las de indios y homosexuales, temen que las violaciones a sus derechos se multipliquen con el inicio el 1 de enero del Gobierno de Jair Bolsonaro, un ultraderechista con un largo historial de declaraciones de talante machista, racista y homófobo.
Pese a que el capitán de la reserva del Ejército ha minimizado sus declaraciones y se ha comprometido a respetar los derechos garantizados por la Constitución y a «gobernar para todos los brasileños sin distinción de raza, sexo o religión», los defensores de derechos humanos dicen que están preocupados y que estarán atentos a lo que ocurrirá en Brasil a partir del próximo martes.
Y el principal temor no es en torno a las medidas contra los derechos que pueda adoptar Bolsonaro, que ha descartado cualquier retroceso, sino a lo que pueden hacer grupos conservadores violentos «envalentonados» por la llegada del ultraderechista al poder y que se sientan amparados por el Gobierno, admitieron activistas de grupos de defensa de los derechos humanos consultados por Efe.
Organizaciones como Amnistía Internacional (AI), Human Rights Watch (HRW) y Greenpeace ya han dejado claro que temen por un aumento de la violencia contra las minorías y que ejercerán una supervisión constante a favor del respeto de los derechos.
Para AI, por ejemplo, la llegada de Bolsonaro al poder «representa un enorme riesgo para los pueblos indígenas y quilombolas (descendientes de esclavos prófugos), comunidades rurales tradicionales, personas LGBTI, jóvenes negros, mujeres, activistas y organizaciones de la sociedad civil, si su retórica se transforma en política pública».
«Human Rights Watch seguirá de cerca la retórica y las acciones del gobierno de Bolsonaro», aseguró por su parte José Miguel Vivanco, el director de HRW para las Américas, en un comunicado.
Pese a que tras su elección en octubre, el ultraderechista redujo la virulencia de su discurso, ha puesto en evidencia, tanto en la formación de su Gabinete como en declaraciones, que atenderá prioritariamente los intereses de los grandes productores rurales, que viven en conflicto permanente con indios, campesinos, colonos y ecologistas.
Entre otras cosas, Bolsonaro ha dicho que pretende presentar un proyecto de ley para que se penalice como terroristas a grupos que invaden tierras para presionar por la reforma agraria; que no delimitará nuevas reservas indígenas; que no permitirá que las licencias ambientales paralicen proyectos empresariales; y que pretende autorizar la explotación mineral en tierras indígenas.
Su ministra para la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, una pastora evangelista, ha recalcado su posición contra la despenalización del aborto y la identidad de género.
Pese a que dice respetar los derechos de cualquier persona -«derechos conquistados no se discuten más»- y afirma que no revocará la unión civil entre homosexuales, cientos de parejas del mismo sexo anticiparon sus matrimonios en las últimas semanas en Brasil ante el temor de que no se les reconozca el derecho al mismo.
«Si no bastase el perfil del futuro presidente, la persona escogida para ser ministra de los Derechos Humanos es una enemiga declarada de los derechos de los homosexuales, con varios pronunciamientos explícitos al respecto», según un comunicado divulgado la semana pasada por la principal asociación LGBTI de Brasil al recordar que Alves defiende «la cura gay» y rechaza las campañas para combatir la homofobia en las escuelas.
Los indígenas son los que más temen inminentes conflictos.
«Ya aumentaron los ataques de paramilitares. Con certeza la situación va a agravarse. Las comunidades están muy tensas. Nuestros chamanes y caciques no entienden la situación y dicen que van a resistir. El conflicto es inminente», afirmó a Efe el abogado guaraní Wilson Matos da Silva, coordinador regional del Observatorio de los Derechos Indígenas (Odin).
De acuerdo con este militante, el discurso radical de Bolsonaro encendió los ánimos en las áreas rurales ya que diseminó la idea de que el indio es un invasor y el hacendado un productor. «Hay regiones en que la situación es bastante tensa porque ahora cualquiera se cree con derecho a atacar al indio», dijo.
Para Antonia Melo, defensora ambiental en el estado amazónico de Pará, con el ultraderechista, el futuro que se avecina es «negro» en el país en donde más se asesinan ecologistas en el mundo.
«Bolsonaro es un ser «supra arcaico, dictatorial, que apoya la violencia y la dictadura, y con el que no tenemos ninguna esperanza de que esta situación vaya a mejorar. Al contrario, con él nos sentimos más amenazados e intimidados», aseguró a Efe.