JAVIER NEGRE. MARCA.- Pasado domingo. Cinco de la tarde. El Paseo de la Castellana ruge más fuerte que nunca. La hinchada de Boca Juniors ha tomado la arteria principal de la capital entre cánticos, petardos y el sonido de tambores de guerra. Las medidas de seguridad son extremas. Parece que estamos en un estado de sitio. El temor de la llegada de 500 aficionados radicales de las barras bravas de River Plate y Boca Juniors ha obligado a desplegar más de 2.000 agentes de la Policía Nacional y también a agentes argentinos. Sin embargo, el ambiente es festivo. No hay ningún disturbio. Ni siquiera los aficionados de Boca disparan malas palabras contra esos seguidores ‘millonarios’ que se han equivocado de fan zone.
En el bordillo de la acera, a la altura de la boca de metro de Nuevos Ministerios, hay un joven espigado con un chándal de Boca que sorbe una lata de cerveza Mahou. En diez minutos, se baja tres. A dos euros la unidad. José es uno de los miembros más destacados de la grada 12 de la Bombonera, donde se ubican los barras bravas. Nos conduce hasta él un joven de alto nivel adquisitivo de Buenos Aires que la noche anterior se había gastado en la discoteca Kapital 5.000 euros en champán francés. Pertenecen a mundos opuestos, a clases sociales dispares, pero en la grada de Boca todos están conectados. Todos hacen reverencias a los barras bravas. Tras una conversación de veinte minutos, negociando los términos de la entrevista, el hombre de cuarenta años accede a romper su silencio.
«No quiero fotos. No gano nada dándote esta entrevista. No nos gustan los medios. Lo primero que quiero que sepas es que no somos los monos que algunos piensan que somos. Somos gente educada«, aclara José, que nos detalla exactamente cuántos aficionados radicales han viajado hasta Madrid. «Somos una treintena representando a la barra brava de Boca, la más grande del mundo. Normalmente, en la Bombonera somos 500 personas«, dice. La deportación de Maximiliano Mazzaro, número dos de la barra brava de Boca, nada más pisar el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid en los días previos a la gran final de la Libertadores, y la decisión de quedarse en casa del líder de la facción más radical de la hinchada de Boca, Rafael di Zeo, provocó que varios centenares de ultras xeneizes no volasen hasta Madrid.
Le preguntamos qué hay que hacer para formar parte de la grada 12 de Boca. «No pasa por protocolo. Hay que estar…es la constancia…seguir a Boca allá por donde juegue. Yo hablo por mí. 15 años yendo a todos lados, y cuando digo a todos lados, es a todos lados. Ir a todos lados genera que la gente te conozca, te salude, que confíe en vos y se acerque para que te cuenten problemas y vos se lo puedas resolver, y eso hace que yo sea todo un referente en la barra de Boca», explica esta persona de cuarenta años. Le preguntamos por ese adjetivo de violentos que le persigue allá por donde van. Estadio por estadio. Infundiendo temor. Respeto. «No somos violentos. Hay violencia, como en todo el mundo, pero la barra brava de Boca no es violenta. La sociedad es violenta y, entonces, uno va a la cancha y se encuentra con violencia, pero no es porque la barra brava de Boca sea violenta», dice este hombre, que minimiza los disturbios que provocaron que la máxima cita futbolística del fútbol latinoamericano se tuviese que jugar al otro lado del charco. «Lo que la gente vio por tele, los ‘pedrazos’, es habitual, es normal. En todos los partidos pasa«, comenta este aficionado, que llegó a estar preso en Paraguay por haber provocado disturbios en un partido de la Libertadores que jugó Boca Juniors en Asunción hace dos años.
Su forma de ver los hechos violentos estremece. Pone los vellos de punta. «A cuatro micros llenos de gente, les tiras una piedra, te responden con una piedra. Si te tiran una piña, les respondes con una piña. En algunos casos, también ha habido pistolas, revólveres…y si te pegan un tiro, le devuelves un tiro«. Le preguntamos a este hincha por uno de los lados más oscuros de la barra brava: el control que tienen de los negocios alrededor del mundo del fútbol con la connivencia de los dirigentes de los principales clubes. Desde los ‘trapitos’, que son los parkings ambulantes, la venta de camisetas y choripanes hasta la reventa de entradas que les facilitan los clubes. «Eso no es tan así. Eso es el mito que hay atrás de la barra brava«, comenta este hombre, que abre una riñonera donde lleva un fajo de entradas para el trascendental partido y nos ofrece una. «Te la regalo», nos dice. -¿A quién se la vas a colocar?- le preguntamos. «Yo no coloco nada. Yo se las regalo a quien le hace falta«, dice José.
«Una vez a la semana siempre nos juntamos todos en un club. Y el día de partido, nos empezamos a juntar en los barrios. Y eso es pertenecer. Eso es ser la barra brava de Boca. Tomamos asado, cerveza…», dice José. Un compañero que le custodia asiente. Se llama Ernesto, aunque la grada le conocen como ‘Ter’. Es autor de algunos de los cánticos más populares que retumban en la Bombonera. Este hombre, de pelo rapado y estatura media, defiende la honorabilidad de sus compañeros a capa y espada. Asegura que no le preocupan los descalificativos que han recibido por parte de la prensa española. «No nos preocupan. En Argentina dicen lo mismo. No hay problema. Es todo una hipocresía. El mundo está lleno de delincuentes y en función del estrato social al que uno pertenezca te tildan de delincuente o no. De traje o corbata hacen más negocios turbios que cualquier otro tipo en el mundo y nadie les dice nada. No nos han puesto muchos problemas en el aeropuerto a los que no teníamos antecedentes. Pero, como te decía, nosotros tenemos un presidente que está procesado y puede entrar a cualquier país del mundo«, asegura este hombre, indignado con la decisión de que se jugase en Madrid. «Es todo un negocio. Aquí hacen negocio todos… Los jugadores, los dirigentes, los políticos, la seguridad…. «, asegura José, que nos presenta al jefe de ‘Corazón azteca’, la hinchada mexicana que se desplaza a cada partido internacional de su selección nacional.
«Ya viste que no dimos problemas. Me alegro de que, al menos en España, se queden con una mejor imagen de nosotros«, nos dice antes de tomar el vuelo de regreso a Buenos Aires.