El acusado, de 94 años, trabajó como vigilante del campo de exterminio entre 1942 y 1944
ROSALÍA SÁNCHEZ. ABC.- «Yo solo era un joven soldado», ha dicho en la primera vista del juicio y con lágrimas en los ojos, el acusado de complicidad en el asesinato de cientos de personas, el ex SS y guardián del campo de concentración nazi de Stutthof, en Polonia. «Todo de lo que se me puede acusar es de haber estado allí, no haber evitado todo lo horrible que pasó. ¿Pero cómo podría yo haber evitado nada? ¡A la menor me habrían fusilado!», se ha defendido Johan R., hoy a punto de cumplir 95 años pero con solo 18 cuando fue destinado al centro, entre 1942 y 1944. Fue el primer campo de concentración que Hitler ordenó instalar fuera del territorio alemán y allí se dejó morir sistemáticamente a miles de personas de hambre y de frío, además de las cámaras de gas, los ahorcamientos, fusilamientos y tiros en la cabeza. «Todo lo terrible que pasó durante el Tercer Reich cae ahora sobre mi cabeza, pero yo no tengo nada que reprocharme y eso es lo que he venido a decir ante este tribunal», ha dicho ante el juzgado de menores de la ciudad de Münster, en el oeste de Alemania, que lleva el caso porque en el momento en el que se produjeron los hechos el imputado era menor de edad según las leyes vigentes.
En el juicio participan, además del Estado alemán, un total de 17, querellantes particulares, algunos procedentes de Israel y de Estados Unidos. El Comité Internacional de Auschwitz saludó el comienzo del proceso con un comunicado en el que se «agradece especialmente a los supervivientes del campo y a sus familiares, por el valor y la determinación de declarar como, querellantes en Münster». El vicepresidente de la asociación, Christoph Heubner, ha declarado que «estos serán días dolorosos para ellos. Al igual que todos los demás sobrevivientes han tenido que esperar una eternidad a los tribunales alemanes y a la justicia».
Ante el rechazo de la Justicia polaca de este y otros casos similares y dado que muy pronto ya no será posible juzgar en vida a los sospechosos de haber colaborado con los crímenes de los campos de concentración nazis, los tribunales alemanes se aplican en los que posiblemente sean ya los últimos procesos. Más de 27.000 personas perdieron la vida en Stutthof hasta el final de la guerra en 1945 y este juicio es la última esperanza de los supervivientes de que se haga justicia, aunque el acusado se considera un «cabeza de turco» y alega su incapacidad y su corta edad para hacer frente a todos aquellos hechos.
Johann R., nacido en Rumanía, reconoció haber trabajado como guardia en ese campo, situado cerca de la ciudad de Gdansk, pero afirmó no saber nada de los asesinatos que allí se cometieron. Se había alistado en las SS como una aventura de juventud, según su abogado “dejándose llevar por el ambiente bélico y entusiasta que impregnaba en ese momento a toda la sociedad. El tribunal deberá ahora, por primera vez en la historia de los juicios de Tercer Reich, determinar si la minoría de edad es un atenuante para unos cargos que conllevan cadena perpetua, una sentencia que en todo caso no cumpliría dato su estado de salud.
El tribunal ha previsto hasta enero próximo un total de catorce sesiones y dada la avanzada edad del acusado cada vista se extenderá un máximo de dos horas. También se ha establecido que haya varios días de descanso entre vista y vista, para que pueda recuperarse del gran esfuerzo que a su edad supone el traslado y la tensión del juicio.
Johan R. nació en 1923 en la ciudad rumana de Sankt Georgen, en una familia sajona de Transilvaia. Apenas cumplió los 18 años se alistó en las SS con varios de sus amigos y tras un breve periodo de instrucción fue enviado a Stutthof, su primer destino. Su trabajo consistía en hacer guardias en las torres de vigilancia día y noche y también supervisar a los prisioneros obligados a trabajos forzados.
«Puede que no eligiera conscientemente convertirse en cómplice de esa masacre, pero debe asumir su responsabilidad por lo que allí ocurrió», ha testificado una superviviente de Stutthof, Judy Meisel, «vía mi madre por última vez cuando estábamos desnudas, de pie, delante de la cámara de gas, y me instó a volver corriendo a los barracones mientras ella y otras presas distraían a los guardias. Este juicio significa justicia para mi madre, en la que sigo pensando cada día de mi vida, y el hecho de que haya tardado 73 años en tener lugar es una muestra de negligencia de la Justicia».
El juicio de Johan R., como el de decenas de otros guardias de campos de concentración nazis, han sido posibles solamente a partir de la jurisprudencia sentada por el caso John Demjanjuk, de 2011,en el que por primera vez fue condenado un guardia sin pruebas de que hubiese matado a nadie con sus propias manos, pero considerando que su mera participación en el engranaje del exteriminio nazi le convertía en cómplice de miles de muertes.