EFE.- Las instituciones alemanas aprovecharon hoy el día de la Reunificación para valorar lo alcanzado en los últimos 28 años a nivel social y económico, tanto en el país como en el marco europeo, y para denunciar como la gran amenaza del presente el avance de la ultraderecha.
«No podemos dar por sentada la libertad y la democracia. Nada está garantizado para siempre», advirtió en el principal acto en Berlín el presidente del Bundestag (cámara baja), el conservador Wolfgang Schäuble, una de las voces más respetadas del país, ante lo más granado de la clase política, incluida la canciller, Angela Merkel.
Su discurso fue un alegato en favor de la democracia y el Estado de derecho, pero también de la diversidad, la tolerancia, el diálogo y el respeto a la diferencia, de la soberanía popular, la protección de las minorías y de la ley, sin olvidar la «responsabilidad histórica» de Alemania.
«También en Alemania nos enfrentamos a la pretensión populista de traer de nuevo a colación al ‘pueblo’ contra los oponentes políticos, contra las minorías presuntas y reales, contra los votados por el pueblo», alertó.
Schäuble, uno de los arquitectos de la reunificación, aseguró que la actual es la mejor Alemania que ha habido y llamó a ejercer el «patriotismo contemporáneo» propio de una «nación segura de sí misma» sin «resignación» ni «pesimismo».
«Nos interesa una Europa capaz de actuar. Como a Europa le conviene una Alemania fuerte», aseguró el antiguo ministro de la Cancillería (1985-1989), Interior (1989-1992 y 2006-2010) y Finanzas (2010-2017), que instó a «no poner en peligro el éxito de Europa» por las «diferencias del presente».
Ante las actuales «tensiones sociales» y crecientes «conflictos», Schäuble advirtió contra las «soluciones fáciles» de la ultraderecha -tercera fuerza política en Alemania- y lanzó un mensaje a su auditorio: «La política debe gestionar la creciente complejidad de la sociedad y el mundo».
Esto implica a veces posicionarse ante dilemas complejos como la diferenciación entre refugiados por motivos políticos y quienes emigran por motivos económicos, o el rescate de las personas en el Mediterráneo a costa de reforzar a quienes trafican con personas, señaló Schäuble.
El alcalde-gobernador de la ciudad-estado de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller, en su calidad de presidente de turno del Bundesrat (cámara alta o de representación territorial), insistió en su intervención en el «mérito común» por lo logrado en los últimos 28 años.
Resaltó los avances sociales y económicos del este, aunque destacó también los fuertes «ajustes» sociales, económicos y psicológicos que se hicieron en el este, y la falta de una convergencia económica en la actualidad entre los antiguos Länder y los nuevos, por lo que pidió apoyo institucional e inversiones privadas.
No obstante, el núcleo de su discurso fue para repudiar el avance de la ultraderecha, el auge de quienes «no aceptan una sociedad abierta», quieren «volver al nacionalismo» y defienden el racismo y la xenofobia, frente a los «valores fundamentales» de Alemania y su «consenso» como sociedad.
«No debemos permitir que la minoría de una nueva ultraderecha desgarre la importancia esencial de lo alcanzado e ignore nuestros valores fundamentales», aseguró.
Müller abogó por una «sociedad democráticamente activa» que se mantenga unida y a distancia de la ultraderecha, que combata sus mensajes y defienda sus valores fundamentales.
«No se nos regaló la libertad y la democracia. Hay que defenderlas. Todos los días. Por todos nosotros», manifestó Müller, nacido en el Berlín dividido.
La reunificación de Alemania se logró el 3 de octubre de 1990 tras un acelerado proceso político de apenas once meses auspiciado por el entonces canciller de la República Federal, Helmut Kohl, en el que fue esencial el explícito apoyo de Estados Unidos, Rusia y Francia.
En clave interna, fueron fundamentales dos exigencias de Kohl: la celebración de elecciones libres en la República Democrática Alemana (RDA) y la convicción de que la reunificación del país debía entenderse como un paso más hacia la integración europea.
Kohl consiguió además el necesario respaldo internacional para que la reunificación -prevista por la Constitución- pudiese consumarse, sumando al apoyo inicial de los entonces presidentes de EEUU, George Bush padre, y de Francia, François Mitterand, y el líder soviético, Mijaíl Gorbachov.