Organizaciones en defensa de los derechos de los refugiados de minorías sexuales (LGTBI) denuncian que las autoridades alemanas descartan solicitudes de asilo a pesar de los peligros que pueden sufrir si son devueltos a sus países de origen.
28/05/2018 Público.- «Mi hermano quería matarme», dice él; «mi familia me quería quitar a los niños», dice ella. La vida de Achref y Emna (nombres ficticios), un matrimonio tunecino con tres hijos, cambió por completo de un día para otro cuando sus parientes más cercanos descubrieron que él es bisexual. Por eso, cuentan, huyeron. Pero su solicitud de asilo en Alemania fue rechazada en primera instancia. Apelaron, pero no sirvió de nada.
“Desde BAMF [la Oficina Federal de Migración y Refugiados, por sus siglas en alemán], nos dijeron que creían en la veracidad de nuestra historia, pero que podíamos vivir de forma segura en Túnez si nos mudamos a otra ciudad, donde nadie nos conozca ni sepa de la orientación sexual de mi marido”, explica Emna a Público. Ellos lo niegan.
El artículo 230 del código penal tunecino castiga la «sodomía» con hasta tres años de cárcel. En 2016, por ejemplo, siete hombres fueron condenados, en base a este artículo, por mantener relaciones sexuales homosexuales consentidas. Mientras la comunidad LGTBIQ de Túnez continúa peleando para conseguir terminar con la discriminación en su país, otros, aquellos que carecen del apoyo del entorno familiar, deciden que la mejor opción es abandonar su hogar.
“Nosotros teníamos una vida muy buena en Túnez. Nos fuimos buscando seguridad y eso es lo único que queremos en Alemania”, sostiene Emna.
Su caso no es, ni mucho menos, el único en Alemania, pero sí “uno muy claro”, según la ONG Queer Refugees Network Leipzig. Desde esta organización sostienen que el caso de Achref y Emna demuestra que las autoridades germanas ignoran los riesgos de solicitantes de asilo pertenecientes a la comunidad LGTBIQ.
“Hemos visto y seguimos viendo respuestas negativas que, básicamente, dicen que las personas podrían estar a salvo en sus países de origen si viven una vida que no es abiertamente LGBTI. Esas argumentaciones son, claramente, ilegales”, asegura Anna Weissig, una de las responsables de Queer Refugees Network Leipzig, organización fundada con el objetivo de asesorar y apoyar a refugiados de minorías sexuales.
Sin datos concretos
Algunos abogados, como Jonathan Leuschner, especializado en derecho de asilo, coinciden en la crítica. “Aunque las razones para rechazar a solicitantes de asilo LGTBI son diversas, a menudo se utiliza el argumento de que en sus países de origen ‘apenas’ se enfrentan una intolerancia social que no se corresponde con una persecución que les obligue a exiliarse. Como yo lo entiendo, este es el antiguo, y todavía equivocado, argumento de que las personas LGTBI no corren serio peligro mientras no muestren su orientación sexual de manera pública”.
No hay datos de cuantas solicitudes de personas de la comunidad LGTBI han sido rechazadas. BAMF, la autoridad alemana competente, no hace distinción por orientación sexual y asegura que cada caso es examinado individualmente antes de ser aceptado o rechazado. Sin embargo, Queer Refugees Network Leipzig hace sus propias estimaciones en base a su “limitada experiencia trabajando únicamente con personas procedentes de ciertos países de origen”.
“Quienes más posibilidades tienen de que aprueben su solicitud de asilo son las personas procedentes de Siria e Irán. De los demás países, como Pakistán, India, Irak, Libia, Líbano, Túnez, etc., las posibilidades son alrededor de un 50%”, detalla Weissig.
Queer Refugees Deutschland es otra organización que critica las respuestas negativas de asilo a migrantes LGTBI. Según explica Alia Raza, sí debería haber más información detallada acerca de estas decisiones. “Esperamos que en algún momento no muy lejano BAMF y los tribunales alemanes recopilen los casos de solicitantes de asilo LGTBI. Tanto de los que son aceptados, como de los que son rechazados”, explica Alia Raza, miembro de Queer Refugees Deutschland.
Cada caso “se revisa individualmente”
Pocas dudas caben respecto al hecho de que Alemania ha sido el país europeo que más solidario se ha mostrado a la hora de acoger refugiados. En 2015, las autoridades germanas registraron alrededor de 890.000 solicitudes de asilo. Y aunque la cifra ha descendido drásticamente (2016: unas 280.000, 2017: 186:644), continúa siendo superior a la de numerosos miembros de la Unión Europea, como España (2016: 16.544, 2017: 31.700).
Asimismo, la Oficina Federal de Migración y Refugiados o BAMF rechaza las críticas asegurando que cada caso “se revisa individualmente”. Consultado por Público, el organismo alemán responde a través del correo electrónico: “Siempre se evalúa de manera individual el relato sobre la huída de cada persona. Que el origen sea un determinado país no determina de forma automática la aprobación o la denegación de la solicitud. Durante la entrevista los solicitantes tienen la oportunidad de explicar los motivos por los que huyeron del país”.
Durante los meses que siguieron al verano de 2015, cuando la llamada crisis de los refugiados alcanzó su pico en Europa y, especialmente, en Alemania, los funcionarios e infraestructuras de la economía más fuerte de la UE estuvieron cerca de verse superados por la situación. Para algunos analistas, dada la gran cantidad de personas que llegaron en tan poco tiempo, las autoridades lidiaron con el problema de manera eficaz y profesional; para otros, su respuesta no fue suficiente.
El portavoz de BAMF consultado insiste en que todos los funcionarios encargados de decidir sobre las solicitudes están “especialmente preparados”. Y añade: “Para llevar a cabo esta responsabilidad, la Oficina Federal emplea representantes especialmente capacitados para víctimas de persecución por razones de orientación sexual”.
No obstante, atendiendo a cifras oficiales, no todas las decisiones tomadas por los funcionarios de BAMF son correctas. Según los datos desprendidos de una respuesta parlamentaria del Gobierno alemán, en 2017 los tribunales dieron la razón a casi uno de cada dos solicitantes de asilo que apelaron después de que BAMF hubiese rechazado su petición.
Las medidas tomadas en torno a las políticas de asilo levan años bajo la lupa en Alemania, y el reciente escándalo protagonizado por la delegación en Bremen de la Oficina Federal de Migración y Refugiados no ayuda a calmar el ambiente. A este centro se le acusa de haber aprobado alrededor de 1.200 solicitudes de asilo político sin haberlas tramitado correctamente. Además, según informó el semanario Der Spiegel, existen unos correos electrónicos que sugieren que la dirección de BAMF supo de las irregularidades antes de reconocerlas públicamente.
Mientras el escándalo en la Oficina de Migración aumenta, Achref y Emna continúan en un limbo legal. Han pasado ya tres años desde que llegaron a Alemania y, según cuenta él, la incertidumbre le está pasando factura. ”Estoy yendo al psicólogo porque debido al estrés no me encuentro bien. Con tres hijos, sin saber qué va a pasar; hay momentos en los que no puedo más”. Con la ayuda de la organización Queer Refugees Network Leipzig se preparan acudir a los tribunales para poder permanecer en Alemania. “Nosotros solo queremos sentirnos seguros”, insiste Emna.