27/04/2018. Público. –«¡Hay que quemarlos vivos!«. Era el grito que no dejaba de escucharse el pasado domingo en la plaza central de Mitilene, la capital de la isla griega de Lesbos. Y no era sólo una proclama, sino la intención real de más de 200 neonazis que habían llegado a la ciudad para perpetrar un ataque coordinado contra los refugiados. “Fueron más de cinco horas de violencia ininterrumpida contra un grupo de afganos, entre ellos, mujeres y niños, que llevaban varios días acampados en la plaza protestando por las pésimas condiciones en las que se encuentran, atrapados y hacinados en el campo de refugiados de Moria, el más grande de Europa”, relata a Público Ana A., una voluntaria española de la ONG Attika Human Support que lleva varios meses en Grecia. Ana vivió en primera persona el “terror” que desataron los neonazis “sin que la Policía antidisturbios que había allí hiciera nada para evitarlo”.
Del ataque del domingo apenas han trascendido datos. Se sabe que hubo varias decenas de heridos, pero según esta cooperante, debió de haber muchos más porque ni siquiera trasladaron al hospital a los refugiados. “Es más, muchos acabaron detenidos por resistencia a la autoridad, lo que les hará muy difícil renovar sus permisos y que les concedan el asilo en Grecia”, señala.
Las carencias en los campos de refugiados
Los campos de Moria y Kara Teppe, en Lesbos, están superpoblados, apenas cuentan con recursos, comida y hay carencias de material básico, una situación que han denunciado numerosas organizaciones humanitarias. “Son campos cuyo máximo aforo no llega a las 3.000 personas y hay 7.000 dentro, en donde se trata a las personas con una falta de dignidad y humanidad absoluta, en donde hay una ducha por cada 150 personas, donde para comer tienes que hacer colas de dos horas bajo la lluvia y el frío o bajo el calor más terrible. Moria es la ciudad sin ley a la que Europa da la espalda”, describe la voluntaria. Contra esta situación protestaban pacíficamente los refugiados afganos cuando la creciente ultraderecha griega decidió atacar Mitilene.
Ana había llegado a la plaza alrededor de las 19.00 horas, como muchos otros cooperantes y personal de las ONG que trabajan en Lesbos. “Estaba circulando el rumor de que había cientos de fascistas viniendo a la isla desde Atenas y desde otras islas, así que fuimos para apoyar a los refugiados», explica, Ana, quien también acabó siendo víctima de la violencia, como muchos otros voluntarios que fueron a apoyar a los refugiados acampados en la plaza de Mitilene. “Durante varias horas hubo una calma muy tensa. La plaza estaba llena, habría más de 250 fascistas a un lado, separados por un cordón policial. En el centro de la plaza estaban las mujeres y niños refugiados, los hombres habían hecho un cordón para protegerlos porque estaba claro que en cualquier momento iban a atacarles”, explica. Entre insultos y cánticos ultraderechistas, a veces llovían algunas botellas que buscaban el centro del corro. “Quedó claro que su objetivo eran las madres y los niños”, detalla Ana.