Hablamos con varias expertas que coinciden en señalar al género y la raza como dos factores que avivan el odio cuando tiene lugar una tragedia
Itziar Ruiz-Giménez cree que el caso Gabriel «va a ser usado por el discurso neomachista que busca, entre otras cosas, minimizar la violencia de género»
Antumi Toasijé asegura que se trata de un comportamiento «primigenio», usado para mostrar la rabia y el odio de un grupo ante otro percibido como ajeno», en este caso por la cuestión racial
ANA REQUENA AGUILAR. MOHA GEREHOU. ELDIARIO.ES.- «Veo muchas frases de rabia y fotos hablando de esa mujer. Pido a la gente que nadie hable más de esta mujer, que no aparezca en ningún sitio y que nadie las comparta; ese no era él y no soy yo». Son las palabras de Patricia Ramírez, la madre del niño de 8 de años Gabriel Cruz, después de que la rabia y el odio se dispararan al conocer este domingo que el pequeño había sido asesinado. Más allá del caudal de reacciones de todo tipo que siempre desencadena un suceso dramático como este, dos factores han avivado, como en otros casos, el discurso del odio: la presunta asesina es mujer y negra.
No es nuevo: después del crimen de un menor, la rabia y la indignación alimentan reacciones furibundas en forma de todo tipo de comentarios o de concentraciones frente a las puertas de una comisaría o en torno a un coche policial en el que aguarda un detenido. Sucedió en el caso de Diana Quer, pero también en el de Marta del Castillo o en el de Asunta Basterra.
En el caso de Gabriel Cruz, el género y la raza están sirviendo como arma arrojadiza: «Es muy probable que las concentraciones se hubieran producido igual, pero en este caso se están usando esos elementos (la raza y el género) para representar y atacar a todo un grupo de personas, que son las mujeres racializadas», explica la profesora de Comunicación en la Universidad Rey Juan Carlos Sonia Núñez Puente, investigadora especializada en estudios culturales, género y nuevas tecnologías.
Es el discurso «del otro y la otra», dice Núñez Puente: «Cuando elaboramos cualquier narrativa, sea con imágenes, textos o comentarios lo hacemos siempre con cierta carga de la representación. En estos casos, el otro o la otra no tiene la posibilidad de ser diverso, sino que tiene la carga de representar a todo su grupo: gitanos, mujeres racializadas… En cambio, un hombre blanco puede ser representado de muchas maneras sin que aluda a todos los hombres. Esta no es una mujer negra que presuntamente comete un delito, sino que se la toma como representante de toda una comunidad».
Antoinette Torres Soler cree que este crimen «se ha racializado inmediatamente, no se hace una separación entre el crimen y la raza». Sobre las reacciones posteriores a la detención de Ana Julia Quezada, Torres considera que «si esta mujer es culpable, que caiga todo el peso de la ley encima de ella, pero lo que está claro es que una vez se supo que era una mujer negra salió el odio puro, sobre todo en las redes». A esta reflexión añade que «mucha gente dice que lo importante es el niño, y es verdad, pero también hay que pensar en todas esas personas inocentes que van a sufrir injustamente las consecuencias de este caso».
Además, la directora de Afroféminas rescata el caso de María José Abeng, una mujer negra a la que quitaron la custodia de su hijo y que finalmente recuperó de la familia que lo adoptó durante ese periodo de tiempo. Torres considera que «todos los casos sobre mujeres negras se tratan de la misma manera, y pocas veces se habla con feministas negras para cubrir esta parte, nunca se está dispuesto a analizarla desde los medios».
Para la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en género Itziar Ruiz-Giménez, en este caso la mención insistente al «origen» de la presunta autora del crimen por parte de muchos medios refuerza «estereotipos» en un contexto «en el que hay un aumento de la xenofobia y de los delitos de odio contra las personas racializadas y migrantes». «Se está reforzando un relato de que la población migrante está asociada a eventos negativos. Hay que pensar si el origen es un dato relevante y, si no lo es, solo está contribuyendo a esa respuesta llena de comentarios racistas», apunta.
El historiador Antumi Toasijé achaca la reacción en este tipo de casos a un mecanismo de refuerzo grupal, un concepto de la psicología social. «Se activan cuando hay una amenaza percibida, sirve en muchos casos para mostrar la rabia y el odio ante alguien percibido como ajeno». Toasijé hace la comparación con lo que ocurre en un estadio de fútbol: «Se exalta la reacción a la decisión arbitral por ese sentimiento de grupo y porque, cuando se trata de seguir al grupo o salir de él, la gente prefiere lo primero». Sobre este refuerzo grupal se asientan los estereotipos y prejuicios, explica el historiador: «En Estados Unidos se ve de forma clara cuando se relaciona a los negros con los crímenes, y en casos como este, más todavía. El hecho de que sea dominicana hace que muchos intenten relacionarla con delitos asociados a esta nacionalidad».
«Parece claro que va a ser usado por el discurso neomachista que busca, entre otras cosas, minimizar la violencia de género», dice Ruiz-Giménez. Una situación que, dice Núñez Puente, conecta con el concepto de posverdad: «La gente prefiere aferrarse a aquellos discursos que se basan en emociones y no en hechos, tomar la excepción como la norma y quedarse con eso en lugar de ir a las causas de por qué suceden las cosas».
Los expertos coinciden en que, más allá de un hecho terrible que la justicia tendrá que esclarecer, las representaciones y comentarios están sirviendo para «criminalizar» a las personas migrantes en general y para «instrumentalizar» el crimen y utilizarlo como refuerzo de posiciones machistas y racistas.