América Latina, envuelta en otro caso, ha sufrido un gran número de ellos en los últimos años
LA VERDAD.- La denuncia contra los cracks colombianos Edwin Cardona y Wilmar Barrios (Boca Juniors) por agresión y amenazas a dos mujeres en Buenos Aires volvió a cuestionar al mundo del fútbol como un ambiente en el que se refuerza la violencia machista.
América Latina ya había sido sacudida por casos como el del brasileño Robinho, una exestrella del fútbol europeo, condenado en Italia en 2017 por una violación grupal. También fue protagonista de un escándalo el antiguo director técnico del combinado colombiano Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez, que tuvo que renunciar a su cargo después de golpear a una mujer a la salida de un bar en Bogotá en 2011.
En el fútbol, la mujer «se ve como una cosa o como una presa, pero no se la ve como una compañera», dijo el psicólogo deportivo Oscar Mangione, exintegrante del cuerpo técnico de Boca Juniors.
Las mujeres que acusaron a Cardona y Barrios detallaron situaciones de «violencia física y verbal» que incluyeron «un episodio en un ascensor en el que uno de los jugadores empuñó un cuchillo», según el abogado de las demandantes. Apartados inicialmente de los entrenamientos, los jugadores cafeteros volvieron a lucir los colores del xeneize este fin de semana, apenas unos días después de que se abriese el proceso en su contra, pese a que la justicia aún no decide sobre el caso.
En La Bombonera, la denuncia ya parecía cosa del pasado. «Si estuvo mal tienen que pagar, más vale. Pero siempre hay tramoya en el medio. Yo quiero que gane Boca, qué quieres que te diga», comentó Luciana, una hincha, cuando se dirigía al partido en el que volvieron a la cancha.
«Lo que prevalece es la cuestión utilitaria en cuanto al valor del triunfo deportivo o la inversión económica que el club ha hecho con el jugador», explicó Mangione antes de añadir: «No hay una política institucional. Un chico entra al fútbol a los doce años y a lo mejor lo deja en la treintena, y en todo ese tiempo solamente se forma técnicamente como futbolista. Y es un momento de mucha importancia para formarlo como un hombre en todo sentido».
Al mismo tiempo, los jugadores «quieran o no, son modelos de identificación. Y su ejemplo habilita determinado tipo de conducta que no es la deseable», detalló. En Argentina, una mujer es asesinada por su condición de género cada 29 horas, de acuerdo con el Observatorio de la Violencia contra las Mujeres ‘Ni Una Menos’, que registró 298 femicidios el año pasado.
En abril de 2017, el cuerpo mutilado de Araceli Fulles, de 22 años de edad, fue encontrado mezclado con cal bajo una losa de cemento y escombros. Días antes, había sido Micaela García, de 21 años, hallada muerta en un descampado. En agosto, Anahí Benítez, de 16, también aparecía asesinada.
Esa realidad contrasta con una legislación a favor de la protección a la mujer en la que «Argentina es pionera», explicó Ada Rico, titular de la asociación La Casa del Encuentro, quien declaró: «Pero por más leyes y más dispositivos que haya, si no hay un cambio cultural, no lo vamos a lograr».
Para Analía Fernández, periodista y futbolista amateur, victimizar al jugador y desestimar la palabra de la víctima es el escenario más difundido. «En este momento el fútbol masculino -el de la FIFA, el de la AFA- es un espacio de legitimación de la violencia machista», aseguró.
«Nuestra tarea es empezar a transformar ese fútbol. En las canchas lo estamos cambiando nosotras», lanzó Fernández desde el terreno donde juega su equipo en Buenos Aires.