El consenso entre los expertos en la Shoah es rotundo: muchos polacos participaron en la persecución de judíos durante y después de la Segunda Guerra Mundial
GUILLERMO ALTARES. EL PAÍS.- La verdad histórica y la verdad política no siempre coinciden, pero pocas veces se ha abierto un abismo como el que quiere imponer por ley el Gobierno ultranacionalista polaco de Ley y Justicia sobre lo que ocurrió en el país durante la Segunda Guerra Mundial. El relato oficial de los hechos sostiene que los polacos no tuvieron nada que ver con la persecución de los judíos y se volcaron en intentar salvar el mayor número posible. Los principales historiadores del Holocausto en Polonia aceptan que muchos polacos se jugaron la vida al tratar de ocultarles, pero mantienen que un número terriblemente alto denunciaron o asesinaron a sus vecinos judíos y participaron en pogromos durante y después del conflicto.
Sostener esto último se ha convertido en delito en Polonia, penado hasta con tres años de cárcel. La ley, aprobada por las dos Cámaras, fue refrendada este martes por el presidente Andrzej Duda, quien defendió que “protege la dignidad polaca”. Como siempre que se habla de la Segunda Guerra Mundial, los matices son significativos y las sensibilidades importantes. Polonia sufrió de manera atroz y los polacos, judíos y católicos, fueron perseguidos, deportados y asesinados en masa durante la ocupación alemana (1939-1945) y soviética (1939-1941). Tres millones de judíos fueron exterminados por los nazis (la mitad de los muertos en la Shoah) y la cultura judía polaca fue borrada del mapa. No ha ocurrido nada igual en la historia.
La ley tiene dos partes y no afecta a los historiadores, pero podría poner en aprietos a los periodistas que reproduzcan sus palabras. Como asegura la experta israelí Havi Dreifuss, “no pretenden negar la historia; solo que no se pueda discutir sobre ella”.
La ley considera delito hablar de “campos de exterminio polaco”, un error incuestionable. Los seis campos de exterminio nazis – Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Belzec, Sobibor, Chelmno y Majdanek– fueron construidos por Alemania en la Polonia ocupada o en territorios anexionados. El que hoy se encuentren en territorio de Polonia ha hecho ese error muy frecuente. Los polacos no tuvieron nada que ver ni con su construcción, ni con su organización. El Gobierno polaco en el exilio se esforzó en denunciar su existencia y nunca colaboró con los nazis.
Dicho esto, el Holocausto no se desarrolló solo en los campos de exterminio, en los guetos o por la acción de los Einsatzgruppen, las unidades móviles de las SS que asesinaron a 1,5 millones de personas. Miles de ciudadanos de los países ocupados, de Francia a Holanda, Ucrania, los países bálticos o, naturalmente, Polonia, colaboraron en el exterminio, denunciando a sus vecinos, participando en matanzas o extorsionando a quienes se escondían. Si se oculta esa parte de la Shoah, nunca se podrá entender hasta qué punto es peligroso el crecimiento del antisemitismo en Europa.
Las opiniones de los historiadores
Estas son algunas opiniones de historiadores de primera fila sobre lo ocurrido en Polonia antes, durante y después de la guerra. Todos los libros citados han tenido repercusión internacional. Autores como Jan T. Gross o Jan Grabowski han sufrido ataques y han sido denunciados por el Gobierno polaco o por organizaciones afines.
Havi Dreifuss, autora de libros como Changing Perspectives on Polish-Jewish Relations during the Holocaust, directora del Centro de Investigación del Holocausto en Polonia del International Institute for Holocaust Research, dependiente del Yad Vashem, responde por correo electrónico. ¿Fueron los judíos perseguidos por sus vecinos polacos? “Está muy documentado por diferentes investigaciones. No solo el libro de [Jan] Gross [Vecinos], sino también publicaciones del Institute of National Remembrance”, que depende del Gobierno polaco. ¿Podemos decir que los polacos solo salvaron a judíos? “Naturalmente que no. Existe un número impresionante de polacos declarados Justos entre las Naciones (6.700), pero solo representa parte de la historia. Hubo polacos que ayudaron a un judío y denunciaron a otro y hubo gente que comenzó ayudando y luego mató a judíos”. ¿Se lo va a pensar antes de volver a Polonia a investigar? “Me temo que sí”.
Jan Grabowski, profesor de la Universidad de Ottawa, autor de Hunt for the Jews: Betrayal and Murder in German-Occupied Poland, donde documenta el asesinato de al menos 200.000 judíos por polacos, se ha enfrentado a varios procesos, que ha ganado: “La ley es una desgracia por varios motivos, como amenazar con penas de prisión a quienes no comparten la visión del pasado de los nacionalistas en el poder. El argumento de que los trabajos académicos están excluidos no tiene sentido. ¿Quién decide quién es un académico? Todo esto se ha producido en medio de la destrucción del sistema judicial polaco. ¿Quién decide qué es una ofensa a la Nación Polaca? ¿Quién puede hablar en nombre de la Nación Polaca?”.
Barbara Engelking, historiadora polaca, dirige el Centro Polaco de Investigación del Holocausto y preside el Consejo Internacional de Auschwitz. Es autora de On ne veut rien vous prendre… Seulement la vie. Des juifs cachés dans les campagnes polonaises, 1942-1945. Relata lo que ocurrió a los entre 120.000 y 250.000 judíos que lograron escapar y cómo fueron perseguidos. Sobrevivieron entre 30.000 y 40.000. “La visión de una ayuda masiva en el campo polaco es totalmente falsa. Muchos polacos murieron como héroes por salvar a judíos, es incontestable; pero no hay que olvidar que deberían haber muerto muchos menos. Eran víctimas de los alemanes, sin duda, pero también de los vecinos que les habían denunciado”. Su trabajo se basa en 391 testimonios del Instituto de Historia Judía de Varsovia y 82 del Yad Vashem de Jerusalén.
Anna Bikont es periodista de Gazeta Wyborcza, autora de The Crime and the Silence, que ganó en 2011 el premio al Mejor Libro Europeo. “Una puede hacerse a la idea de la profundidad y el alcance del antisemitismo en la región leyendo la prensa local, especialmente el semanario local de la diócesis. Algunos titulares de primera página: ‘Los judíos se toman libertades’, ‘Quitemos la tierra a los judíos’, ‘Los jóvenes polacos sufren a causa de la maldad de los judíos”. Bikont investiga la matanza de Jedwabne, el asesinato cientos de judíos en un pogromo, atribuido en principio a los nazis hasta que Gross reveló en Vecinos que sus autores habían sido polacos.
Timothy Snyder, historiador estadounidense de Yale, escribe en Tierras de sangre: “Como en todas partes en la Polonia de la posguerra, los judíos recibían palizas y eran asesinados en tales proporciones que la mayoría de los supervivientes decidían marcharse. (…) En la Polonia de posguerra era muy peligroso ser judío”.
Keith Lowe, historiador británico, una autoridad en la época, relata en Continente salvaje: “Después de la guerra, Polonia era con mucho el país más peligroso para los judíos. Al menos 50 judíos fueron asesinados por polacos entre la rendición alemana y el verano de 1946, aunque la mayoría de los historiadores sitúan esa cifra alrededor de 1.500. (…) Dejaban los cadáveres con notas en los bolsillos en las que se leía: ‘Ese será el destino de todo judío superviviente”.
Polonia ganó el Oscar en 2015 por Ida, una película de Paweł Pawlikowski que habla de judíos asesinados por sus vecinos polacos, que luego se quedaron con sus posesiones, lo que provocó que el filme, pese a su éxito internacional, fuese atacado por la televisión pública polaca. Maus, de Art Spiegelman, la primera novela gráfica que ganó el premio Pulitzer en 1992, relata la historia de un superviviente del Holocausto en Polonia, el padre del autor. Cuando tiene que esconderse entre polacos católicos, siempre vive atemorizado y es denunciado varias veces (también ayudado generosamente). También cuenta como, al final de la Segunda Guerra Mundial, un judío es asesinado por sus vecinos cuando regresa a su casa, ahora ocupada.