La muerte a tiros de Oliver Ivanovic trunca la reanudación del diálogo entre Belgrado y Pristina en Bruselas
MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ – VALLEJO. EL PAÍS.- El político serbio de Kosovo Oliver Ivanovic, de 64 años, ha sido asesinado este martes frente a su despacho en Mitrovica, la ciudad partida en dos (el norte, étnicamente serbio; el sur, sólo albanokosovar) que simboliza el foso existente entre ambas comunidades de la antigua provincia autónoma yugoslava. Los cinco disparos que le alcanzaron el pecho –un “acto de terrorismo” para el Gobierno de Belgrado, que convocó una reunión urgente de su consejo de seguridad- han interrumpido abruptamente las negociaciones que reiniciaban este martes en Bruselas, en un nivel técnico, las delegaciones de ambas partes, en un enésimo intento, en el marco del diálogo promovido por la Unión Europea desde 2013, de resolver las diferencias que les enfrentan desde que la mayoría albanokosovar declarase unilateralmente la independencia en 2008 tras una corta pero cruenta guerra (1998-1999) contra la tutela de Belgrado, cuyas consecuencias se siguen elucidando.
El político asesinado, antiguo funcionario serbio y líder del partido Libertad, Democracia, Justicia, fue juzgado por presuntos crímenes de guerra cometidos en 1999, condenado a nueve años de cárcel en 2016 por jueces de la misión administrativa de la UE en Kosovo (Eulex, en sus siglas inglesas) y finalmente absuelto por un tribunal de apelaciones un año más tarde. Ivanovic pasó dos años detenido y salió de la cárcel en abril pasado. Desde entonces, había recibido dos avisos: un pequeño artefacto explosivo, detonado, en su coche oficial, y el incendio intencionado del privado.
El asesinato de Ivanovic, que fue condenado por el Gobierno de Pristina y el presidente kosovar, Hashim Thaci, coincide con un preocupante episodio para Bruselas, el intento del actual Gobierno –formado por una coalición de líderes exguerrilleros del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK, en sus siglas albanesas)- de frenar la actuación del tribunal que debe juzgar los presuntos crímenes de guerra cometidos contra la minoría serbia durante la guerra.
Francia, Alemania, Italia y Reino Unido, así como EEUU –el principal valedor de la independencia kosovar-, advirtieron al Gobierno de Pristina el pasado día 4 de las “serias consecuencias” que se derivarían de ello. “Instamos a los líderes kosovares a informar honestamente a sus ciudadanos de las serias consecuencias para la integración internacional y euroatlántica [del país] si Kosovo sigue por esta senda”.
El tribunal fue creado en 2015 por el Parlamento de Pristina a instancias de Bruselas y establecido en La Haya con un equipo de jueces y fiscales internacionales bajo jurisdicción kosovar; inició sus actividades a principios de 2017 y sus primeras sentencias se esperan en breve. En diciembre, un grupo de diputados –la mayoría, veteranos del UCK- intentó revocar la ley que posibilitó la creación del tribunal, aunque la votación no llegó a producirse.
El cometido del tribunal especial para Kosovo compromete gravemente a las actuales autoridades kosovares. El primer ministro, Ramush Haradinaj, conocido como Rambo y cuya extradición ha solicitado Belgrado por presuntos crímenes de guerra –por ese motivo estuvo varios meses detenido en Francia, de donde volvió a Pristina-, es el principal interesado en que la corte no avance. Potenciales reos son también el presidente Hashim Thaçi, en su día comandante en jefe del UCK, o el presidente del Parlamento, Kadrid Veseli, ambos del poderoso Partido Democrático de Kosovo y muy activos durante la guerra.
El primer ministro Haradinaj ha reiterado en numerosas ocasiones su oposición a la corte especial, la última de ellas el pasado 4 de enero: “Estaba en contra del tribunal cuando estaba en la oposición y estoy en contra ahora”. Su hermano Daut, diputado, ha ido más lejos, apuntando que la primera sentencia del mismo especial “podría “activar a la antigua guerrilla del UCK.
Belgrado, secundado por Moscú, no reconoce la independencia de Kosovo, declarada en 2008 por su antigua provincia y que sí han validado 115 países. Más del 90% de la población de Kosovo es albanesa, musulmana, pero hay una importante minoría, estimada en torno a 40.000-50.000 habitantes, de serbios (ortodoxos) en el norte del país.