Miquel Casals, miembro del círculo íntimo de Puigdemont, fue condenado por asociación con banda armada en 1995. Sus parejas son muy amigas. Define al expresident como un «devoralibros» y «un jugador de Trivial insufrible»
Carles y Miquel son amigos, confidentes. Mucho antes de que el primero fuera investido presidente de la Generalitat y de que el segundo se desligara para siempre de Terra Lliure. Los dos de Girona, lectores, deseosos de «una Cataluña libre», amantes de la foto vieja y sepia que arroja las calles de su ciudad con muchos años menos sobre el adoquín.
Su amistad los sentó a la mesa en Bélgica la última noche del año. No era la primera vez. Sobre el mantel, gafas de plástico, sombreros de purpurina, teléfonos móviles… Carles Puigdemont, de negro; Miquel Casals, de azul.
De antemano los unía Girona, con menos de 100.000 habitantes, un lugar donde los rostros de quienes pugnaban por el proyecto separatista no pasaban desapercibidos. Ni entre partidarios ni entre detractores. En aquellas manifestaciones se notaban las ausencias. Puigdemont, igual que Casals, separatista desde el principio, no fallaba a las citas. «Aunque en aquel momento no era de los míos, él era pacifista», contó Casals a Vilaweben una entrevista publicada el año pasado.
«Los petardos te los hacías tú solo»
Se escapaban los años setenta y sus caminos divergían. Puigdemont, periodista, terminaría engrosando Convergencia (CDC) y Casals encontraría acomodo en Terra Lliure, organización terrorista que empuñó las armas hasta principios de los noventa. Faltaba mucho para que la fotografía publicada por ABC, que revela su última Nochevieja juntos, fuera posible.
Años más tarde, cuando Casals detalló su etapa en Terra Lliure, se refirió a la organización como carente de estructura: «Los petardos te los hacías tú sólo». En cuanto a sus objetivos, dijo desechar la quema indiscriminada de cajeros para centrarse en lo simbólico, como prender las banderas o aquella réplica de la carabela de Cristóbal Colón contra la que trató de atentar.
En aquel tiempo, «cuando los vascos eran los reyes del mambo», Casals pensaba en blanco o negro, sin matices. «Llegábamos a los Aberri Eguna -‘Día de la patria vasca’- y nos decían que los catalanes estábamos domesticados. Nos deslumbraba. De joven, te gusta la contundencia«, confesó a Vilaweb. Casals llegó a retar a Puigdemont: «Hemos de batasunizar Cataluña».
En 1992, con los Juegos Olímpicos de Barcelona en cartera, tuvo lugar lo que luego se bautizó como la «Garzonada». Se programó una oleada de detenciones contra miembros de Terra Lliure. Aunque la banda terrorista estaba prácticamente en fuera de juego, el Gobierno de Felipe González temía un atentado durante las Olimpiadas en busca de la reivindicación.
Consciente de ello, Miquel Casals huyó. Regresó una vez clausurados los Juegos, cuando habían sido apresados decenas de sus compañeros. Fue detenido en Girona a la salida del cine. Era 24 de septiembre de 1992 y había ingresado por oposición como agente forestal.
Indultado por el Gobierno
La Audiencia Nacional le condenó a dos años de cárcel por colaboración con banda terrorista y tenencia ilícita de armas. Trajo a España un revólver desde Andorra. Apenas estuvo unos días en prisión. La propia sentencia incluía la petición de indulto, que sellaría el Gobierno español en 1996 por no haber víctimas en los atentados, ser pocos los daños materiales y no percibir riesgo de que volvieran a actuar. Tras renunciar a las armas, Miquel Casals eligió Esquerra Republicana para vincularse a la política. Años más tarde, compartiría partido con su amigo Carles, el PDeCAT.
Sus parejas, lazo de unión
La pasada Nochevieja posaron junto a sus parejas, íntimas amigas, lo que estrechó definitivamente el lazo entre Puigdemont y Casals. A esto se suma que tienen un hijo de la misma edad.
Miquel Casals se ha convertido, por confidente, en una fuente indispensable para los últimos biógrafos del expresident. Define a su amigo Carles como «un devoralibros», un adversario insoportable de Trivial. Aunque reitera que no se lo pidió explícitamente, fue Puigdemont quien logró su viraje definitivo al PDeCAT.