LA VANGUARDIA. EFE.- Su pasado cercano a grupos neonazis no ha impedido a Heinz-Christian Strache ganarse el apoyo del electorado y el respeto de los políticos austríacos, hasta convertirse hoy en el nuevo vicecanciller de Austria, como número dos de una coalición entre su ultranacionalista FPÖ y el Partido Popular (ÖVP).
«Nunca fui un neonazi y no soy un neonazi», se defendía en 2007 Strache, cuando la prensa publicó fotos suyas en las que se le veía en uniforme de camuflaje participando en juegos de guerra junto a miembros de la organización neonazi VAPO.
Pese a la gravedad de las acusaciones, la polémica duró poco tiempo y no tuvo coste político alguno para el líder ultraderechista, de 48 años de edad.
El entonces canciller, el socialdemócrata Alfred Gusenbauer, le quitó importancia al asunto y habló de «muchachadas», y en 2008 el Partido Liberal de Austria (FPÖ) de Strache volvió, con el 17 % de los votos, a ser la tercera fuerza más votada en las elecciones.
«Estaba buscando y probé muchas cosas», se justifica el propio Strache sus contactos extremistas, en declaraciones al diario alemán Süddeutsche Zeitung, que publicó en septiembre pasado un largo dosier sobre su pasado.
El periodista Hans-Henning Scharsach, autor de varios libros sobre la ultraderecha austríaca, contradice al líder derechista y destaca que «informes policiales y actas judiciales documentan que Strache procede del sector neonazi más dispuesto a la violencia».
En declaraciones a Efe asegura que «Strache mantiene hasta hoy contactos con el ambiente neonazi», echando por tierra así la teoría de «pecados de juventud».
Similar es también el análisis de Nina Horaczek, coautora de una biografía sobre el jefe del FPÖ, al destacar que Strache «era parte de ese ambiente (neonazi)», que los contactos siguieron en el tiempo y que no fue algo de un par de semanas o meses.
Según cuenta a Efe esta periodista del semanario vienés Falter, los vínculos de Strache con grupos extremistas se extendieron hasta 1989, cuando a los 20 años de edad empieza a militar en el FPÖ.
Este pasado ultraderechista no fue tema de debate durante la campaña para las elecciones del pasado día 15 de octubre, en las que el FPÖ se hizo con el 26 % de los votos, suficiente para entrar luego en una coalición de Gobierno con el ÖVP popular.
«Lamentablemente, ese tipo de reproches son contraproducentes en Austria», advierte Scharsach, y explica que Strache ha logrado darle la vuelta a las acusaciones y presentarlas como parte de una persecución a su partido por parte de los medios.
Un éxito del que también son responsables, señala Scharsach, los dos partidos tradicionales de país, el ÖVP y el socialdemócrata SPÖ, que por encima de todo trataron siempre de mantenerse en el poder.
Pero también existe un alto nivel de tolerancia de la opinión pública austríaca con el pasado neonazi, denuncia Horaczek.
En ese sentido, asegura en la vecina Alemania un político con ese currículum extremista no podría ser tan exitoso.
«Pese a todo, Strache ha logrado presentarse como un ‘patriota austríaco’, aunque el partido, verdaderamente, con la influencia de las llamada ‘Burschenschaften’ (cofradías estudiantiles de extrema derecha), es claramente pangermanista», explica.
Según Horaczek, existe una clara diferencia entre la mayor parte de votantes del FPÖ y la dirección del partido, pangermanista, muy a la derecha, «incluso hasta la extrema derecha».
Ambos analistas destacan la participación de un Strache veinteañero en actos de «Wiking Jugend», un grupo neonazi alemán, ilegalizado en 1994, o con la organización estudiantil de extrema derecha «Vandalia».
El ahora vicecanciller mantuvo además durante años un estrecho contacto con Norbert Burger, un líder neonazi austríaco, condenado en Italia por terrorismo y en Austria por revisionismo nazi, y con cuya hija tuvo una relación sentimental.
Según Horaczek y Scharsach, desde que Strache asumiera en 2005 la dirección del partido, miembros de cofradías pangermánicas han pasado a dirigir el FPÖ.
De los seis miembros de la dirección del partido, cinco pertenecen a organizaciones ultranacionalistas y el número de diputados vinculados a esos grupos ha pasado del 10 al 40 %.
Con todo, Horaczek admite que en Strache se ha producido en los últimos años una evolución en sus posiciones políticas, incluyendo un apoyo explícito al Estado de Israel.
«No diría que Strache es hoy neonazi pero sí que está en la extrema derecha», matiza la periodista y añade que sí hay gente en el partido que mantiene contacto con esos ambientes extremistas.
Respecto a lo que se puede esperar ahora del nuevo Gobierno, participado por el FPÖ, Horaczek vaticina «un debilitamiento del estado del bienestar socialdemócrata».
Scharsach, por su parte, teme un «desmontaje democrático», como el riesgo de que bajo la nueva coalición queden tocados el derecho de manifestación o la libertad de prensa.
Sólo en la política exterior y hacia la Unión Europea (UE) ambos analistas confían en que no haya grandes cambios, ya que ésta estará dirigida por los populares, tradicionalmente muy europeístas.