En 1992 fue la primera vez que hubo víctimas mortales en un incendio provocado por neonazis en Alemania. 25 años después, la ciudad y las víctimas de Mölln se siguen esforzando para que el suceso no quede en el olvido.
HEINRICH KIESSEL. DEUSTCHE WELLE.- Faruk Arslan ha vivido 32 años en Mölln, en su opinión, «unas de las ciudades más bonitas». Cuando mira la calle Mühlenstraße su cara se le transforma. En la casa al final de dicha calle fallecieron su hija Yeliz de diez años de edad, su madre Bahide y su sobrina Ayse a consecuencia de un incendio provocado por neonazis la noche del 23 de noviembre de 1992.
Arslan se queda de pie delante de su antigua casa. A la derecha hay una placa conmemorativa con el nombre de las fallecidas. «El dolor solo puede entenderlo alguien que lo haya vivido, no remite”, dice encogiendo los hombros. Algunos miembros de la familia pudieron salvarse por las ventanas. «Mi hija estaba en la camilla y dijo ‘papá’. Fue lo último que le oí decir”, cuenta Arslan. Su hijo sobrevivió al incendio, porque su abuelo lo envolvió con paños húmedos. Arslan realiza una terapia psicológica desde hace 20 años.
La imagen de la ciudad ha cambiado
El suceso de Mölln fue uno de los numerosos actos violentos de la extrema derecha en la Alemania recién reunificada: la manifestación ante un centro de trabajadores extranjeros en Hoyerswerda o la multitud vociferante ante un centro de acogida en Rostock-Lichtenhagen. Pero en el caso de Mölln hubo tres víctimas mortales. Miles de personas se manifestaron después del trágico suceso en contra del racismo y la xenofobia por todo el país, y en la fiscalía federal se encargaron personalmente del caso. Los criminales estuvieron 15 y 10 años en prisión, pero la ciudad tiene desde entonces un problema con su imagen.
Jan Wiegels, el alcalde de Mölln desde 2010, prefiere recordar esta ciudad como la alegre «ciudad del bufón Eulenspiegel”, quien aparentemente falleció en el lugar. Sin embargo, él reconoce que «es verdad que fuera de la región de Schleswig-Holstein, se la asocia, sobre todo, con el incendio premeditado. Ahora este suceso pertenece a la historia reciente de la ciudad”, explica.
Wiegels aclara que en la ciudad se trabaja de manera intensa a la hora de informar sobre el racismo: «No puede volver a suceder algo así, ni en Alemania ni en Mölln”, advierte el alcalde. Cada noviembre tienen lugar eventos muy relevantes en la ciudad: un acto conmemorativo además de debates y exposiciones, también con la presencia de personas famosas. Es difícil de evaluar si todos estos esfuerzos dan sus frutos. De hecho, en Mölln no votan menos ciudadanos al partido populista de derecha, Alternativa para Alemania (AfD) que en las localidades de los alrededores.
¿Quién debe organizar los actos conmemorativos?
Faruk Arslan luchó para que en la placa dedicada a su madre, Bahide Arslan, apareciera «asesinada en un incendio provocado con motivación racista».
Esta cultura del recuerdo en Mölln no cuenta con el beneplácito de todos. Hay quienes opinan que existe una gran corriente ultraderechista en la ciudad y el gobierno local no hace lo suficiente para aplacarla. Otros piensan que ya está bien de recordar el trágico pasado. También hay gente que desea que las víctimas fuesen los encargados de preparar los actos conmemorativos. Así lo hace el hijo de Arslan, Ibrahim, quien organiza con un círculo de amigos «El discurso de Mölln en el exilio”. Esta vez tuvo lugar en Berlín y el próximo año lo harán en Viena.
Faruk Arslan cree que es su responsabilidad luchar contra los neonazis. «Mi madre hizo tanto por la gente de aquí, era una mujer fuerte”, recuerda. Uno de los autores del incendio compraba en su tienda y estaba en la misma clase del colegio que su hermana. «¡Es increíble que les dimos de comer a esos idiotas!”, se queja Arslan.