ÁNGEL FERRERO. PÚBLICO.- Kathrin Glösel (1989) es investigadora en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Viena y colaboradora del Comité de Mauthausen – Austria (MKÖ). Junto con Julian Bruns y Natascha Strobl, es co-autora de ‘Die Identitären’ (Unrast, 2017), un libro –que va ya por su tercera edición– sobre la organización que se encuentra detrás del barco ultra ‘Defend Europe’
Pregunta. Después de ‘Sumisión’ de Michel Houellebecq y varias manifestaciones en Alemania y Austria, el llamado movimiento identitario ha alcanzado cierta fama. Tras el atentado en Barcelona hemos llegado incluso a ver banderas con su emblema en Las Ramblas. ¿Quiénes son los identitarios?
Respuesta. En Austria son una asociación registrada con miembros y simpatizantes que forma parte del espectro de la derecha. Se diferencian de otras en que no son un partido ni una organización juvenil. En Austria la componen cerca de 300 miembros, en Alemania unos 400 y en Francia, de acuerdo con sus propios datos, unos 2.000. En ningún país son una organización de masas, sino un proyecto elitista que se ha establecido como objetivo hacer aceptables para la mayoría social las demandas y la manera de entender el mundo de la ultraderecha. Uno de sus pilares ideológicos es el racismo antimusulmán, la nación es para ellos más importante que el individuo, rechazan de plano el liberalismo, la izquierda, el marxismo y el feminismo… Estos puntos los comparten con otros partidos, organizaciones y publicaciones, participando en una suerte de distribución del trabajo con la que intentan reforzar y propagar esta ideología.
En Alemania, por ejemplo, Lutz Bachmann, de Pegida, dijo abiertamente que existía esta distribución del trabajo, con Alternativa para Alemania (AfD) como partido y Pegida y los identitarios como movimiento de calle, una especie de vanguardia. Lo que no dijo es que también existe todo un trabajo editorial en la nueva derecha. No se organiza en partidos, sino en el espacio extraparlamentario y busca influir en la opinión pública.
No siendo un movimiento de masas, ¿cómo han podido llamar tanto la atención?
Es algo nuevo, que se diferencia de los grupos ultras que conocíamos. Me refiero a aquellos neonazis que no quieren ser vistos, que se ocultan, que saben que están haciendo algo ilegal. Esto es algo nuevo: radicales que dan la cara, que ofrecen entrevistas, con los que se puede tener contacto directo. También tiene que ver con un trabajo público profesional. Organizan campañas, se coordinan a nivel internacional, intercambian ideas y utilizan logotipos similares. Saben cómo se producen las imágenes que les interesan. Martin Sellner ha dicho que la imagen es más importante que la propia acción. Cuando intentan ‘okupar’ un edificio, la ‘okupación’ es lo de menos. No tiene nada que ver con el movimiento ‘okupa’, que busca dar un uso al espacio, se trata de la imagen y su propagación. Se relaciona con la lógica de consumo y la influencia de las imágenes. Por eso han alcanzado fama.
¿Quiénes son los identitarios, de dónde proceden?
En 2011 se cerró un medio neonazi en Austria que sirvió como ‘pool’, y lo mismo las asociaciones estudiantiles reaccionarias (Burschensachften), que en Austria cuentan con contactos, infrastructuras y dinero. El propio Martin Sellner procede de círculos neonazis, él mismo lo ha reconocido. Pero los identitarios no surgieron en Austria, sino en Francia. En 2011 organizaron un acto europeo en el que participaron destacados miembros de la nueva derecha. Ahí vieron en este proyecto un gran potencial: una nueva forma de activismo que también podían utilizar.
En 2012 aparecieron los identitarios en Austria. Aquí los cuadros de la organización proceden de las asociaciones estudiantiles conservadoras y el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ). En Estiria, por ejemplo, uno de ellos representaba al FPÖ en las instituciones del estado federado. Abandonó el cargo, pero sigue siendo militante del FPÖ. Los cuadros tienen una experiencia política que no se encuentra en los miembros y simpatizantes.
¿Cómo han evolucionado?
En Austria existía una estructura llamada ‘Die Funke’ (la chispa), que ahora vuelve a ser activa. Se dedicaban a la propaganda de las ideas de la llamada revolución conservadora a través de pegatinas o interrumpiendo actos de la izquierda. Más allá de eso poca cosa, pero se sabe que fueron un ‘pool’ posterior para los identitarios porque la estética es la misma. Eso fue en torno al 2011. En 2013 existían dos grupos de estudiantes paralelos: Identitäre Richtung (Dirección identitaria) y Identitäre Wien (Identitarios de Viena). Este último era más activista, el primero más intelectual, pero ambos ultraconservadores, cuasi monárquicos. Ese mismo año hubo una fusión y comenzaron las acciones. Un grupo de refugiados ocuparon la Iglesia votiva (Votivkirche) de Viena en protesta por las condiciones en los campos para refugiados en Traiskirchen. Los identitarios organizaron una contra-ocupación, decían que las verdaderas víctimas eran los austriacos a quienes se estaba robando, etcétera. Ése sería el momento fundacional. Aunque hubo proyectos en otros estados federados, Viena centralizó el movimiento y, a partir de él, se empezaron a organizar otros grupos. El año pasado, en abril, interrumpieron la representación de Los desamparados de Elfriede Jelinek en el Audimax de la Universidad de Viena.
¿Por qué un movimiento y no un partido?
Porque ya hay partidos. En Austria, al comienzo se distanciaron del FPÖ: muy poco radicales, muy poco de derechas para ellos. Ahora están en la misma línea y los identitarios militan en el partido, trabajan en él y ayudan en las campañas y en la organización de actos.
“Movimiento” suena a movilización de la base. Suena cool. Pero en realidad los identitarios son un proyecto elitista. Son cuadros bien organizados, con figuras conocidas como Martin Sellner, que pueden hablar más o menos bien –normalmente más “menos” que “más”–, conceden entrevistas, saben cómo organizar una campaña. Pero entre ellos y la mayoría de miembros y simpatizantes hay una brecha enorme. Sus últimas acciones en Alemania y Austria no han llevado a una movilización y han revelado la insatisfacción de sus miembros, especialmente en las manifestaciones. En julio de 2016 hubo una manifestación en Berlín -normalmente son en Austria- que fue bloqueada por la izquierda. Les molestó, viajaron para estar dos horas de pie sin poder avanzar. Los cuadros dieron por terminada entonces la manifestación. Fue entonces cuando comenzaron a atacar a la policía y los disturbios, lo que demuestra la distancia entre la base y sus cuadros.
También han llamado la atención con su acción ‘Defend Europe’, con el barco C-Star, una acción puramente de cuadros. Muchos de sus miembros se han expresado negativamente en Twitter, lo que resulta embarazoso. Ahí se dan cuenta de que se trata de un proyecto elitista en el que no tienen nada que hacer: no hay una democracia de base, voto, son siempre los cuadros quienes impulsan las acciones y deciden qué hacer.
¿Cómo han modernizado a la ultraderecha?
El primer proyecto del que tengo constancia en Austria, o en el espacio germanoparlante, es la aplicación ‘patriot peer’, que permite a los identitarios localizar a otros correligionarios. Era un proyecto basado en ‘crowdfunding’, pero la plataforma los expulsó y tuvieron que montar otra, algo que ya se había hecho en Francia. No es que los identitarios hayan inventado este tipo de financiación, pero sí que comenzaron a construir infraestructuras para recolectar dinero. Cuentan con un centro deportivo en Lyon que funciona como sede. En 2014 pidieron donaciones para comprar el centro y ropa. Luego vino ‘Defend Europe’.
‘Defend Europe’ comienza en 2016. Fue el lema de una manifestación en 2016 en Viena contra los refugiados. Fue la tercera manifestación. La primera fue contra la Unión Europea, la segunda contra ‘el gran reemplazo’, esta teoría de la conspiración de que las elites buscan reemplazar a la población autóctona con inmigrantes, y la tercera contra los refugiados. Más tarde fue a más con esta acción, en la que buscaron un barco para el que necesitaban dinero. Desde entonces abiertamente se ha visto que la campaña ha ido mal: la tripulación carecía de documentos… Todo forma parte de la misma campaña.
¿Qué papel juega la estética?
Personalmente, cuando veo su material –ya sean octavillas, carteles o el merchandising–, visualmente son atractivos, con una factura profesional, es algo que se ve, se nota que está hecho por gente que sabe cómo hacerlos. Han entendido que el marketing, las apariciones públicas y las imágenes resultantes son muy importantes. Para ellos, la representación pública es una cuestión clave. Cuando filman sus propias manifestaciones dejan fuera lo que recogen los periodistas: no hay cabezas rapadas ni gente bebida, no aparecen las personas que asociamos con el estereotipo de militante de extrema derecha. Cuentan con sus propios símbolos, con sus propios referentes de la revolución conservadora, con los que se distancian de los neonazis clásicos. Quien no conoce el significado de estos símbolos y autores puede sentirse atraído por ellos.
¿Qué significa el símbolo de ‘lambda’?
Se trata de la letra griega “L”, pero no tiene nada que ver con la mitología griega. Sellner ha dicho que cuando iba a la escuela vio la película 300 (Zack Snyder, 2006) y le gustó porque presenta aquello que a los identitarios les gustaría ser: un grupo reducido de espartanos guerreros que defienden heroicamente su tierra contra un imperio multicultural dirigido por un soberano hedonista. Los espartanos llevan en sus escudos la letra “L” por Lacedemonia, como se conocía en griego la región en que vivían. Básicamente de ahí viene. No tenía ninguna connotación negativa –ahora sí que la tiene–, era un símbolo de la cultura pop que servía a sus fines de propaganda.
¿Cuáles sus referentes intelectuales? Nombres recurrentes son Ernst Jünger, Friedrich Nietzsche…
En general, los autores de la revolución conservadora, pero también otros directamente fascistas. Nietzsche, desde luego, Ernst Jünger, Julius Evola, Ezra Pound, Carl Schmitt, Alain de Benoist, Dominique Venner, Pierre Drieu de la Rochelle, Jean Raspail. A través de editoriales como Antaius y Jung Europa se han propuesto buscar autores, contemporáneos e históricos, que se ajusten a su ideología. Venner se suicidó en la Catedral de Notre Dame de París y está considerado un héroe: alguien que se quita la vida en protesta por lo que considera la decadencia de la sociedad. Pero también se interesan por autores como Thilo Sarrazin, un socialdemócrata alemán que se ha pronunciado contra la inmigración.
¿Qué es la idea del ‘gran reemplazo’?
El concepto es del francés Renaud Camus. La editorial Antaius recopiló varios textos suyos y los identitarios han formado parte de quienes han popularizado el término. Es una teoría de la conspiración: presentan un escenario amenazador en el que existe una élite malvada que gobierna contra la población y controla los flujos de la inmigración para que haya más extranjeros que autóctonos en Europa, promocionando también su natalidad, etcétera. Es una concepción estática y que no parte del individuo. Para ellos, una persona nacida de inmigrantes sigue siendo un inmigrante que nunca formará parte de la sociedad.
¿Cómo han llegado a construir una red europea?
Hay reuniones irregulares en las que las delegaciones intercambian impresiones, qué ha funcionado y qué se puede copiar. El mayor foro es la Universidad de Verano de los identitarios franceses, a la que acuden cientos de personas. Hay ramificaciones en toda Europa –Francia, Alemania, Austria, Italia, Portugal, España e incluso EEUU– pero no diría que de momento sea una gran red europea. Podría llegar a serlo, pero de momento no hemos llegado a ese punto.