El buque es acusado de torpedear las ONG que trabajan en el rescate de refugiados en el Mediterráneo
JAVIER ORTEGA FIGUEIRAL. LA VANGUARDIA.- Durante buena parte del pasado mes de agosto, el C-Star, un barco de 40 metros de eslora, ha estado navegando por aguas del Mediterráneo, las mismas donde diferentes buques de varias ONG se han desplegado para rescatar a migrantes que huían de las costas de Libia en embarcaciones precarias con altas probabilidades de naufragar y morir de no estar presentes esos voluntarios en la zona.
El C-Star podría haber sido un barco como los de Sea Eye, Médicos Sin Fronteras o Proactiva Open Arms, ayudando a personas en serias dificultades huyendo de territorios en conflicto, pero no lo era: su misión se centró precisamente en todo lo contrario: monitorizar, acosar y boicotear las acciones de estas organizaciones en la misma zona acusándolas de estar compinchadas con redes mafiosas para hacer negocio con la emigración ilegal. Detrás de esta embarcación de 40 metros de eslora está la organización ultraderechista Defend Europe , afiliada a Generation Identitaire, grupo paneuropeo de corte xenófobo que aboga por la pureza de europa y por “limpiarla de islamistas”.
El C-Star ha sido fuente de contradicciones y conflictos desde los primeros días de su misión. La primera curiosidad sobre este es que la organización antiislamista fletó el barco en la República de Yibuti, un pequeño país del cuerno de áfrica en el que el que algo más del 90% de sus habitantes profesan, precisamente, el islam. En Julio, la autoridad gestora del Canal de Suez impidió su paso durante unos días y el buque quedó retenido prácticamente hasta final de mes, pues aparentemente el capitán falseó la lista de tripulantes, algo que se toma muy en serio en zonas de tránsito delicadas como Suez o Panamá. A finales de mes, cuando ya pudo entrar en el Mediterráneo, el barco se dirigió directamente hacia la zona del sur de Sicilia y el norte de Libia para iniciar su misión de acoso a las ONG extendiendo además enormes carteles avisando a las embarcaciones con migrantes que no había sitio para ellos en Europa.
Muy entrado en años, el barco xenófobo sufrió una avería en alta mar y uno de los buques a los que estaba acosando se ofreció a ayudarles en lo que necesitaran, aunque estos acabaron declinándolo y pudieron arreglar los problemas sin ayuda de terceros. Posteriormente, algunos puertos del sur del Mediterráneo como La Valeta, en Malta le negaron la entrada y finalmente, con la entrada en escena del reforzado cuerpo de Guardacostas de Libia, que tomó el relevo en el acoso a las ONG internacionales, el C-Star dió la misión por finalizada hace unos días.
En la tarde del domingo, el barco apareció por la costa de Girona tras navegar por el norte de Balears y varias organizaciones antirracistas catalanas se pusieron en alerta, pues aparentemente la intención de la organización era realizar una escala en el puerto de Palamós, el más importante de la provincia, gestionado por la Generalitat. La reacción de Ports de la Generalitat fue inmediata y vetó su entrada, haciéndolo público a través de su nueva cuenta en twitter e indicando que vetará la entrada del barco en cualquier puerto de su potestad. Algo similar hizo el ministro del Interior cuando en una comparecencia en la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados para explicar la política migratoria del Ejecutivo afirmó que su gobierno que no iba a consentir su presencia y que España velaria para ese u otros movimientos no tengan la tentación de acercarse a aguas españolas para realizar actos como los que propone esta organización.
Otra de las grandes contradicciones del grupo xenófobo y que aboga por la legalidad es el puerto de registro de su barco: Ulan Bator, capital de Mongolia, que con un millón y medio de kilómetros cuadrados es el país mas grande del mundo sin acceso al mar. De hecho la costa más cercana a esa ciudad dista 1.300 kilómetros, aunque a pesar de ello desde principios de este siglo se ha desarrollado una curiosa marina mercante mongola estableciendo un registro propio de buques que a día de hoy ya ha superado las 150 unidades y aunque oficialmente desde el gobierno de esa república se habla de la excelencia y seriedad de su marina mercante, la realidad es muy diferente.
Mongolia está sirviendo como un equivalente marítimo de un centro financiero offshore, lo que permite diferentes armadores a través de empresas pantalla muchos beneficios que acaban siendo opacos, como los costes de operación, minimizar los impuestos, reducir la transparencia en sus operaciones y seguridad e incluso facilitar las actividades ilegales. De hecho, el registro de Mongolia siquiera se basa en el país: todo se realiza desde Singapur y es un negocio más de Sovereign Ventur es, un conglomerado propiedad del polémico magnate Chong Koy Sen, investigado por abanderar barcos norcoreanos en otros países para poder realizar operaciones comerciales que distan de ser absolutamente limpias.
Así, en la noche del domingo al lunes, frente a la costa del Baix Empordà, un buque xenófobo alquilado en una república islámica y con bandera de un país sin mar está a la espera de un puerto donde entrar.