Amnistía Internacional denuncia una “epidemia de violencia sexual”, con violaciones y torturas por motivos políticos y étnicos
XAVIER ALDEKOA. LA VANGUARDIA.- En verano del 2016, apenas unos días después de que la guerra abierta estallara en Yuba, la capital de Sudán del Sur, Nyakim, de dieciséis años, entró cojeando en la habitación de madera donde estaba a punto de contar el horror a este diario. Las heridas de las violaciones de ocho soldados del gobierno eran tan recientes que ni siquiera podía cerrar bien las piernas.
A Nyakim, que hablaba con la voz suave y acariciaba una pulsera verde y roja todo el rato, la violaron junto a otras 35 mujeres por odio y por trabajo. “Te hacemos esto porque eres una sucia nuer”, le escupieron sus violadores, que tenían las escarificaciones –marcas en la cara que distinguen las tribus o familias– de la etnia dinka de Bahr al Gazal, la región nativa del presidente, Salva Kiir, y de sus tropas de confianza.
Aquella violación masiva, realizada a 50 metros de un campamento de cascos azules, fue una gota en el océano. En un proyecto conjunto de investigación, Amnistía Internacional y diez defensores de los derechos humanos de Sudán del Sur –no pueden ser nombrados por miedo a represalias– denuncian una violencia sexual a gran escala en el conflicto por motivos políticos y étnicos.
Según el informe No os quedéis calladas: supervivientes de la violencia sexual en Sudán del Sur piden justicia e indemnizaciones , el cuerpo de miles de mujeres y niñas (el informe también incluye testimonios de 16 violaciones a hombres) se ha convertido en un campo de batalla sin cuartel: además de violaciones en grupo, los atacantes mutilan a sus víctimas, las convierten en esclavas sexuales o les introducen objetos punzantes en la vagina.
Cualquier civil de una etnia enemiga –los dos principales bandos son nuer y dinka, pero hay 64 tribus diferentes con alianzas diversas según la región– es atacado con saña por soldados o rebeldes. Aunque la violencia sexual no es nueva en un territorio que sólo ha vivido en paz 20 de los últimos 62 años, sí alarma el aumento de este tipo de ataques –el texto habla de “epidemia”– y el sadismo para humillar a las etnias rivales.
Según el informe, los ataques sexuales derivados del conflicto aumentaron un 61% en un año. El 72% de las mujeres de campos de desplazados de Yuba denuncian haber sido violadas por policías o soldados, y se han registrado al menos 1.130 violaciones a niños en tres años. Además, el informe describe castraciones a hombres y torturas espantosas.
En uno de los casos del informe, Nyayena, de la región de Mayandit, relata cómo fue atacada por siete soldados del gobierno junto a su bebé de tres meses. “Ellos dijeron: ‘si es limpia y guapa, deberíamos llevárnosla para hacerle lo que hacemos con las mujeres’. Otros dijeron: ‘Deberíamos matarla porque el bebé que está alimentando es el niño que nos combatirá en el futuro’. Los siete me violaron durante una hora. Esperaban de pie, en fila, esperando su turno”.
Para Muthoni Wanyeki, directora regional de Amnistía Internacional en la región, además de llevar a los perpetradores ante la justicia, se debe atender las necesidades físicas, psicológicas y sociales de las víctimas. “Muchas supervivientes, además, han sido repudiadas por su esposo y familia política, y estigmatizadas por su comunidad.”
Sudán del Sur, que se independizó del norte el 2011, inició una nueva guerra el 2013, esta vez entre el bando del presidente dinka Salva Kiir contra el del exvicepresidente nuer Riek Machar. El control de territorios y riquezas (el país tiene las terceras reservas de petróleo de África Subsahariana), la impunidad y el rencor han desatado un conflicto en el que participan decenas de etnias diferentes.