El Ayuntamiento de Ventimiglia prohíbe dar comida a los refugiados en la vía pública

| 9 marzo, 2017

Decenas de extranjeros malviven en la calle de esta localidad italiana, situada a tan sólo siete kilómetros de Francia

MÓNICA BERNABÉ. EL MUNDO.- Una ordenanza municipal de Ventimiglia establece que está prohibido dar de comer a los refugiados en la vía pública de esta localidad del noroeste de Italia, situada a tan sólo siete kilómetros de Francia. Quien lo haga corre el riesgo de ser sancionado con multas que van de los 300 a los 3.000 euros. La alcaldía de Ventimiglia se encuentra en manos del Partido Demócrata, el mismo del primer ministro italiano Paolo Gentiloni, en teoría de centro izquierda.

En la actualidad al menos entre 150 y 200 inmigrantes malviven en la calle en Ventimiglia, según reconoció a EL MUNDO el propio alcalde de la localidad, Enrico Ioculano. Y el flujo de extranjeros no deja de aumentar, ya que el municipio es una de las vías de acceso al resto de Europa.

Según la psicóloga de Médicos sin Fronteras Carmen Palazzo, que trabaja en Ventimiglia, la situación se ha agravado durante el último mes, porque el único centro de acogida para inmigrantes en tránsito que existe en la localidad cerró sus puertas a nuevos ingresos a causa de obras de remodelación. «Antes los refugiados se podían alojar en ese centro mientras esperaban poder pasar la frontera y llegar a Francia, pero ahora no. Duermen en la estación de tren, o debajo de un puente«, lamenta. «Y lo peor de todo es que no tienen acceso a servicios higiénicos, ni comida», destaca.

De hecho, llegar a Francia es la gran dificultad. Palazzo declara que los occidentales pueden continuar viajando libremente entre Italia y Francia, pero no ocurre lo mismo para el resto de extranjeros. El color de su piel les delata.

«Cuando llegan en tren a Menton, que es el primer pueblo en territorio francés después de Ventimiglia, los gendarmes supervisan los vagones uno por uno en busca de inmigrantes», detalla la psicóloga de MSF. «Si encuentran a alguno, lo envían a Ventimiglia con el tren de vuelta y un certificado que dice que la frontera está cerrada según la última normativa», añade Palazzo. Desde que el 14 de julio un terrorista suicida atropellara a decenas de personas en Niza con un camión tráiler, el Gobierno galo cerró la frontera a la entrada de inmigrantes desde Ventimiglia.

En otros casos, sigue relatando la trabajadora de MSF, los refugiados intentan alcanzar Francia a pie, siguiendo el trazado de las vías del tren o de la carretera, o a través de la montaña. «Algunos optan por ponerse en manos de traficantes, y pagan unos 250 euros para que les lleven esos siete kilómetros escondidos en un vehículo», explica.

A pesar de esta situación, el alcalde de Ventimigilia defiende la ordenanza municipal que prohíbe dar comida a los inmigrantes en la calle, e incluso asegura que tal veto «tiene una razón de ser». «Esa normativa se aprobó hace dos años porque existe un centro de acogida gestionado por la Cruz Roja donde los inmigrantes ya pueden ir a comer», argumenta Ioculano. «Y porque había grupos de personas que distribuían comida en diferentes zonas de la ciudad. Eso generaba caos y suciedad en cualquier esquina, y podía dar pie a episodios de racismo», justifica. «Pero eso no significa que tengamos ninguna intención de hacer morir de hambre a los inmigrantes«, aclara.

«Esa ordenanza disuade a la gente de ayudar a los extranjeros ahora por temor de ser multada«, denuncia Palazzo. Aun así, algunos colectivos lo están haciendo, pero por la noche y a escondidas. «Los refugiados no pueden conseguir comida hasta la noche, si es que la consiguen», afirma la psicóloga

«¿Acaso hemos multado a alguien? ¿Verdad que no? Sabemos que la situación actual es excepcional, y estamos haciendo la vista gorda», insiste el alcalde.

Acogida en casas particulares en Milán

Al menos cincuenta refugiados se alojan en la actualidad en casas particulares de familias italianas en Milán, a raíz de una iniciativa del Ayuntamiento que hizo un llamamiento en busca de familias o personas dispuestas a acoger refugiados y refugiadas en sus propias viviendas, a cambio de recibir una ayuda económica de 350 euros al mes.

Aparte de esta iniciativa de carácter institucional, existe otra similar, pero impulsada por la sociedad civil en diversos países de la UE, incluida España. La plataforma Refugee Welcome (bienvenidos refugiados) también busca personas o familias dispuestas a acoger refugiados en casa. En Italia ya hay treinta extranjeros alojados en viviendas particulares, según explicó Sara Consolato, representante de esta plataforma en Italia.

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