De las 240 agresiones registradas en 2016 por el Observatorio madrileño contra la homofobia, la inmensa mayoría fueron cometidas por hombres de entre 25 y 29 años.
NOEMÍ PEREZ TRUJILLO. EL ESPAÑOL.- «Lesbiana, ven aquí para que te cure con mi polla», «¿a ti qué te pasa que miras mucho a los tíos?, ¿te pasa algo maricón?», «desviada», «maricón«, «fuera de aquí, maricones, iros a Chueca», «cada vez hay más maricones de mierda». Estos son algunos de los insultos que personas LGTB han escuchado durante 2016 en la Comunidad de Madrid.
Los recoge, entre muchos otros datos, un extenso informe elaborado por el Observatorio madrileño contra la homofobia, la transfobia y la bifobia. ¿El objetivo? Poner de manifiesto las carencias del Ministerio del Interior a la hora de medir las agresiones -ya sean verbales, físicas o de otra índole- a gais, lesbianas, bisexuales y transexuales. Los datos oficiales recogen solo las denuncias que llegan al sistema policial y que son interpretadas como delitos de odio por las mismas fuerzas de seguridad. Hay una diferencia cuantitativa importante: mientras que las cifras oficiales son de 58 delitos de odio en la Comunidad de Madrid en 2016, el Observatorio ha recogido hasta 240.
Hay dos factores clave: mucha gente no se atreve a denunciar por los cauces oficiales o no lo hace porque considera que no es útil; hay quienes incluso no consideran que un agresión verbal deba ser considerada como tal. La infradenuncia -cuando las denuncias oficiales son muchísimas menos que las agresiones que se producen- provoca que la LGTBfobia no sea percibida o no sea vista tan grave como es.
«La realidad de tener 19 denuncias registradas por el Ministerio del Interior, como afirman en su informe anual de 2015, se nos antojaba que no cumplía con la realidad», apunta el documento del Observatorio.
De las 240 agresiones registradas por el Observatorio madrileño contra la LGTBfobia, 77 son verbales (insultos), 59 son físicas (6 de ellas, muy graves). También hay casos de humillaciones (10), amenazas (31) y expulsiones de locales (4).
LAS MUJERES, MENOS CONSCIENTES DE SER AGREDIDAS
Llama la atención el perfil de los agresores: el 93% de ellos son hombres, presuntamente heterosexuales, y solo el 7%, mujeres. Además, la mayoría (54%) tiene menos de 30 años (entre 25 y 29), y el 21% tiene entre 30 y 39 años. Un 3% corresponde a agresores que aún ni han cumplido la mayoría de edad.
¿Y las víctimas? Hombres también en su mayoría (71%), y además gais. Este perfil corresponde al de alguien menor de 30 años que sufre insultos, amenazas o agresiones físicas en la calle, especialmente las noches de los fines de semana. Pero, ¿las mujeres entonces sufren menos agresiones relacionadas con la LGTBfobia? En realidad, no. Como apunta el informe, «las estructuras de la sociedad machista que siguen perviviendo pueden hacer que las mujeres, tradicionalmente obligadas a resignarse, tengan más normalizada esta violencia y no sean conscientes de haber sufrido una agresión». «Cuando ocurren más agresiones a mujeres lesbianas es cuando un hombre intenta ligar con alguna. La negativa de ella en varias ocasiones ha acabado en agresión», añade.
CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS PARA LAS VÍCTIMAS
Hay que romper con el prejuicio de que solo las agresiones físicas tienen consecuencias. Son las visibles, pero las agresiones verbales o las amenazas generan dolor emocional. «Las víctimas de delitos de odio pueden experimentar altos niveles de ansiedad, ira, miedo intenso, soledad, vulnerabilidad y depresión». En el desarrollo de dichos sentimientos negativos influye el hecho de que instituciones como la Policía o la Guardia Civil no cuenten con las suficientes herramientas o concienciación a la hora de tratar a las víctimas. A veces son animadas a no denunciar bajo la excusa de que contra un insulto no se puede hacer nada, o se pone en duda su testimonio.
Así lo recoge también el documento al incluir el testimonio de un chico gay de 24 años (en septiembre de 2016): «No, no voy a denunciar. No sabría qué denunciar ni me iban a hacer caso. Perdería mucho tiempo de mi vida si denunciase cada cosa de estas. Hemos recibido insultos y amenazas bastante a menudo en lo que llevamos de pareja (un año) y antes de eso, soltero, también tengo ‘episodios’. Si voy a denunciar todos los días me toman por loco».
«En general, la víctima al ser agredida se siente sola, desconcertada, no da crédito a lo que le ha ocurrido. Puede sentir impotencia e indefensión, dado que ni pudo evitar ser atacado ni podrá evitarlo en el futuro, ya que no puede [ni debe] cambiar su orientación o identidad sexual. El sentimiento de indignación, temor, rabia, ansiedad, depresión, culpa e indefensión puede acabar haciendo mella», explica el informe elaborado por el Observatorio.
Cabe resaltar el aumento de denuncias por delitos de odio: mientras que en 2015 el Ministerio del Interior registraba 19, en 2016 ya eran 59. ¿Hay más discriminación o se denuncia más? El informe apunta a la segunda causa: «Hay un aumento importante de la concienciación con el instrumento de la denuncia».