“Habrá una guerra en Europa si tiene esta inmigración masiva”, dice David Duke en una entrevista. El auge de Trump refuerza a los supremacistas blancos en Estados Unidos
JOAN FAUS. EL PAÍS.- David Duke es impopular en su propia ciudad. En la acomodada Mandeville (Luisiana), a las afueras de Nueva Orleans, un hombre ríe, otro lo insulta y un tercero dice desconocer su candidatura cuando se les pregunta por la campaña del exlíder del Ku Klux Klan (KKK) a la elección de senador por el Estado en noviembre. Es un reflejo del sentir generalizado: un 82% de los votantes rechazaba en agostoa Duke y el Partido Republicano, por el que se presenta, se ha desmarcado de su candidatura al tildarlo de un “fraude lleno de odio”.
Duke, de 66 años, fue congresista en Luisiana entre 1989 y 1992. Ha intentado ser gobernador, senador y presidente de Estados Unidos. Su última aventura política llega en un momento en que la candidatura de Donald Trump a la Casa Blanca, con su mensaje contra la inmigración, ha reforzado políticamente a los supremacistas blancos. Trump se vio envuelto en una polémica en febrero al rechazar inicialmente condenar el apoyo que le había dado Duke.
El locutor radiofónico y candidato a senador en Washington niega ser un supremacista blanco, tampoco racista ni antisemita, y dice lamentar haber fundado en 1974 una filial del KKK en Luisiana, de la que se alejó unos años después.
Pero hoy enarbola una defensa a ultranza de la raza cristiana blanca, y define como “nación racista” a Israel y “enemigo” al establishment judío. En su autobiografía, publicada en 1998, escribió que los negros son menos inteligentes y más violentos que los blancos. La Liga Antidifamación lo ha definido como “quizás el más conocido racista y antisemita americano”.
“Estados Unidos era un país de 91% cuando fui a la universidad, ahora es un 65% europeo”, dice Duke en una entrevista telefónica, en referencia a la pérdida de peso demográfico blanco ante el avance de la inmigración latina en el último medio siglo. Sin querer revelar si apoya el fin de la segregación legal de los negros en los años sesenta, sostiene que entonces “los asuntos más importantes de la vida eran mejores para todos”. Pone de ejemplo, los elevados índices actuales de encarcelación, violencia, consumo de drogas y familias desestructuradas entre los afroamericanos.
Duke se define como la “figura más reconocida de la preservación de la gente blanca en el mundo” y habla frecuentemente de la ola de refugiados de Oriente Próximo a Europa. “Habrá una guerra en Europa si tiene esta inmigración masiva de gente tan diferente a los europeos porque no produce amor y unidad, produce violencia y odio”, esgrime.
Su retórica, similar a la de algunos populistas de derecha europeos, gira constantemente alrededor de las supuestas amenazas que afronta la raza blanca, y del control de las grandes corporaciones y medios de comunicación sobre la política estadounidense.
Duke es más explícito que Trump, pero hay semejanzas en el trasfondo de sus mensajes. Con su promesa de frenar la inmigración musulmana e hispana, el candidato republicano en las elecciones presidenciales apela al votante temeroso con el declive blanco en EE UU. También se presenta como un outsider al mundo político y mediático. Y ambos reivindican un pasado que era mejor.
Duke se jacta de ser un precursor de Trump. Asegura que a principios de los años noventa, él ya advertía del “desastre” de la inmigración, los peligros del libre comercio y la necesidad de “preservar” la cultura blanca.
Pero el enésimo intento del exlíder del KKK de irrumpir en la arena política no puede desligarse del inesperado auge de Trump en el último año. La llamada derecha alternativa, con ideas supremacistas blancas y crítica con elestablishment republicano, no ha escondido su apoyo al magnate inmobiliario. El presidente del Partido Nazi estadounidense ha asegurado que una victoria de Trump en noviembre sería “una oportunidad real” para los nacionalistas blancos.
Y Trump ha lanzado guiños a ese colectivo. Ha reenviado en Twitter mensajes de supremacistas blancos y ha contratado como jefe de campaña a Stephen Bannon, responsable deBreitbart News, una referencia mediática para la derecha radical. La campaña de su rival, la demócrata Hillary Clinton, ha vinculado a Trump con el KKK y lo ha acusado de normalizar a “grupos de odio”.
Mark Dur, blanco de 48 años, explica que en Mandeville -de unos 12.000 habitantes y un 92% blanco- todo el mundo sabe quién es Duke, pero argumenta que la mayoría de supremacistas que podrían votarlo viven en zonas rurales no urbanas como esta. “Me sorprendió que volvería a aflorar”, dice en la barra de su bar, en el centro de este tranquilo municipio.
A cinco minutos en coche, se llega a la urbanización de lujo en la que vive el candidato a senador. Antes de la entrada, hay una gasolinera. Una de las dependientas, Lynette Brown, negra de unos 50 años, da otra versión sobre Duke: “En esta calle hay gente que lo apoya”, asegura.