Merkel asume la responsabilidad del mazazo electoral pero mantiene el rumbo de su política

| 7 septiembre, 2016

La canciller guarda silencio sobre su candidatura el próximo año presionada por sus socios bávaros

MerkelMusulmanaLUIS DONCEL. EL PAÍS.- Angela Merkel comienza cuesta arriba su último año de legislatura. La canciller alemana reconoció el lunes su insatisfacción con el resultado de las elecciones regionales del día anterior, en las que su partido sufrió la humillación de perder, por primera vez en la historia de la República Federal, la hegemonía del centro-derecha en un Estado. La Unión Cristianodemócrata (CDU) quedó por detrás de la formación antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD), que obtuvo el 20,8% de los votos. Merkel admite su responsabilidad, sí, pero eso no implica un nuevo rumbo en su política migratoria.

“Todos debemos trabajar para recuperar la confianza. Y por supuesto yo, como canciller y líder del partido, soy responsable”, dijo desde China, donde participaba en la reunión del G-20, rompiendo su regla de no pronunciarse en el extranjero sobre política nacional.

La crisis de refugiados, admitió Merkel, acaparó la atención de unas elecciones regionales que en principio nada tenían que ver, y que se celebraban en un Estado rural que el año pasado solo recibió 23.000 solicitantes de asilo del millón llegado a Alemania. Gran parte de ellos, además, se han desplazado a grandes ciudades o a otras zonas del país más prósperas. La canciller reconoció que ha perdido la confianza de muchos votantes “por la cuestión de los refugiados”, pero añadió: las “decisiones fueron correctas y debemos seguir trabajando en ellas”.

No es habitual que Merkel reconozca errores. Y el lunes lo hizo solo a medias: asumió la responsabilidad de que un importante porcentaje de alemanes le haya retirado su apoyo, pero también reivindicó su gestión. “Creo que las decisiones fundamentales de los últimos meses eran las correctas”, aseguró. Hasta en tres ocasiones repitió la misma idea en un encuentro de pie con los periodistas de pocos minutos. Así que lo único que ofrece a los descontentos es continuismo.

La política en la que Merkel quiere perseverar se apoya en dos patas: integración de los solicitantes de asilo llegados a Alemania con perspectivas de quedarse; y devolución a sus países de aquellos que no tengan derecho al estatus de refugiados. Es muy dudoso que con este programa vaya a convencer a sus rivales internos.

Los más rápidos en disparar fueron sus aliados bávaros de la CSU. “No podemos ignorar más la opinión de la gente. Hace falta un cambio de política en Berlín”, dijo el ambicioso ministro bávaro de Finanzas, Markus Söder. “Es evidente quién tiene que justificarse tras estas elecciones. Y no somos nosotros”, añadió el secretario general de la CSU, Andreas Scheuer. Estas voces reclaman al Gobierno federal medidas como el establecimiento de un cupo máximo anual de refugiados, acelerar las expulsiones y, en general, cualquier medida que contribuya a tranquilizar a los votantes más inquietos por unos flujos migratorios compuestos en su mayoría por hombres jóvenes musulmanes.

Debate sobre el candidato de 2017

El fracaso electoral en Mecklemburgo-Pomerania Occidental –que sigue a los golpes encajados en otros Estados en los últimos meses y anticipa el de Berlín de dentro de dos semanas- no solo aumenta la presión interna sobre Merkel. También complica el debate sobre su candidatura para las elecciones federales de septiembre de 2017. El lunes, como ya es habitual, los periodistas volvieron a preguntarle si piensa presentarse como candidata. Y, como hace siempre, se limitó a responder que lo anunciará “en el momento apropiado”.

La tardanza de Merkel en hacer pública una decisión vital para el futuro de Alemania se hace cada vez más llamativa no solo porque falte un año para la cita electoral –en la anterior ocasión, la líder democristiana anunció su candidatura dos años antes de los comicios-; sino también porque muestra su debilidad interna.

Existen pocas dudas sobre su voluntad de presentarse para un cuarto mandato. Pero las tensiones con sus hermanos socialcristianos bávaros le fuerzan a retrasar el anuncio, ya que estos quieren esperar al menos a los congresos que los dos partidos (CDU y CSU) celebrarán en diciembre.

Los bávaros dicen querer aclarar primero el programa, y ya después hablar de los nombres, lo que supone una humillación en toda regla para una mujer que lleva 11 años al frente del país y 16 del partido. El fracaso electoral del domingo acrecentará el debate sobre lo que en Alemania se llama la “cuestión K (inicial de la palabra canciller)”. Merkel tiene a su favor que, a un año de las elecciones, en su partido no se divisa ningún candidato que le haga sombra.

Mientras los democristianos se preguntaban cómo reconducir un barco que hace aguas, los populistas de derechas de AfD celebraban eufóricos sus resultados. Los líderes del partido, acostumbrados a pelearse en público con bastante poco disimulo, comparecieron regalándose sonrisas unos a otros bajo un cartel que decía: “Este es el aspecto de los ganadores”. Los dirigentes de un partido creado en 2013 dijeron que hace un año nadie podría haber predicho dónde estarían ahora, y se mostraron dispuestos a gobernar el país en un futuro que no concretaron. «Se puede decir que las elecciones de Mecklemburgo-Pomerania marcaron el principio del fin de la CDU», aseguró la líder de AfD, Frauke Petry.

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