Ante el aumento de agresiones contra reporteros y fotógrafos, la prensa ha dejado de cubrir las manifestaciones xenófobas. Un grupo de periodistas ciudadanos trata de ocupar su lugar
ANDREU JEREZ. EL PAÍS.- “Lügenpresse, Lügenpresse, Lügenpresse…!” (“¡Prensa mentirosa, prensa mentirosa…!”).
Este es uno de los eslóganes coreados habitualmente en marchas de Pegida (siglas en alemán para “Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente”), uno de los gritos franquicia del movimiento islamófobo y marcadamente nacionalista. La prensa es una de las principales dianas de esta iniciativa ciudadana, que desde hace más de dos años saca cada lunes a miles de personas a las calles de diferentes ciudades de Alemania.
Dresde es el gran bastión de Pegida. En la ciudad germano-oriental a orillas del río Elba se gestaron sus inicios. Hasta la capital del Estado federado de Sajonia han peregrinado miles de personas procedentes de toda Alemania y del resto de Europa para participar en marchas de marcado corte antimigración. Pase lo que pase, cada lunes uno de los reporteros de la cuenta de twitter @streetcoverage sigue la manifestación y tuitea en directo lo que en ella ocurre. Alexej y Johannes asumen así la tarea que muchos periodistas y reporteros han dejado de hacer. Por el miedo que generan las amenazas e incluso las agresiones físicas.
ohannes se mueve con paso decidido por las calles empedradas del centro de Dresde pese a que el calor apriete en la capital sajona. Este joven estudiante de medicina no se separa de su teléfono móvil: es la herramienta que le permite explicar a los más de 15.000 seguidores de @streetcoverage lo que ocurre a su alrededor.
Cuando llegamos a la plaza desde la que este lunes parte la marcha de Pegida, Johannes percibe la hostilidad que genera su presencia desde el primer momento. Agacha la mirada sobre su móvil para tuitear algunas de las frases que los oradores escupen desde el podio. Mientras, un miembro de la seguridad privada de Pegida, corpulento y de cabeza rapada, se sitúa a pocos metros de nosotros con mirada de pocos amigos. Johannes tuitea y tuitea. Parece agarrarse a su móvil como si fuera un escudo con el que poder protegerse.
“Miedo no es la palabra correcta. En todo caso diría respeto. Hemos vivido escenas que estuvieron marcadas por el miedo, en las que tuvimos que tomar la decisión de huir, porque nuestra integridad física estaba amenazada. Pero no tengo miedo, porque creo que lo que hacemos es muy importante y eso nos da aliento. En todo caso, no debemos ser imprudentes”, asegura Johannes, tras reflexionar unos segundos la respuesta.
Más agresiones, menos libertad de prensa
@streetcoverage nació en marzo de 2015. Un grupo de refugiados había acampado ante la Ópera de Dresde como forma de protesta por sus condiciones de acogida. Una noche, alrededor de 150 simpatizantes de Pegida atacaron la acampada con gritos xenófobos. Johannes y Alexej estaban allí. Para su sorpresa, los medios de comunicación no se hicieron eco del ataque. “No podíamos comprender que algo así pudiera pasar en nuestra sociedad sin que automáticamente se convirtiese en un tema de discusión, sin que los ciudadanosse enfrentaran a ello. Los valores fundamentales de nuestra convivencia estaban siendo atacados”.
En ese momento, decidieron crear su propia herramienta informativa. La red social Twitter de mensajería instantánea fue la plataforma elegida. Su cuenta se ha convertido en toda una referencia en Alemania para seguir en tiempo real lo que ocurre en marchas de uno de los movimientos islamófobos más populares de Europa. “Reportajes y narración en vivo desde donde arde. Contra el racismo y la xenofobia”, reza la descripción del perfil.
En 2015, Alemania cayó de la posición 12 a la posición 16 en el ránking de libertad de prensa elaborado por Reporteros Sin Fronteras. Esa degradación de 4 puestos se debe fundamentalmente a ataques contra reporteros a manos de grupos de extrema derecha en marchas como las de Pegida. RSF documentó al menos 39 agresiones contra periodistas durante 2015 en Alemania. Otros tantos ha recogido el Centro Europeo para la Libertad de Prensa, con sede en Leipzig, otra de las ciudades alemanas considerada foco de movimientos derechistas. En una página web, el Centro Europeo localiza sobre un mapa de Alemania diferentes ataques a periodistas: agresiones físicas, insultos, rotura de cámaras de video y fotos, e inclusoamenazas de muerte.
Así las cosas, muchos reporteros de medios regionales y del resto de Alemania han dejado de acudir a las marchas. Unos porque consideran que el riesgo de sufrir una agresión es demasiado alto; otros, porque ya fueron atacados física o verbalmente. Johannes y Alexej podrían haber tomado la misma decisión; sin embargo, y a pesar de no dedicarse profesionalmente al periodismo, los creadores de @streetcoverage prefieren seguir cubriendo las manifestaciones. No ignoran las amenazas, pero se niegan a aceptar que la libertad de prensa tenga que sufrir tales restricciones en un país como Alemania.
“Nuestras coberturas son objetivas, en ellas evitamos opiniones o posicionamientos ideológicos; simplemente describimos lo que vemos. De esta manera, no se nos puede acusar de nada. Simplemente, de describir lo que ellos mismos hacen o dicen. Somos como un espejo. Y eso nos protege de alguna manera”, afirma Johannes con media sonrisa.
Pero esa fría manera de informar parapetados tras los 140 caracteres de Twitter no siempre les sirve de protección: tanto Johannes como Alexej han sufrido golpes y amenazas verbales durante coberturas de marchas islamófobas y también del partido derechista y euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD), que algunos ya consideran el brazo político de Pegida.
Un movimiento creciente
Decir que Pegida sólo representa a sectores de la extrema derecha y a los círculos neonazis de Alemania sería faltar a la verdad; quien haya acudido alguna vez a una marcha islamófoba en Dresde se habrá percatado de que los manifestantesconforman un grupo heterogéneo, en el que por supuesto hay neonazis y elementos de la extrema derecha, pero también trabajadores y ciudadanos de clase media que participan en las manifestaciones como forma de protesta contra el ‘establishment’ alemán. Es la forma de expresar su descontento con la marcha del país.
Pegida es un fenómeno político y social más o menos transversal, característica que lo une a Alternativa para Alemania, el partido derechista y eurófobo que actualmente se sitúa por encima de 12 por ciento en las encuestas de intención de voto a nivel federal. No en vano, altos miembros de la formación han acudido a título individual a marchas de Pegida. AfD asegura que no tiene nada en contra de los musulmanes, pero considera que el Islam ni pertenece ni puede pertenecer a Alemania. La formación derechista intenta así capitalizar políticamente y sin sonrojo la creciente islamofobia que la sociedad germana viene experimentando durante los últimos años.
Johannes no tiene duda alguna sobre la cooperación activa entre la direcciones de Pegida y AfD: “Hace unas semanas, un líder de AfD de Turingia participó en una marcha en Dresde y habló desde el podio. Uno de los objetivos de Pegida era precisamente fundar un partido propio. Pero no parece que lo estén consiguiendo. Y una de las consecuencias de esa incapacidad es la cercanía con AfD, que sirve así para canalizar políticamente el movimiento”.
La manifestación de Pegida de este lunes avanza lenta y de manera silenciosa a través del centro de Dresde. Unas 2.000 personas caminan rodeadas de un fuerte cordón policial. El dispositivo de seguridad desplegado por las fuerzas de seguridad es realmente impresionante. Johannes avanza paralelamente a la marcha sin dejar de tuitear lo que ve y lo que escucha. Evita acercarse demasiado a los manifestantes, cuyas miradas son cada vez más amenazantes.
Un joven participante en la manifestación se le acerca y le pregunta para quién trabaja. “Periodista independiente”, responde Johannes. El joven, enfundado en una camiseta negra con el lema de “Defend Europe” (“Defiende Europa”), intenta seguir con la conversación, pero Johannes lo evita. Tanto manifestantes como miembros de la seguridad privada de Pegida comienzan entonces a fotografiar a Johannes y a este reportero. Cuando el seguimiento se hace más que incómodo,decidimos abandonar la marcha. Por seguridad personal, afirma Johannes.
Simpatizantes en la policía
¿Y la policía? “Tenemos mucho contacto con ella. Y la propia policía reconoce quetiene simpatizantes de Pegida entre sus filas. Y no precisamente pocos. Llevamos más de doce meses haciendo coberturas y lo vemos claramente: vemos como miembros de Pegida y agentes se saludan y se chocan las manos”. Johannes incluso denuncia pasividad policial ante ciertas agresiones protagonizadas por manifestantes de Pegida contra refugiados y periodistas. “A veces no nos hemos sentido lo suficientemente protegidos por la policía y hemos tenido que ser recogidos por conocidos para salir de marchas”.
Hoy, la manifestación de Pegida culmina en la misma plaza en la que comenzó. En una de las calles adyacentes, un par de cientos de activistas antifascistas se manifiestan en contra. Un amplio cordón policial separa a ambos grupos. Los militantes izquierdistas profieren insultos contra los simpatizantes de Pegida, que responden con más insultos y con amenazas. Se producen momentos de tensión. Una violencia latente se mezcla con el asfixiante calor; parece que los enfrentamientos pueden comenzar en cualquier momento. Ello no impide que Johannes siga tuiteando situado entre ambos grupos. Las marchas se acaban finalmente disolviendo sin mayores problemas.
“Pegida ha cambiado completamente el ambiente de Dresde; no sólo porque la ciudad se haya convertido para los medios de comunicación en la capital del movimiento que apuesta por el racismo y la xenofobia, sino también porque genera discusiones en las familias y entre colegas de trabajo. Las escuelas, universidades y centros investigación de carácter internacional también están sufriendo las consecuencias. El Instituto Max Planck, por ejemplo, les paga un taxi a algunos de sus investigadores extranjeros todos los lunes por la noche. Por seguridad”, explica Johannes. El joven estudiante de medicina y reportero circunstancial también toma medidas de protección personal que, por razones obvias, prefiere no desvelar.
El terrorismo de extrema derecha y neonazi no es un fenómeno nuevo en Alemania. La Fundación Amadeu Antonio estima que las estructuras neonazis militantes mataron a alrededor de 180 personas desde la reunificación del país en 1990. El último gran episodio de terrorismo pardo fue la célula NSU (Clandestinidad Nacionalsocialista), que asesinó a 9 ciudadanos de origen turco y griego y a una agente de policía entre 2000 y 2007, además de perpetrar atracos de bancos y atentados con bomba antes de ser disuelta definitivamente hace cinco años.
Como cercano observador de los nuevos movimientos derechistas alemanes, Johannes no tiene dudas: “Las fuerzas más activas y militantes de Pegida se han retirado durante los últimos meses del espacio público. El problema es que a través de las marchas de Pegida y de otros eventos similares, esas fuerzas derechistas más militantes se han interconectado muy bien, incluso tal vez mejor que en la década de los 90, antes de la aparición de la NSU. Es posible que estén pasando a la clandestinidad con estructuras muy organizadas y también con nuevas fuentes de financiación. Y temo que esto acabe expresándose de manera violenta, con muertos, durante los próximos 10 años”.