Tras la trifulca, el tribunal les permite volver a la sala bajo el compromiso personal de “portarse bien”
REBECA CARRANCO EL PAIS.- La peor situación que se recuerda dentro de una sala de vistas en la Audiencia de Barcelona dejó este lunes a cuatro policías y dos detenidos contusionados por los golpes que intercambiaron. El detonante lo causó un incremento notable de las medidas de seguridad en el juicio a la banda de los Casuals, que están acusados de una lista interminable de delitos, entre ellos intentos de homicidio, asociados a su supuesto trabajo de matones por encargo, extorsionadores y traficantes de drogas. La fiscal elevó sus calificaciones a definitivas.
Hasta ahora, los Casuals se sentían en la sala de vistas como en casa. Hablaban entre ellos, pedían salir al baño, comían pipas, abucheaban y amedrentaban a los testigos, amenazaban a la prensa… Una situación de comodidad que se alargó durante casi dos meses (el juicio empezó el 2 de abril).
Los Mossos d’Esquadra, ante las diversas amenazas vertidas también a la fiscalía, decidieron marcar de cerca a los procesados. El cuerpo de élite de la policía catalana —GEI— custodió a un grupo de ellos desde la prisión hasta la Audiencia y un fuerte dispositivo se desplegó luego en la sala. La situación para los Casuals había cambiado.
Los procesados se rebelaron ante el incremento de la seguridad en la sala
Cuando la presidenta del tribunal se disponía a explicar el refuerzo policial, uno de los detenidos, David Rodríguez, protestó de tal forma que la magistrada le echó. No valieron las llamadas previas al orden y al silencio. “Nos vamos todos”, le siguieron el resto de procesados, e incluso hicieron amago de dirigirse a la puerta. En ese momento se inició la trifulca con la policía, que requirió refuerzos y se llevó a alguno de los acusados en privación de libertad casi en volandas a los calabozos.
El resto quedaron en los pasillos, a la espera de la decisión del tribunal, junto a amigos y familiares. “Han tirado a un chico al suelo y le han pegado”, lamentó una mujer en referencia a Joel Ramírez. Según fuentes policiales, Ramírez empujó a uno de los policías, que respondieron reduciéndole en el suelo “hasta que se calmase”.
En la Audiencia no se recuerda ningún incidente de tanta gravedad
“Me he sentido afrontada y violentada. Mi ánimo no está en las mejores condiciones”, intervino la fiscal Ana Gil, que lleva el peso de la acusación en este caso y tiene que llevar escoltas. La fiscal fue quien pidió que el juicio, ya en su fase final, continuase sin los procesados, ante la “excepcional” y “violenta algarada” vivida. Ha habido un “grave problema de seguridad para el tribunal, las defensas y el público”, insistió. Los diversos abogados defensores se opusieron y achacaron lo sucedido al incremento “insólito” de la seguridad. La mayoría destacaron también el “buen comportamiento”, según ellos, de sus clientes. Una letrada incluso se refirió al despliegue policial como una “humillación”.
“Absténganse los letrados de valorar el dispositivo de seguridad, que también ignoran por qué se ha adoptado”, respondió Guindulain. Y puntualizó que ella también desconocía los detalles de la medida, que no había sido decisión suya. “Se ha producido un desorden. No puedo precisar quién ha sido. No había forma de que se serenara nadie”, resumió. Además, el tribunal envió las imágenes al juzgado de guardia, y la fiscalía anunció que se investigaría el caso por un delito de orden público.
Cinco horas más tarde, después de que el juicio contra los Casuals en Barcelona fuese suspendido tras el enfrentamiento a empujones y golpes de los procesados con los Mossos, la sesión se retomó como si nada. Antes, la presidenta del tribunal de la sección quinta de la Audiencia, Elena Guindulain, fue preguntando uno a uno a los acusados:
—Su abogado ha dicho que usted se comprometía a portarse bien. ¿Es así?
—Sí —respondieron todos.
—Entonces puede usted sentarse —concluyó la magistrada.
El tribunal optó por darles una “segunda oportunidad”. Algo que Ricardo Mateo, el presunto líder de los Casuals, que se enfrenta a 120 años de cárcel, recibió con una amplia sonrisa cuando volvía a la sala, tras los graves incidentes. “A la mínima exclamación, sin otra oportunidad, será expulsado”, les avisó Guindulain uno a uno.