5 Estrellas, el capitalismo digital y el autoritarismo del siglo XXI

| 18 junio, 2017

El movimiento de Beppe Grillo prefigura una forma de organización política posrepresentativa, adaptada a las exigencias de los nuevos actores dominantes del mercado, las grandes empresas tecnológicas

LORIS CARUSO. CTXT.- Entre los nuevos partidos outsider que, en Europa, están desafiando con éxito la hegemonía de los partidos tradicionales,  el Movimiento 5 Estrellas es a la vez el más difícil de interpretar, el más original y el más peligroso.

En las elecciones administrativas del pasado 11 de junio la formación de Beppe Grillo, que aún lidera los sondeos como probable vencedora de las próximas generales, encajó un duro revés. Se quedó fuera de la segunda vuelta en todos los municipios importantes. Estaban llamados a las urnas ocho millones de ciudadanos en 1.004 ayuntamientos, entre ellos cuatro capitales de región como Palermo, Génova, L’Aquila y Catanzaro, y otras ciudades importantes como Verona y Parma.

Cuatro años después de su entrada en el Parlamento, tras su espectacular resultado en los comicios generales de 2013 (25%), tras haber logrado las alcaldías de algunas de las ciudades italianas más grandes (como Roma y Turín), y después de su reciente batacazo municipalista, aún sigue siendo muy difícil definir este partido. Algunos elementos, sin embargo, están ya muy claros.

Desde hace años, estudiosos y tertulianos se dividen entre los que consideran el M5S una “costilla de la izquierda” y los que lo consideran una organización populista, predominantemente de derechas, y en algunos casos tendencialmente fascista. Se puede decir que ambas opiniones son verdaderas, pero prevalece la segunda. El M5S es heredero de algunos contenidos y retóricas de la izquierda, pero es también la imagen perfecta de lo que se entiende por autoritarismo del siglo XXI. Veamos por qué.

Democracia y representación

Comencemos por este primer aspecto. Los contenidos ambientalistas de su programa y la insistencia en la democracia directa han acercado al M5S a la izquierda libertaria y ecologista. En especial, la fuerza de su mensaje participativo ha sido un detonante, un mensaje lanzado por el M5S con una radicalidad y una eficacia que ningún movimiento político reciente de la izquierda ha logrado tener en Italia. El M5S habla de anular la diferencia entre representados y representantes, de sustituir el poder de delegar por el de participar, de destruir la profesionalidad política, de entregar totalmente la política a la “gente corriente”. En un país como Italia, en donde el antagonismo hacia la clase política tiene una larga tradición y que está en estos  momentos en sus máximos históricos, todo esto ejerce una gran fascinación, sobre todo entre los sectores populares.

¿En qué sentido, sin embargo, se puede considerar el M5S como un partido que encarna las formas más posmodernas, y casi futuristas, del autoritarismo? Se trata de un autoritarismo de nuevo corte, que tiene poco que ver con el del siglo XX, y que se afirma de acuerdo con retóricas hiperdemocráticas y participativas. En primer lugar, en la idea central que el M5S tiene de la política y de los procesos sociales se encuentra el fin de toda forma de mediación. La política ya no puede estar mediatizada por los partidos (que deben ser superados definitivamente), sino que tiene que ser ejercida directamente por los ciudadanos. Los “ciudadanos” en general –sin distinción de clase, renta o posición en la jerarquía social– son el sujeto y la referencia de la acción del M5S. De acuerdo con la retórica del Movimiento, las tecnologías informáticas permiten hoy que la unidad popular se pueda expresar sin exclusiones y sin intermediarios, convirtiendo en  superfluos los partidos y todas las estructuras de mediación entre los ciudadanos y la política institucional.

 

Cuando una idea de hiperdemocracia tiene como objetivo el que una única fuerza social anule a todas las demás (partidos, sindicatos, etcétera), esa idea puede convertirse en su contraria. Una fuerza política que, como el M5S, reclama para sí de forma unívoca una naturaleza democrática real puede presentar como hiperdemocráticas todas sus alternativas, incluso las que limitan la actuación democrática, y como antidemocráticas todas las demás.

Si la democracia radical del M5S prevé el fin de los partidos, no es imposible imaginar que, ante una previsible oposición de los partidos a su propia extinción, un eventual Gobierno del M5S persiga este objetivo mediante mecanismos extremos no democráticos.

En el Parlamento ideal del M5S, como han escrito sus fundadores, ya no habrá partidos, sino ciudadanos individuales que provienen de movimientos, comités y asociaciones. Como es sabido, estos sujetos tienen con frecuencia una naturaleza local y/o sectorial. En vez de actores llamados a una elaboración programática que englobe al conjunto de la sociedad, en el Parlamento habrá actores competentes sobre determinadas cuestiones o sobre problemas de dimensión local. Si a esto se añade la preferencia, proclamada por Beppe Grillo, por el regreso al mandato imperativo de los elegidos (que, en teoría, deberían estar vinculados y controlados de forma estable por los electores, pero que en realidad lo están por la cúpula del partido), nos encontramos ante una especie de transposición posmoderna del funcionamiento de los parlamentos premodernos, basados en la pertenencia a determinados grupos sociales y territorios, a los que se permanece unido por un vínculo de mandato. Es indudable que no se pueden comparar los movimientos y comités con los estamentos del Antiguo Régimen, pero a lo que se volvería es a la forma fragmentaria y localista de la voluntad popular.

La no-intermediación, es decir, la posibilidad de que se puedan desarrollar  relaciones políticas y sociales sin algún tipo de mediación, es solo la última fábula de la ciencia política. Las mediaciones no se eliminan, se sustituyen. Al eliminar la mediación de los partidos, como propugna el proyecto del M5S, se entrega la política a la mediación impersonal y opaca de quien controla las tecnologías informáticas. En el caso del M5S, todo esto se convierte en una paradoja: el partido que convierte la no-intermediación en su bandera es, a todos los efectos, un mediador político.

Además de esa política, el M5S quiere superar incluso la mediación social, y en especial la de los sindicatos. En estos días el M5S está discutiendo su programa económico. Entre los puntos en discusión está la abolición de los sindicatos confederativos (los más grandes, es decir, los sindicatos de masa como la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), que tiene casi seis millones de inscritos). Beppe Grillo y los dirigentes del M5S son favorables a esta posición, que se puede definir, sin miedo a equivocarse, como fascista. Y no solo fascista. En el M5S no hay nada  inequívoco. Para este partido, la ambigüedad y la contradicción son la norma. El autoritarismo antisindical está sostenido por una retórica participativa. El Movimiento  adopta al respecto todas las retóricas de las grandes empresas privadas: hay que eliminar a los sindicatos y sustituir su presencia por la participación de (cada uno) de los trabajadores en las decisiones de las empresas. Como si en las empresas tuvieran el mismo poder trabajadores, directivos y accionistas. El trabajo se individualizaría, y en lugar de la posibilidad de organizarse de forma colectiva y pelear en el seno de la empresa contra los despidos o la reducción de los derechos, se diera a los trabajadores (en la mejor de las hipótesis) un inútil derecho a expresar su opinión en las reuniones de las cúpulas empresariales. Es un ejemplo perfecto de cómo las retóricas sobre la participación pueden ser utilizadas para diseñar soluciones autoritarias.

Autoritarismo y capitalismo digital

En tercer lugar, si hay una organización autoritaria, esta es la del Movimiento 5 Estrellas. El M5S es una empresa privada. Beppe Grillo es el propietario de su marca. Una empresa privada, la Casaleggio Associati, gestiona el blog de Grillo y toma todas las decisiones organizativas y estratégicas que conciernen al Movimiento en su sede privada de Milán. La Casaleggio Associati es una empresa puntera en la mercadotecnia en red. Su malla de relaciones comprende la Confederación General de la Industria Italiana (Confindustria), así como un grupo de presión como el Aspen Institute y la Cámara de Comercio Americana, todas ellas importantes empresas multinacionales de la informática y de la comunicación.

En el M5S no existen lugares de coordinación y decisión del partido ni a nivel nacional ni regional. Los activistas del partido tienen que ser siempre individuos, no pueden organizarse entre ellos para apoyar posiciones específicas. El único ámbito organizativo reconocido es el de los meet up (los círculos locales), pero ni siquiera esos meet up están considerados órganos oficiales del partido, siendo equiparados a simples grupos locales de apoyo de las estrategias decididas por Grillo y por Gianroberto Casaleggio. En lo único en que gozan de una cierta autonomía es en la formación de listas electorales para las elecciones locales y en la gestión de las políticas en los ayuntamientos. Pero esto vale solo para los ayuntamientos pequeños. En las decisiones que conciernen a las grandes ciudades, la intervención directa de Grillo y Casaleggio respecto a los candidatos a alcalde y a las decisiones programáticas de sus listas es directa y firme. Así, por ejemplo, en Génova, ciudad natal y bastión del líder, Grillo y Casaleggio decidieron cambiar a la candidata elegida por las bases en las primarias, Marika Cassimatis, porque no les gustaba. La sustituyeron por Luca Pirondini, que ni siquiera ha logrado colocarse entre los dos finalistas para la segunda vuelta. Incluso los parlamentarios y los candidatos elegidos por el M5S están concebidos como puras emanaciones despersonalizadas de la “voluntad colectiva” formulada a nivel central por Grillo y Casaleggio. No pueden comunicar con los medios de comunicación o tomar iniciativas políticas y legislativas si no han obtenido antes el beneplácito del equipo dirigente del partido.

Si este es el modelo de Estado al que aspiran los líderes del M5S, entonces se puede hablar de un modelo de Estado autoritario-empresarial. Es, en efecto, un modelo que reproduce fielmente la forma del así denominado “capitalismo digital”. En esto reside la característica más profunda del M5S: encarna, y en cierto modo anticipa, la traducción en el ámbito político del modelo de sociedad y de organización predeterminado por empresas como Google, Amazon, Facebook, Microsoft o Apple.

Como ha recordado, entre otros, el periodista Carlo Formenti, el capitalismo digital se caracteriza por una amplia y continua participación desde la base (de usuarios, consumidores, activistas de los medios de comunicación, etcétera) y por una reducción piramidal en la cúspide, debido al rol monopolista de pocas y grandísimas empresas. El M5S está organizado de forma análoga. Y prefigura un modelo semejante para la sociedad y la política: una masa de  individuos llamados a hacer clic cotidianamente en sus ordenadores y smartphones para votar decisiones poco importantes e impulsadas  desde las altas instancias, mientras que el momento decisivo relativo a opciones  estratégicas está confinado en lugares invisibles y en poquísimas manos. Esto es lo que sucede en el M5S. Los inscritos (unos 150.000) votan con frecuencia a través de la red (para las primarias de los candidatos, el programa o determinadas decisiones legislativas), pero nunca para cuestiones fundamentales relativas a la estrategia política del Movimiento. Las alternativas y los temas sobre los que se vota están decididos en su totalidad por Casaleggio y asociados y (quizás) por Grillo, y no existe un debate interno previo. Ninguna sociedad externa, a no ser en poquísimos casos, controla el resultado de estas votaciones electrónicas, que están gestionadas por Casaleggio Associati y ni siquiera los activistas pueden verificarlas.   

Es verosímil que el proyecto del M5S sea la homogeneización de la política y de la cultura con los objetos míticos de la “profecía” grillina, la web y el capitalismo digital, que requieren un espacio político más fluido, reticular, participativo y aparentemente horizontal (es decir, más parecido al mercado) que el representativo. Los medios de comunicación y las empresas necesitan un consenso activo y participativo de los trabajadores y de los consumidores. Una participación que, en cualquier caso, está limitada a lo que es funcional respecto a la producción y al consumo. La política del M5S retoma estos procesos y reproduce incluso las restricciones: se participa únicamente en las formas funcionales relativas a la reproducción de un producto, de un mercado o, en este caso, de la fuerza electoral de un partido.

La síntesis del modelo político del M5S es la de un dirigismo participativouna mezcla inédita de bonapartismo y democracia directa. Por un lado, a los inscritos no se les ofrecen diferentes posibilidades de participación (solo electrónica). Por otro, las ocasiones y las modalidades de participación están determinadas por una empresa privada, que asume esas funciones que en los partidos tradicionales están gestionadas por las estructuras internas: elaboración teórica y programática, concreción  y ejecución de los aspectos organizativos, de las normas vinculantes, de los criterios de decisión, de selección del personal político y de la gestión económica.

Este modelo ha sido comparado con el franchising. A nivel local, a los meet up o círculos locales se les garantiza una relativa autonomía sobre cuestiones que atañen a su territorio. Esta autonomía tiene, sin embargo, una naturaleza prevalentemente ejecutiva y está vinculada a criterios y parámetros establecidos por la estructura propietaria, que impiden a esos meet upcualquier toma de posición sobre las estrategias generales del Movimiento. Puesto que el centro organizativo y el cuerpo de los activistas locales no gozan de una conexión estable, la discusión interna está preventivamente neutralizada. En el M5S, a quien no está de acuerdo se le expulsa, ya sea parlamentario o activista. La decisión de expulsar a un parlamentario disidente se efectúa, como es obvio, electrónicamente, y los activistas votan siempre de acuerdo con las indicaciones de Beppe Grillo.         

¿Es el M5S un partido progresista?

En cuarto lugar, lo que confirma el autoritarismo del Movimiento es su relación con los movimientos sociales. A pesar de su retórica a favor de estos movimientos, el M5S nunca ha colaborado con alguno de ellos. Con cierta frecuencia, el M5S trabaja de forma autónoma y ‘paralelamente’ con las mismas cuestiones de los movimientos, tratando de representarlos electoralmente y presentando esas luchas como suyas. Lo que se pretende es presentar el M5S como Totalidad: la representación de un mundo de ciudadanos que no se diferencian por su condición social y orientación política lleva a eliminar la relación con cualquier organización diferente al M5S, porque se supone que toda la nueva “política de los ciudadanos” esté ya incluida en este partido. No necesita nada más.

Además, Grillo ha desplazado progresivamente a la derecha su discurso político, adueñándose de temas como la protesta contra los impuestos, la asunción del pequeño empresario como referencia social, la libertad de empresa considerada como un bien en sí misma, la desconfianza hacia los inmigrantes. Recientemente, ha aplaudido tanto el Brexit como el triunfo de Trump. En el programa y en las posiciones del Movimiento no existe ninguna propuesta de redistribución de la riqueza social. La defensa del medio ambiente y la democracia de la red son temas que forman parte incluso de la retórica de las grandes empresas informáticas y no bastan, por sí solos, para definir a una fuerza progresista.

Es imprescindible, por tanto, superar la idea de que el Movimiento 5 Estrellas es progresista por naturaleza. Ya sea desde el punto de vista de los temas económicos y sociales o desde el de las alianzas, cuando debe escoger entre derecha e izquierda, elige siempre la derecha (en Europa, por ejemplo, se ha aliado con el UKIP de Nigel Farage). Sus retóricas contienen una idea de politización total de la sociedad (“No votéis al Movimiento, activaos”, afirma Grillo), al mismo tiempo que sus prácticas indican una despolitización tecnocrática, en la que la web y la filosofía empresarial sustituyen a la política. Se declara no partisano, ni de derechas ni de izquierdas, a favor de la superación de toda contraposición entre empresarios y trabajadores y de una unidad “neocorporativista” entre productores (argumentos típicos de las derechas radicales). Se dirige a generalidades indiferenciadas como la nación y los ciudadanos, pero elige la empresa como sujeto social central. Invita a soñar únicamente sueños pragmáticos, basados en realidades que no modifican las relaciones sociales: el M5S establece en la sociedad de la red y en la tecnociencia, tomadas así como son y sin necesidad de modificarlas, el lugar de la Utopía.

El éxito de una fuerza como el M5S refleja dos cosas de orden más general. La primera es que incluso en Italia, utilizando el lenguaje de Gramsci, se está produciendo una nueva oscilación de la “guerra de trincheras” a la “guerra de movimiento”: lo que está en juego son las formas generales de la política y de la economía. La segunda es que el M5S prefigura una forma de organización política totalmente posrepresentativa, adaptada a las exigencias de los nuevos actores dominantes del mercado, es decir, las grandes empresas tecnológicas. El M5S es sobre todo una traducción política de las exigencias económicas, políticas, sociales y culturales de esas empresas. Diseña un autoritarismo hipertecnológico y, en apariencia, hiperdemocrático. Habla de economía y de temas sociales en los mismos términos que la derecha radical. Más allá de los destinos de esta formación política, será importante observar la evolución de la forma política que este movimiento prefigura.    

 

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