A excepción de 2004, en el que tuvo lugar el atentado yihadista del 11-M, 1980 fue el año más sangriento de la historia de España, con 395 atentados, de los cuales 132 fueron mortales
CADENA SER.- El año 1980, del que se cumplen cuatro décadas este 2020, fue el año negro del terrorismo en nuestro país. Hubo 395 atentados, de los cuales 132 fueron mortales, lo que lo convierte en el más sangriento, a excepción de 2004, en el que el terrorismo yihadista azotó España en aquel trágico 11M, según explica Gaizka Fernández Soldevilla, historiador, responsable de archivo, investigación y documentación del Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo.
La banda más sangrienta en aquel año fue ETA, que mató a 95 personas. Sin embargo, el historiador destaca que, «aunque pueda parecer difícil de comprender hoy en día, había tres ETA»: por un lado, ETA militar, que asesinó a 81 personas; en segundo lugar, los comandos autónomos anticapitalistas, vinculados a la banda terrorista, causaron nueve víctimas mortales; por último, ETA político-militar, que se disolvió en 1982, mató aquel año a cinco personas.
El segundo colectivo terrorista que más mató en 1980 fue el terrorismo de extrema derecha, en el que se cuentan la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), el Batallón Vasco Español, entre otros: 28 personas.
El tercer gran conjunto de bandas terroristas fue el de extrema izquierda. Aquí se contabilizan los GRAPO, que asesinaron a cinco personas. Sin embargo, en Zaragoza también apareció el Frente Revolucionario Vasco Aragonés (FRAVA), con una víctima mortal.
Un fenómeno global
En aquellos años también surge el terrorismo internacional. «Aunque aún no puede hablarse de yihadismo», Fernández sostiene que «sí había grupos nacionalistas árabes, como Fatá-Consejo Revolucionario o el Ejército Armenio de Liberación».
Una de las razones que explica este alto índice de violencia extrema y grupos terroristas, según explica el experto, es que «en el contexto internacional hubo una oleada de terrorismo«. Así, lo que sucedía en España no era sino “una manifestación local de un fenómeno global”, no muy diferente “a lo que pasaba en Irlanda del Norte con el IRA o los realistas, en Italia con los Brigadas Rojas y los neofascistas o en Alemania con la RAF”. Sin embargo, sostiene, “aquí coincidió con la extrema debilidad de la democracia: la policía no es efectiva en su lucha contra el terrorismo, la justicia está sobrepasada…”.
En cuanto al perfil de las víctimas, de las 132, un 45% llevaba uniforme; policías, militares, guardias civiles. Las razones eran claras, asevera Fernández: “ETA militar, sobre todo, había decidido presionar al gobierno matando uniformados”.
Por otro lado, había reparo en utilizar el término ‘terrorismo’ o ‘atentados’, explica. “Se utilizaba ‘lucha armada’, ‘conflicto’, ‘el contencioso’… esto es por el aura antifranquista de ETA, desde que había matado a Carrero Blanco. Mucha población, sobre todo en el País Vasco, les veía como idealistas, héroes o chicos equivocados que podían ser recuperables. Apenas había protestas tras los atentados: la sociedad callaba”.
Para ilustrarlo, Fernández recuerda un caso en el que miembros ETA asaltaron un furgón de la guardia civil, ejecutando “uno a uno” a los que quedaban en el suelo. A dos terroristas les explotaron granadas en la mano y terminaron muriendo. A los guardias civiles les hicieron un funeral en el cuartel de La Salve; sin embargo, en Eibar, de donde era uno de los terroristas celebraron un funeral al que acudieron miles de personas e incluso se escucharon gritos de ‘Gora ETA’.
En abril, el Centro publicará un libro sobre el año 1980. “Dedicamos capítulos a los terrorismos extrema derecha, de extrema izquierda, a la respuesta policial, varios sobre ETA…” explica Fernández. “Distintos autores ven el mismo año, pero desde perspectivas diferentes y centrándose en cosas diferentes”, explica.
El terrorismo en el cine
El terrorismo también ha protagonizado filmes. Uno de ellos es el documental ‘1980’. Su director, Iñaki Arteta, explica que el enfoque es a través de una serie de testigos (periodistas, políticos, policías, guardias civiles, víctimas).
Lo que más le perturba, reconoce, es “la esquizofrenia; una sociedad aparentemente normal en la que no se hablaba del terrorismo. No recuerdo tener conversaciones con mis amigos, no se hablaba. La clave es la esquizofrenia, vivir en un panorama en el que podía pasar cualquier cosa, todo era tirando a terrible, y el miedo latía». «Y luego», recuerda, «una consagración de la cultura proterrotista que admitíamos como normal, muy instalada en la juventud».
“Todo ello formaba parte de la naturalidad con la que se vivía todo eso”, que quedó plasmada en una frase de TVE: ‘A continuación pasamos a relatarles los hechos terroristas del día de hoy’. “Las víctimas estaban estigmatizadas”, sostiene Arteta.
Habitar los espacios del mundo de manera digna
María Oianguren, directora del Centro de Investigación por la Paz -Gernika Gogoratuz-, cierra esta Ventana de la Memoria con una reflexión. “La paz aspira a conocer la verdad y requiere pensamiento crítico y responsabilidad para la curación social”. Por ello, sostiene, “es preciso recuperar el ejercicio crítico y revitalizar el discurso de los Derechos Humanos para poner el acento en los deberes, profundizar en los procesos democráticos y entender la vida como una práctica emancipadora y poder habitar de manera digna los espacios del mundo”.